Al oeste de la provincia de Córdoba, Argentina, tras las sierras grandes, con sus laderas ora azuladas, ora verdosas, proliferaban las viñas y colmenares. Con su valle lleno de olivares, tabacales, naranjales y cientos de quintas. Con el otrora desierto regado por las aguas tras el nacimiento del dique más profundo de Sudamérica, siete años antes de yo nacer.
Allí los hombres que talaron los quebrachales, para llenar de durmientes las vías de los ferrocarriles ingleses, aprendieron a cosechar la mejor papa del mundo, a destilar la menta sembrada, esa que aromó los antiguos tierragales.
Esos son mis más viejos recuerdos de mi pago hermoso, por el cielo, las flores, los sauces y los ríos. Alegres figuras como en un sueño, pasan por mi mente, son las de españoles quinteros, italianos viñateros, turcos tenderos, alemanes apícolas y criollos ganaderos, que según les iba, paseaban en sulkys tirados por trotones, en jardineras con la familia, en chatitas Ford A, en los llorones fordcitos 51, había alguna voiture y por que no algún Impala blanco. Las fiestas de las escuelas con su bandera, las maestras con su grado, nosotros con la escarapela, el pericón que bailábamos para los padres y terminábamos sintiéndonos importantes desfilando en la calle en medio de la música y los aplausos.
Esos son mis más viejos recuerdos de la gente hermosa y querida, por buena, trabajadora, alegre y recta. Las mantillas de las mujeres, las manos ásperas de los hombres y mi pantaloncito corto.
Las figuras desfilan entre un murmullo, miran al piso, todas juntas, hombres, mujeres y niños, es la procesión de la Virgen, nos agregamos a la multitud, a algunos participantes con rostros mojados, mujeres con pañuelos en la cabeza, hombres con sombreros entre las manos y nosotros los niños con una florcita para ponerla en los jarrones al llegar a la iglesia.
Esos son mis mas viejos recuerdos del respeto y la humildad ante nuestro Señor y su Madre, los más grandes y buenos.
Por todo lo que recuerdo de allá tan viejo, entiendo que el mundo en su naturaleza no a cambiado tanto, los que hemos cambiado somos los hombres. No hemos trasmitido lo hermoso, el costo de conseguir la felicidad, con muchas cosas que hoy ya no están, y no se si volverán.
¿Volverán aquellos pericones, aquellas cabezas tapadas de las mujeres, las manos de los hombres con los dedos entrecruzados para que los hijos caminen a su lado, con una mano en el brazo y una florcita en la otra?
No encuentro ningún parecido a mi forma de vivir actual con mis recuerdos viejos, y he comenzado a pensar que soy un equivocado mas, ya que aunque niño vi esa forma de vivir, algo me hizo seguir otra vida, otro ritmo, otros valores, otros objetivos. Dicen que es bueno darse cuenta a tiempo. El hacer las cosas bien no siempre significa que es hacer lo correcto, se debe hacer bien lo que es correcto.
Quisiera, aunque sea una utopía, vivir un poco como era aquel, mi mundo que me trae los viejos recuerdos de la niñez.
|