Una Tierra “otra”
Escribir sobre otros planetas no ha sido precisamente una ocurrencia mía sino una labor consuetudinaria de algunos autores a través de la historia.
Si no fueron precisamente otros mundos astronómicos, fueron sí lugares más allá de lo terrenal, ya fuera sobre o bajo la tierra.
Algunos han estado por encima del tiempo y del espacio convencionales, en tanto que otros parecen superponerse a nuestro mundo concreto en épocas inmemorables antes de cualquier vestigio humano.
Una antología de sitios y lugares extraños no puede escribirse sino con el paciente esfuerzo de la recopilación y de la espera de nuevas tierras por descubrirse.
Pero esa labor puede ser tema para otra historia, en tanto que mi comentario debe circunscribirse a Metón y su existencia enigmática en algún lugar del universo.
Su emparentamiento con la Tierra y su raza inteligente de estirpe humana, lo ubican junto con otros mundos humanos para tranquilidad de los xenófobos.
Sus cualidades geográficas son de tipo oceánico, es decir donde predomina el porcentaje de agua sobre el de tierra, su clima por lo tanto se mantiene en la franja que permite la vida de la forma en que la conocemos, lo que hace que sea en las sutiles diferencias y no en las grandes similitudes, donde radica mi interés por este planeta ignoto.
Metón es una tierra “otra” porque cualquiera que estuviera allí se sentiría en la Tierra pero fuera de ella, este meta planeta, más allá del universo conocido, detectado por sus señales radiales, llega a nuestro conocimiento antes que nosotros a él (o la menos así suponemos).
Su raza inteligente se hace conocer al igual que hemos intentado nosotros hacerlo, pero cuando llegamos a buscarlos, el planeta está abandonado, su población ha emigrado a otro mundo y ha dejado el propio vacío de respuestas y cargado de incógnitas. Aún el destino final de esa raza es secreto.
Así, llegamos a colonizar un mundo sin saber que motivó a sus ocupantes abandonarlo.
Los únicos parientes en todo un vacío espacio se han ido para siempre sin esperarnos.
Una aventura personal
Escribir sobre Metón en forma espontánea y no trazar un camino a partir del cual creciera una estructura coherente, más que una decisión fue una imposición de la misma naturaleza de Metón.
Un planeta lejano donde otra humanidad crece y se desarrolla hasta alcanzar su edad tecnológica no puede escribirse ordenadamente. Cuando uno llega a un país extraño la sensación de exceso de información para procesar es total, no hay etapas, no hay posibilidades de medir el impacto de lo que se percibe.
No se puede elegir la geografía o la historia y por último la gente. Todo está allí, simultáneamente y apenas si se puede divisar los límites entre una cosa y otra.
Metón está en algún lugar de mi mente y por lo tanto del universo y se manifiesta así, en forma atropellada, sin orden aparente. Estoy viajando por el y lleno cuadernos de viaje con cosas que encuentro a mi paso.
Bauticé al planeta con un nombre que resultara lo suficientemente familiar como para que no sonara como un extraño crujido de ásperas consonantes. Alguien me dijo que “meta” en griego significaba lo de más allá, lo otro y Metón tiene mucho de eso, es el otro planeta, un gemelo no tan idéntico, un lugar con otros humanos, donde existió otra historia que tiene que ver en parte con la nuestra.
Metón es un sueño de la Tierra, es de esos lugares que mientras dormimos visitamos como familiares pero que se extienden en zonas desconocidas que no existen en la realidad. Es un mundo alternativo donde no existen los monos ni los murciélagos y en donde la luna es un hermoso mundo con rebaños de animales pastando.
Metón existe y no existe, gira alrededor de su sol cada 472 días pero podría hacerlo en mil. Tiene veranos e inviernos, tres grandes continentes y su luna gigante que juega a esconder el sol en impresionantes eclipses.
A quince años de que terminara el siglo xx inicie la aventura de escribir sobre un planeta distinto, con una cultura distinta que me ayudara a interpretar la mía y sobre todo que me permitiera escapar de este planeta cuando la realidad doliera demasiado.
Jugué a la utopía.
He pensado nombres de ciudades y de países. He imaginado una cultura distinta que emigró de su mundo quien sabe por que y que nunca supo de nosotros o no quiso saber.
La tarea que inicie no es lineal, tiene ramificaciones en el tiempo y el espacio y queda asentada en coordenadas precisas. También he procurado que tenga una coherencia interna obsesiva.
Metón tal vez exista girando en alguna parte del universo, el proceso creativo que le da forma es parte en definitiva de ese universo, de la misma composición química y de las mismas fuerzas que lo mantienen en permanente expansión. ¿Qué diferencia la materia de mi cerebro de la que forma los océanos de Metón ?.
A modo de final y creyendo que podría ser cierto y maravilloso a la vez ¿quién puede discutirme que no existe Metón en algún lugar de universo, quién puede discutirme cualquier supuesto que yo haya imaginado ?.
Hasta ahora nadie.
1990
Ensayo de "El universo metón", en Atlas Methonis, Ediciones Ulpianas, Nova Roma, 2190. |