Las vacaciones de verano acababan de empezar y todos los habitantes del pueblo esperaban ansiosos la llegada de los veraneantes. Al ser un pueblo del interior la mayoría de esos habitantes eran antiguos vecinos que habían emigrado a la ciudad o capitalinos que habían adquirido a buen precio una casa en el pueblo. Para los mayores significaba la entrada de dinero fresco, un dinero que aliviaría el largo invierno, para los más pequeños significaba diversión, pero los más inquietos eran los jovenes, chicos y chicas que esperaban ese amor estival.
Fernando estaba sentado en la plaza del ayuntamiento, hablando de nada y de todo con sus amigos y comiendo pipas de girasol hasta hacer elevados montones de cáscaras que las hormigas agradecerían poco rato después. Alguien comentó que María, la hija de la panadera, esperaba para el día siguiente la llegada de una prima de Vigo que pasaría dos semanas en el pueblo, fue entonces cuando Fernando vio la luz recordando esa frase mítica de su padre "niño, las gallegas y las extremeñas lo que no te dan te lo enseñan", así que hizo un gesto a Paco, su mejor amigo, y retirándolo unos metros habló con él largamente.
Fernando estuvo sin salir de su casa cuatro días, llegó el sábado, y con él, el primer baile del verano, desde su casa se podía oir perfectamente a la orquesta pero Fernando permaneció en su habitación. Paco se hallaba en el baile sin perder de vista a María "la panaera" y su prima, ya conocida en el pueblo como "la gallega", aprovechó que María fue a pedir unos refrescos para acercarse a "la gallega", la tomó por el codo y le dijo algo al oído, se alejaron hasta desaparecer tras el escenario:
- Es que no te lo podía contar delante de tu prima, se enfadaría si supiera lo que te voy a decir... Mi mejor amigo se llama Fernando, no lo conoces porque lleva años sin salir de su casa, cuando tenía tan solo 12 años una fiebres estuvieron a punto de matarle...
- ¿Y qué le ocurrió? -Preguntó compungida "la gallega"-
- Tuvo secuelas graves, sobre todo en los brazos, se le quedaron agarrotados, encogidos a la altura del pecho, lo más que puede es sostener un vaso de agua y rascarse la barbilla.
-¿Pero yo no sé que puedo hacer por él?
- Aquí está lo complicado, no sé si serás tan buena cristiana como para que puedas hacerle tal favor... Es que debido a su discapacidad no ha conocido moza alguna y ya tiene 17 años, ¿me entiendes lo que quiero pedirte?
- "Meu pobriño rapaz"...
Cuando entraron en el salón Fernando permanecía sentado con los brazos encogidos y los dedos agarrotados, apenas hubo palabras, "la gallega" acarició su mejilla y luego le bajó los pantalones, en el vaivén siguiente Fernando tuvo ganas de agarrarle la cabeza y acompañar el ritmo. Cuando acabó la felación lo besó en la frente y salió llorando de lástima por aquel chico.
Fernando estuvo encerrado en su casa una semana más sin comprender sus padres que le ocurría, el mismo día que se fue "la gallega" del pueblo salió a la calle dando saltos y tocando las palmas, el verano acababa de empezar y todavía quedaban muchas primas por venir al pueblo. |