La vida, nos sigue, pero cuando nos alcanza...
queremos estar de vuelta, y hemos muerto ya.
En alguna ocasión mi abuela me pidió un jugo de naranja, un simple vaso de jugo... pero por distraído no se lo preparé, entonces después de olvidarlo por completo y subir a verla, noté que estaban helados sus pequeños pies, le puse unos calcetines míos que le quedaron enormes, y poco después de que la lleváramos al vbaño, murió entre mis brazos.
Reaccioné mal y muy tarde, el infarto se la llevó y no entendí la gravedad del asunto, a eso atribuyo mi falta de expresión y fingimiento o preocupación verdadera cuando llamé a una ambulancia, la señoríta consideraría que era una broma y no reflejé lo preocupado que debí sentirme en esos momentos, por ello tardó tanto en llegar la ayuda, entre los gritos de mi madre y mi tia, y los estúpidos vecinos que se asomaban para enterarse del chisme. Supongo que no me había caído el veinte, porque nunca se me había muerto una abuela, dado que no tuve nunca ninguna más...
Moraleja: Si desafortunadamente les llegara a ocurrir algo aproximado, griten como locos porque pueden salvar a alguien, porque hasta donde sé, nadie se muere porque hagan un poco el ridículo, pero si puede morir si no muestran señales de emoción y alarma, no se mueren los vecinos chismosos, se muere alguien de nuestra sangre... |