Siempre he pensado que las ideas tienen vida propia y trascienden a su creador.

Lo que intento decir es que no importa si tal o cual existió o no. Si nació de tal o cual manera. Si murió o no. Incluso si resucitó o no. Lo que realmente importa son los legados. Lo que queda. Lo que permanece y te hace mejor. Eso es lo que importa.

Definitivamente con los años uno se va poniendo más sensible. Incluso cebollero, como me han dicho por ahí. Pero a mí hay dos cosas que me conmueven profundamente en la vida. Una es la ternura. Cualquier actitud que nazca de un profundo sentimiento de ternura me produce estremecimientos indescriptibles. La considero una muestra de amor sencilla, simple y por lo tanto desprovista totalmente de artificios, egoísmos y maquillajes. Lo otro que me conmueve hasta las lágrimas es la dignidad. Nada de lo que uno hace, o no hace, tienen validez alguna sino pones tu dignidad como garantía de tu accionar.

Cuando se juntan ternura y dignidad nacen los héroes.

Hubo una vez, en un remoto país de personas grises, un gobernante que quiso cambiar el gris por todos los colores del arco iris y mezclarlos para crear colores nuevos con los cuales pintar su querido país y a su querida gente.

Trabajaba día y noche viendo colores nuevos, mezclando, perfeccionando y aplicando. Su paleta de colores comenzó a transformar el gris por azules, calipsos, violetas, amarillos, bermellones, carmesíes, amarantos, verdes y brillantes rojos.

Su país se estaba transformando. Se alejaba paulatinamente de la simple y monótona existencia del diario vivir.

Los DETESTABLES de siempre, pensando que era algo momentáneo, no le dieron importancia. Pero el asunto de pronto tomó otros rumbos.

Inexplicablemente y en un hecho carente de toda lógica y ajeno a todo raciocinio, a la gente comenzó a salirle alas. ¡ Sí, alas!. Aunque ustedes no lo crean fue así. Al principio solo fueron pequeñas durezas que los médicos atribuyeron a una falta de calcio en la alimentación de la gente. Pero cuando a la señora Rosa, la que lavaba las camisetas del Club Deportivo Independiente de la Población Nueva Esperanza, comenzaron a salirle bellas y multicolores plumas en las “durezas” la comunidad científica tuvo que aceptarlo.

Después de la señora Rosa fue su hija; y luego de esta fue una familia entera de campesinos cercanos a Lonquén. De ahí en adelante los casos ya no fueron controlables y muy pronto eran muy pocos, solo los que no querían, los que carecían de su par de alas.

Era hermoso ver a los padres volando junto a sus hijos rumbo al colegio, para luego volar a la fábrica y encontrarse con sus alados compañeros del sindicato.

Los universitarios cambiaron la tradicional regata que realizaban por el río que cruza la ciudad por verdaderas exhibiciones aéreas que incluían trompos, espirales, barrenos y spines dobles.

Los artistas volaban dentro del Teatro Municipal confundiéndose con el público. Y hasta uno que otro hijo de DETESTABLE logró con fe y consecuencia tener sus alas.

Los DETESTABLES, que se quedaron pegados al suelo sin poder volar, y con los rostros desencajados por la envidia, comenzaron a tramar la forma de evitar que la gente volara.

“Esto no es natural” - decían – “Contradice todas las leyes de la física y de la razón”

En el fondo, dentro de sus diminutos y secos corazones, deseaban con toda el alma poder volar, pero el deseo para un alma tan pequeña no es motor suficiente para levantarla del suelo. Además el peso de sus ropas, sus joyas, sus casas, sus sables, sus medallas y todas sus culpas los mantenía anclados a la tierra mirando por primera vez en sus vidas hacia arriba.

El gobernante veía como la gente volaba de un lado a otro. Algunos muy bien, otros aprendiendo y dando tumbos; y algunos, afortunadamente los menos, cayendo.

En esto estaba cuando los DETESTABLES no soportando más la felicidad de la gente enviaron al más detestable de ellos a terminar con la situación. Para esto pusieron a disposición de éste sus detestables fortunas, a sus detestables hijos, sus detestables influencias en el extranjero y sus detestables armas.

El día en que todo ocurrió el gobernante pensó en muchas cosas. Nunca en su vida había podido entender la traición y tampoco lo hacía ahora. Pensaba en su gente siendo cazada a balazos y huyendo en despavoridas bandadas. La pena lo embargaba. La garganta solo era un dolor seco. El corazón, lleno de horror y de espanto, recordó a la señora Rosa y a su hija, a los campesinos de Lonquén, a los jugadores del Independiente que lo invitaron a la inauguración de la cancha. Recordó a los miembros del sindicato N° 3 de la Textil, con quienes celebró el tercer aniversario de su gobierno. Recordó a su Madre y pudo sentir su aroma a rosas cuando cerró los ojos. Recordó a sus hijas y supo que su valiente esposa nunca permitiría que algo malo les sucediese. También supo que algún día llevarían su nombre y el de su país por todo el mundo. Supo que este nombre sería para siempre la espina clavada en el corazón de todos y cada uno de los DETESTABLES de su país.

“Ríndase!!” – escuchó - “Ríndase y lo sacamos sano y salvo del país!!”

Se despidió de toda su gente a la que les dijo que nada había sido en vano. QUE CUANDO SE APRENDE A VOLAR NO SE OLVIDA JAMÁS !!. Les dijo lo mucho que los amaba. Les pidió que no lo olvidaran y mucho menos aún que claudicaran. Que recordaran siempre, siempre, que lo más importante en la vida son el amor, el respeto y la dignidad. Y en nombre de esto se disparó.

Hoy, resulta hasta divertido decir su nombre ante uno de los DETESTABLES de turno y verlo palidecer y temblar de miedo. Por todo el mundo se han levantado estatuas en su honor, por supuesto con alas. Y cada aniversario de la muerte del gobernante, en un colegio de la Población Nueva Esperanza y en otro de Lonquén, los pequeños cantan la canción de su país a todo pulmón, con diminutas y coloridas alas de cartón atadas a su espalda.