Sé que pude ver algo en ti
que nadie había visto jamás
y que nunca imaginé poder tampoco ver.

Y no es que no quiera volver a verte,
sino que los vientos avanzan demasiado intensos en sentido contrario
y yo ya estoy muy viejo y cansado para dar la pelea.

Mi turno ya pasó,
el turno de la palabra sincera pero añeja.

Sin embargo, como el arena traga al mar una y otra vez
y las crestas de las olas se desvanecen apenas alcanzan su punto cúlmine,
puede que nuevamente me trague mis palabras
y te siga queriendo y esperando
como un niño inocentemente espera la leche de su madre
que lo ha abandonado a la deriva del océano.

El niño llora, yo escribo.

Y no te pido que me quieras,
sólo que me dejes guardar en mi corazón esa sonrisa
que hace girar al mundo cuando estás cerca.

Es la ilusión de tu cuerpo vibrando al ritmo de mi canción.

Es un capricho del destino que lentamente me devora.
Es un cauce extraviado de su río.
Es un pétalo olvidado por el rosal que ríe en las alturas.

Es tu mirada lunar desafiando a la razón.

He escuchado ya todos los finales.
Conozco todas las estrellas que me cubren.
Ninguna de ellas me ofrece esperanza.

Y no existe en esta noche triste nada vivo.
Nada vivo
además de tus ojos
y tu calor invisible.-