Volver al rectángulo casi cuadrado
el ruido desquiciado de las horas nocturnas
el silencio amargo de un nietzsche trágico, un kierkegaard angustiado, un kant grotesco, filosofía prostituta de los días callados, parsimonia de edificios altos, canto viciado de palabras escritas, reescritas, habladas, proclamadas, cantadas y bailadas, promulgadas en ceremonias, poesía de baja calaña, de gritos suburbanos ya viciados.

Presento mis talentos al aire, caen pesados por no ser livianos, como soporte sin muralla, como piso en el desierto, al medio de la nada.

Acrilicos recubiertos de vidrio transparente, reflajando una mirada aparte, atenta, esperando el momento en que la luna se interponga en la cruzada rápida de un águila con una gaviota herida de noche, de piedras lanzadas al albergue de su goce, de la intimidad de las miradas, aquellas caricias vagas que bajo el resplandor de las llanas manos, distinguidas y bravas, vacilaciones constantes se aferran al etereo cuerpo de sus pies y pasos, de sus huellas aisladas que marcan el trayecto la historia, vida, música animada de animalejos cristales que vuelven a ti como si un simulacro de tristes cuerpos hayan vuelto tu vida a la cara, al reflejo de tus ojos aislados, cafes casi verdes, cuerpo fiel, cabello alado, casi sol, volando al otro lado, incorruptible, sagrado y bello, tuyo como nada como tu eres solo el placer del que te escribe, que te alberga prófugo en el suelo, en un charco, bajo el aire en su mirada.