Luces que caen innecesariamente,
bocas que resplandecen al sol.
Una blanca sirena que nos guía,
un perfume que amanece en tu calor.
¿Cómo puedo hacer para escaparme?
¿Cómo sobrevivo en tu colchón?
¿Cómo levanto vuelo en una hoja?
¿Cómo te encuentro entre tu adiós?
Necesito que me mires esta noche
y tus pupilas me demuestren el sí,
para entonces tener sólo para mí
el secreto que los nenúfares guardan.
Gotas de sol, granos de mar, rayos de arena
sobre el áureo fondo de mi yo interior
garabatean la respuesta, azules labios,
en letras de un idioma que desapareció.
Amor mío, asalta tu conciencia,
reordena los fantasmas que habitan allí.
Pedime que me vaya, pedime que me muera,
pero no me pidas que me quede aquí.
Porque si aquí me quedo, mi vida, me condenas
al injusto impacto del fuego sin razón,
que ardía y, sin embargo, jamás existió,
y que al apagarse, vive en tus cenizas. |