METAMORFOSIS
Por aquellos tiempos, un amigo personal se encontraba aturdido y desorientado. Deambulaba por la vida sin encontrarle explicación alguna. Un día, ya no recuerdo cual, ni tampoco vale la pena intentar recordarlo, de entre medio de una maraña de palabras que esbozaba de su boca, pude oír con total nitidez una que me llamó poderosamente la atención: METAMORFOSIS. Al cabo de unos pocos segundos, mi amigo, me pidió que le escribiera algo sobre ese tema. Para ese entonces no conocía, ni siquiera, el verdadero significado de esa palabra. Me dispuse, como siempre, a complacer el capricho de mi compañero. Investigué, no por mucho tiempo. Entendí su pedido y el mensaje que este consigo llevaba inscripto. Me salió, de manera natural, escribirle una carta donde trataba, por todos los medios, aclararle, aunque al menos fuera un poco, la situación tan especial por la cual estaba atravesando. Carta que hoy pretendo mostrárselas a ustedes que pueden estar pasando por ese proceso de transformación de sus almas.
La carta:
A mi gran AMIGO, por la metamorfosis que está sufriendo:
La metamorfosis por la que estas atravesando, querido amigo, me asusta pero no me intimida. Tus ojos están perdidos y cegados; no tienen brillo natural. Es bien sabido que el hombre debe encontrar su verdadera esencia para luego sí: Existir. Ese anhelo, aseguro, vive con ímpetu endemoniado en tu alma, de otra manera no podría justificar esos raros e ilógicos cambios de carácter en tu ser. Pero me pregunto, ¿quién puede juzgar a un hombre que aún no se ha encontrado? La respuesta es sencilla y no tiene otro asidero posible: NADIE. Si alguien osara juzgarte, mis nobles sentimientos de asco y repulsión asomarían hacia esa persona. Ninguno tiene el derecho de juzgar, más aún, si todavía no sabe de su propia existencia en este mundo terrenal, porque como antes digiera, y me permito volver sobre la idea, quien no se encuentra: no vive. He conocido demasiadas personas en mi corta vida que, al borde de su inminente muerte, aún se preguntan sobre el significado de su propia existencia. ¡Pobres hombres aquellos que han transitado por la vida terrenal sin conocer el verdadero motivo de su existencia! Mis condolencias para ellos. El buscarse a si mismo es difícil y tedioso. Particularmente, ni siquiera he tenido el coraje de intentarlo. El sólo hecho de pensarlo trae a mi mente imágenes que se contraponen a mis sentimientos. Pero no es aquí donde evaluaré mi vida; quizás otro escrito merezca alguna reflexión acerca de ello. Justifico la metamorfosis por la que estas atravesando. Lo tienes todo y paradójicamente tú alma esta vacía: No tienes nada. Entonces como no justificarte, como no ser paciente y contemplativo contigo mientras dure este proceso. Proceso de cambio interno que, afirmo, esta en su parte final; y me atrevo a aseverar que se encuentra en su faz terminal al ver las terribles ebulliciones que emanan de tu cuerpo. Tus sentimientos se contraponen. Sientes amor y odio por todo lo que te rodea. Reflexionas, en forma profunda, sobre el comportamiento humano y todas sus acepciones. ¡Dios me libre de mis macabros pensamientos cuando decida reflexionar sobre el ser humano! Entonces quién podría ser tan egoísta de no acompañarte en estos momentos tan especiales, donde quieres nacer de una vez por todas. Ruego que no desesperes ante la imposibilidad de descubrirte en forma inmediata. Ruego por tu alma; que ella encuentre la armonía que necesitas para ser… para existir. Y cuando lo hagas, cuando te encuentres, seguramente será solo el principio de tormentosos momentos por venir. Serás diferente a los demás. Siempre buscarás la esencia de las cosas, y el no estar cegado a entender los misterios de la naturaleza, te hará diferente. Para la sociedad serás admirable y repulsivo. Cuando logres ser compasivo con los que te agravien, por tu condición de diferente, nacerá tu grandeza. Tu alma, al fin, será libre; la tan temida metamorfosis habrá finalizado: Existirás.
Has encontrado en la literatura tu punto de apoyo en este proceso de transformación. Autores como Dostoievsky, Poe, Sabato y Cortazar entre otros predilectos de tu lectura, que tanto te ayudan a reflexionar, son diferentes. Diferentes como personas. Su concepción acerca de la existencia es diferente a la de cualquiera de nosotros que todavía no nos hemos encontrado, parecida a la tuya, que la estas buscando. Pero, ¿cuál es el limite?, o mejor dicho, ¿cuál es el precio a pagar? Yo tengo la respuesta. No te la daré. Seria, sin ninguna duda, un imprudente y mal consejo. Eres tu el que debes evaluarla y por sobre todas las cosas prepararte para asumir las consecuencias. Solo arriesgo a decir que no será una tarea sencilla. ¡Prepárate a recibir lo desconocido! Muchos se alejarán de tu vida por tu aparente falta de cordura; a otros quizás ya no le serás necesario, con lo cual también se alejaran. Siempre acuérdate de la grandeza que persigues y no los juzgues, sólo tenles compasión y misericordia; ellos aún vivirán en un plano diferente y no comprenderán tus “insensatos” actos.
Podría continuar escribiendo sobre el tema en forma indefinida, pero no encuentro razón de hacerlo. Ayudarte a entender lo que pasa por tu interior ha sido mi intención. No considero que estas palabras vayan a salvar tu alma, mucho menos alimentarla. Poseído por una pasión inexplicable solo me dispuse ante el computador y escribí. Considero que, como en todos los casos en que me dirijo a ti, mi corazón se expresó. Siempre estaré a tu lado, sea cual sea el camino que elijas y asumiendo mis propias consecuencias. Al final del camino, seguramente, estaremos solos. No me preocupa la afirmación. Si así debe ser, ¡pues que así sea! Al final de ese camino: EXISTIREMOS y podremos, al fin, descansar en paz…
…”El remordimiento crónico, y en ello están acordes todos los moralistas, es un sentimiento sumamente indeseable. Si has obrado mal, arrepiéntete, enmienda tus yerros en lo posible y encamina tus esfuerzos a la tarea de comportarte mejor la próxima vez. Pero en ningún caso debes entregarte a la morbosa meditación sobre tus fallas. Revolcarse en el fango no es la mejor manera de limpiarse…” Aldous Huxley, “Un mundo Feliz” (1931)
Luego de leer la carta, me miró en silencio, sin mirarme; con sus ojos llorosos. Comprendió mi, humilde, interpretación de los sucesos que lo acongojaban.
Hoy, como había presagiado en mis escritos, estamos solos, pero juntos y… EXISTIMOS.
(FIN)
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