Algún día alguien leerá estas memorias, y tengo la esperanza de que el ego de mi tumba se nutra de sus caprichos. Descubrir la fama de la angustia, la obsesiva desesperación del placer. Sólo un mal editor ensoñado podrá apreciar las vacilaciones tras las letras, el ritmo placentero en la armonía, el beat escurridizo de mis pasiones. Si supiera tanto para hablar de otros, de hablar como otros, de salir a la calle y no esconderme bajo la sombra de mi cabello, entonces el mundo se agrandaría en luminosidades inmensas que matarían a cada uno de los árboles que anhelan el cobijo del invierno. Soy a veces yo contra el mundo, con la exasperada noticia de las autos a mi alrededor, sus formas, sus colores son como el glaseado brilloso de las tortas de cumpleaños. Y los pájaros me saludan de lejos como alentando, como acercándome a la muerte que se enfrenta en cada muralla blanca, sin color, triste como el verano, y que me aprisionan en esta jaula, en esta cadencia que me afirma a la tierra como la presa al amo.