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“Las imaginaciones abandonan el espacio creativo y entran en el espacio creado. Las figuras salen de la manga del mago y se pellizcan en el aire para comprobar que están vivas. Las imaginaciones tienen un aspecto muy hermoso, pero todas menos una han perdido la razón. Sólo el comodín de la baraja desenmascara el espejismo”.

JOSTEIN GAARDER.


En el mito de Ovidio sobre Narciso leemos, que el dios-rio Cefiso, después de raptar y violar a la náyade Liriope, engendra en ella a un joven de esplendida belleza, a quien dan por nombre Narciso. Preguntado Tiresias, el sabio capaz de predecir el futuro, sobre si el recién nacido tendría una larga vida, contesta cripticamente "Si, siempre y cuando nunca se conozca a sí mismo." La tragedia se comienza a gestar desde la concepción del niño Narciso, él es producto de la violencia sexual. A lo largo de su vida, Narciso, va a provocar en hombres y mujeres, mortales y dioses, grandes pasiones, a las cuales no responde por su incapacidad para amar y para reconocer al otro.

Es por casualidad como ocurren las cosas trascendentes con frecuencia y tentado por Afrodita, que el joven contempla su imagen en un espejo de agua, siente la fascinación del amor, amor por sí mismo que lo paraliza e incapacita para la vida y para amar a otros. Se encanta Narciso con su belleza y desprecia cualquier ser que lo pueda bien amar, como es el caso de la ninfa Eco, cuyo cuerpo se consume de melancolía, quedando de ella solo una voz sin forma que repite, en la lejanía, la última frase o sílaba que se pronuncie. ¿Será este el destino que aguarda a los seres, y pueblos, que se prendan de los seres engreídos en su propia grandiosidad? ¿Será que su destino es el venir a ser de voces incorpóreas, repetitivas? Entones cabria contestar como el Transeúnte en los diálogos: “la vida bella no es la conocida, sino la desconocida, no la vida pasada, sino la futura. Con el año nuevo, el azar comenzará a trataros bien a vos y a mí y a todos los demás, y comenzará la vida feliz. ¿No es cierto?”

Entonces podríamos decir que el Narcisismo es una forma de estructuración de la personalidad, y una etapa del desarrollo del ser humano. Ya que todos hemos pasado por un momento de insensibilidad caracteriza la exclusión de cualquier otra persona del propio mundo afectivo para poder amarse solamente a sí mismo. En realita como menciona Castaneda “…no somos solamente aquello que nuestro sentido común nos exige que creemos ser. En realidad somos seres luminosos, capaces de volvernos conscientes de nuestra luminosidad…” Por esta misma razón, el joven del mito que se enamora de su propia imagen reflejada en el agua fue, llamado como la flor.

Podemos apreciar que este es un mito en donde se refleja una emoción humana, que si bien es muy intensa, puede llevar a trastornos en la personalidad, que, en la mayoría de los casos, son de gravedad. Cabria preguntarnos si Hitler en su libro Mi lucha no tenia algo o gran parte de narcisismo. Es decir, hay determinadas circunstancias en las cuales el ser se enferma. El sujeto enfermo se crea un mundo propio y, si bien todos tenemos nuestro mundo interno, el narcisista, en la creación de su propio mundo, está matando o sintiendo muerto el mundo de relación. Así, es un ser ahí que no está en relación con los otros.

El ser ahí de alguien es diferente del ser ahí de cada uno de nosotros y está determinado por su existencia. Sin la existencia de cada uno de nosotros el mundo no existe, somos coparticipes del mundo y de nosotros mismos, sin nosotros sin el otro Yo mismo no soy nadie, lo que me hace diferente, lo que me determina es mi relación con el otro. Al darse cuenta de esto el individuo puede pensar Soy el universo, hasta poder caer en el extremo de pensar yo soy el mundo, por lo tanto hago lo que quiero. Ya que nos dejamos seducir por nuestros propios pensamientos, y lo peor es cuando nosotros mismos nos engañamos “… solo un idiota busca verdades en sus escritos.”

En algún momento todos somos ese ser omnipotente. Ser un poco narcisista no hace mal, apreciarse y quererse bien es una condición indispensable para sentirse suficientemente seguros y a gusto en la vida. Pero cuando este amor se torna excesivo se nos olvida que también existen otros y que éstos son quienes dan un sentido determinado a la relación, ya que somos seres en la medida en que nos relacionamos. Como en El misterio del solitario: “Se convirtieron en mis amigos y en mis iguales, con la única diferencia importante: nunca reconocieron que no habían estado en la isla… había algo dentro de ellos que les impedía ver que eran producto de mi imaginación. Lo mismo ocurre con todos los productos de la imaginación, claro está” Para el narcisista, los demás no tienen una vida propia, están para recordarnos nuestra belleza. Los mismos son los espectadores delante de los cuales nos mostramos, somos grandes protagonistas sobre el escenario constituido por el mundo que nos rodea.

Todos necesitamos, de alguna manera, de un reconocimiento y somos fenómenos en tanto tenemos nuestra propia capacidad de ser reconocidos por los otros. Somos un fenómeno porque somos algo que ocupa un lugar en el espacio, somos indescriptibles, podemos reconocer otros fenómenos y podemos preguntarnos acerca de nosotros mismos. Somos un fenómeno en tanto somos un objeto y, además, especiales, debido a que podemos reconocer a los otros y, al mismo tiempo, preguntarnos acerca de nosotros mismos y del ser. Por lo tanto, somos seres ontológicos. Esta respuesta del origen, del nacimiento del alma humana está en la naturaleza y llegar a su conocimiento es muy complejo. Como menciona Leopardo “Por lo tanto, amándote necesariamente con el mayor amor de que eres capaz, necesariamente deseas, lo más que puedes, la propia felicidad, y no pudiendo, ni con mucho, ser satisfecho de este deseo tuyo, que es sumo, resulta que no puedes huir, por ningún camino, de ser feliz”. El narcisismo es un estado de ánimo distinto de aquel que caracteriza a las personas con excesiva confianza y estima en sí mismos, que se creen los mejores y el centro de atención. Para ellos los otros existen para escucharlos, exaltarlos o influenciarlos y guiarlos gracias a la personalidad que creen poseer.

Quien sufre de un gran amor para sí mismo no se preocupa por la opinión del prójimo ni por tener la certeza de que todos lo ven bellísimo como él se cree. No tiene necesidad de convencerlos pero sí de sorprenderlos. Por ejemplo, poniéndose ropa llamativa o adoptando determinadas actitudes.
Amarse solamente a uno mismo es una forma de no sentir la necesidad de conquistar a los otros (hombres y mujeres).

Estas manifestaciones involucran sobre todo lo afectivo, ya que cada emoción nace y se manifiesta en la prudencia de la propia persona debido a que todos somos diferentes. No siempre estamos ciertos de nuestros sentimientos, estos nos llevan a actuar de una forma u otra, esto nos puede generar pánico, angustia, entre otras cosas.

Por esto el origen del amor es a la propia persona, mientras que la génesis del odio es hacia los objetos externos “en la Edad Media los baños termales tenían reputación de ser lugares de desenfreno. Fueron prohibidos por los cristianos, pero no así las inmersiones en agua helada que dominan la carne y aseguran la salud…” El amor es la carga libidinal puesta sobre cada uno de nosotros o sobre los otros.

Así, el narcisismo es una fase intermedia entre el autoerotismo y la elección del objeto externo, ya que aquel toma en cuenta todo su cuerpo y no sólo una parte como sucede en el autoerotismo.

El interés del niño es su propia persona, él es el centro. Se quiere primero a sí mismo. De esta manera, el niño pequeño quiere que se lo atienda enseguida. Esta realidad nos muestra que, ya desde esta etapa, el bebé es un narcisista cognitivo porque no sabe que necesita de otros concretos, como por ejemplo: la mamá y el papá. El niño, todo el tiempo, reclama a su madre cosas para sí. Todas las actividades de vínculo amoroso con la madre son para que le den satisfacción. Por lo tanto, todo esto es permanentemente una satisfacción para él.

El enamorado de sí mismo no excluye a los otros, sino que es más, los necesita porque es un exhibicionista que reclama a su público. Es decir, si falta el reconocimiento externo, el narciso pierde su seguridad, ya que es a través de la admiración de los otros que refuerza su propia imagen. Si ésta llega a faltar, algo se rompe en su equilibrio y se vuelve inseguro y psicológicamente frágil, tiene fácilmente comportamientos infantiles, inclusive agresivos.

Así, pensamos que lo que brilla con luz propia nadie lo puede apagar. De esta manera, efectuando una apertura al final de nuestro trabajo nos preguntamos si lo que brilla, brilla por sí mismo o porque es iluminado y si es en sí mismo lo que muestra o es lo que muestra un reflejo de lo que es.

Pero deseo concluir con las palabras de Paulo Coelho en El alquimista donde demuestra la tesis de que el amor propio es capaz de muchas cosas y uno no es nada sin el otro:

“…Cuando Narciso murió , vinieron las Oréiadas y vieron el lago transformado de un lago de agua dulce en un cántaro de lágrimas saladas .
- ¿Por qué lloráis?-preguntaron las Oréiadas
- lloro por Narciso - respondió el lago
- Oh, no nos extraña que lloréis por Narciso. Al fin y al cabo, a pesar de que todas nosotras le perseguíamos siempre a través del bosque, vos eráis el único que tenía la oportunidad de contemplar de cerca su belleza.
- Entonces, ¿era bello Narciso? - preguntó el lago
- ¿Quién sino vos podría saberlo?- respondieron, sorprendidas, las Oréiadas - Después de todo, era sobre vuestra orilla donde él se inclinaba todos los días.
El lago se quedó inmóvil unos instantes. Finalmente dijo:
- Lloro por Narciso, pero nunca me había dado cuenta de que Narciso fuese bello.
Lloro por Narciso porque cada vez que él se recostaba sobre mi orilla yo podía ver, en el fondo de sus ojos, mi propia belleza reflejada”.

Texto agregado el 30-01-2006, y leído por 413 visitantes. (0 votos)


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