Ahí mismo
¡Hay señora! No sabe del susto que vengo pasando. Sí pue señora,
porque las cosas de hoy día son terribles parece aquí en la
ciudá grande, porque allá en el campo no son tan así fíjese. Sí pue, solo
porque una es joven, bonita y viene de por allá del sur, que la toman a una
como guasa ignorante y le hacen este tipo de cosas a una. Yo le cuento esto
a usté pa’ que cuide bien a la Vivianita y a la Marita de la Luz, porque una
que es mujer tiene que siempre andarse con cuidado de los hombres. No le
vayan a hacerle a ellas lo que me hicieron a mi hace un ratito.
Mire señora .Yo estaba esperando la micro en uno de los paraderos que
hay por ahí (en providencia parece que era).Harto rato espere pue porque
la micro no llegaba nunca. Espere harto, harto; como media hora más o
menos. Menos mal se le ocurrió pasar de repente. Estaba llena la micro,
pero llena, llena pus señora, de esas micros que una entra y pareciera como
si la estuvieran estrujando. Bueno pue, yo me estaba ahí pará tranquila,
así como buena niña que soy yo, cuando un hombre, que estaba al lado
mío, me comenzó a mirar. Pa’ más remate yo estaba atraca al hombre,
porque como ‘taba tan rellena la micro que una apenas tenía espacio pa’
estarse pará ahí pus. Y me seguía mirando el hombre.
Al principio me gusto señora, porque igual es lindo que la miren a una
de vez en cuando. Pero igual que el manjar: Primero gusta y despue’
repugna. ¡Por la chita el hombre catete señora! Ya me empezaba a ponerme
nerviosa el hombre ese. Lo único que quería yo era que parara la micro pa’
poder venirme rapidito pa’ acá nomás pus ¡ Pero faltaba tanto pa’ que
que parara la micro! Y ahí ‘tabamos: Él que me miraba y yo que lo
esquivaba.
De repente, sentí un pellizco por detrás “¡Juesú, María y José!”, dije
pa’ mí misma.. Si pus’ señora. ¡Si el hombre me había agarrao' por detrás!
¡¿Qué se creía el sinvergüenza?! ¡Que por que una es bonita, joven y viene
del campo pueden hacer lo que quieran con una!
Y yo, que aunque en verda’ seré un poco guasa, pero guasa
inteligente, y tenía mi alfiler de gancho que traigo siempre pa’ amarrarme
la chaleca, este señora, este grande que tengo aquí, con harta disimulación,
me lo saqué y lo abrí y, como es bien filuda la aguja, se lo planté ahí
mismo nomás.
“¡Ay!” dijo el hombre. Y no molestó más el cabro de moledera, pero
despue’, cuando se bajo, porque se bajo antes que yo, me hecho una mirá
como coquetona pa’ que se la devolviera yo con otro coqueteo más . Yo me
hice la lesa nomás pu’. ¡Lo que quería! ¡Despue’ de todo, quería que le
dieran una sonrisita al fresco!
Y así fue pus’ señora. ¿Qué le parece? Ve señora que tengo razón yo
cuando digo que hay que estarse cuidando de los hombres. Si pu’ señora,
así que cuide bien a la Vivianita y a la Marita de la Luz, pa’ que no le
pasen estas cosas que le pasan a una porque creen que uno es guasa, y sólo
porque es bonita, joven y viene del campo.
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