La señora Luisa Fernanda caminando por el callejón con ese paso tongoneado que le eleva la falda de flores hasta el punto de hacerlo imaginar lo que se esconde justo allí.
La señora Luisa Fernanda que se sonroja cada tarde cuando lo ve estático frente a la callejuela, sintiéndose como un pollo a las brasas exhibiéndose en el mostrador desde donde la contempla el muchacho pobre que no tiene nada que ofrecer por ella.
La señora Luisa Fernanda que cada tarde piensa.- ¿qué más dá?... las miradas son gratuitas y nadie le va a decir que tengo 42
La señora Luisa Fernanda alumbrándole la vida con esa magnífica sonrisa que deja escapar a cada encuentro desde hace dos semanas atrás.
La señora Luisa Fernanda respondiendo evasivamente (bueno, ni tanto...) con un Hola suavecito y nervioso que le hacen temblar las rodillas a ambos, y luego caminando casi al trote, hacia las apagadas luces del callejón solitario.
La Señora Luisa Fernanda devolviéndose alocada por ese mismo callejón... pasadas las sonrisas, los saludos... pensando que está loca pero no importa... qué más dá... nadie le va a decir que no lo he hecho con nadie
La Señora Luisa Fernanda arqueando la columna, presionando muy fuerte entre sus piernas, envuelta en los sudores, mordiendo cuello, brazos, espalda, almohada, suspirando muy fuerte contra el pecho desconocido y recibiendo más dentro de lo que nadie hubiera llegado jamás a ese miembro fuerte, viril, lleno de juventud y rebosante de vida.
La Señora luisa Fernanda escondiendo la lágrima que cae por su rostro cuando pasa por el callejón vacío, añorando el cuerpo estático y la mirada deseosa en la entrada de la callejuela.
La Señora Luisa Fernanda pensando que qué más dá, antes vivía sin pasar por esta calle... ella, con el alma en un hilo, la inocencia perdida y los recuerdos en la piel.
La Señora Luisa Fernanda.
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