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Inicio / Cuenteros Locales / alkimista / LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL ESTAR

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EL EDÉN PROHIBIDO



“.....Ojalá se te acabe la mirada constante,
La palabra precisa, la sonrisa perfecta,
Ojalá pase algo que te borre de pronto
Una luz cegadora, un disparo de nieve,
Ojalá por lo menos, que me lleve la muerte
Para no verte tanto, para no verte siempre,
En todos los segundos, en todas las visiones,
Ojalá que no pueda, tocarte ni en canciones.”
Silvio Rodríguez.


Lo imaginario es tan concreto como lo real, justamente por eso: porque lo imaginario se compone de “imágenes”. Entonces, cuando leo la carta que sigue, me pongo a pensar. Y pienso demasiado; tanto, que el pensamiento se transforma en materia.

Hoy es 25 de Agosto de 2051. Como sabrás, me gusta la filosofía. Como si estuvieras frente a mí, déjame preguntarte si recuerdas cuando escribía cartas que no tenían destinatario. Hoy las sigo escribiendo, y, aunque ya no estés, igual te escribo.
La lucha de mi vida mientras estuviste nunca pude evaluarla, porque siempre estabas ahí… Ahí haciendo sonar los tímpanos de mis oídos con música que brotaba de tus labios reteniendo la contaminación mundana hasta animarte a desafiar al mundo con un susurro: “Te amo”, “Te respiro”.
¡Cuánto peleamos por detener esa dulce enfermedad!, ¡Cuánto daño le hicimos a la Verdad! … ¿Será que pudo con nosotros el miedo?, ¿Será que le rogamos a la vida una nueva oportunidad que cayera del cielo?, ¿O tal vez fuimos nosotros mismos que aprendimos a convivir con el sentimiento encerrado en una caja de cristal? … No sé. No lo sabré nunca, pero hoy, sin vos y sólo, puedo mirar hacia atrás y, te confieso que, aunque mis pasos están muy lentos quisiera caminar contigo.
Estuvimos cerca y lo asesinamos. Lo asesinamos para los demás, pero por más puñaladas que le hayamos pegado en su espalda, jamás pudimos detenerlo… ¡Es el diablo!, diría alguna señora invocando al exorcismo para liberarnos de aquel “demoníaco” deseo de mordernos los labios. Aún me río de quienes nos juzgaron. Nos juzgaron quienes eran como nosotros y se prostituían por algún bien material, nos juzgaron los ladrones, nos juzgaron los usureros, nos juzgaron los contrabandistas, nos juzgaron los estafadores, nos juzgaron –lo peor de todo- quienes dejaban pasar el almanaque por ellos y no pasaban ellos por el tiempo. Hoy todavía queda gente así, pese a la revolución humanista del 2030. Se llenaban la boca con verbos y no decían; simplemente sonaban.
Eran dulces tus locuras; eran crueles las mías. Crecimos juntos. Comprendimos que existen verbos sin palabras, y silencios que gritan más que el más fuerte alarido. Aprendimos el silencio, aprendimos que no poseernos no significaba no tenernos. Yo igual te tenía… te abrazaba de noche, todas las noches cuando tus párpados lejos de mí se cerraban, y te soltaba dejándote libre cuando tus ojos se abrían. Y cuando tus ojos se abrían mi imagen era lo primero que venía a tu inconsciente.
Hermoso amor. Era de Oro y no de oro. Era como un niño aún no contaminado con nada, totalmente sano y despojado de cualquier suciedad. ¡Cuántas veces vimos en el río un mar!, ¡Cuántas veces vimos en una margarita el sol!, y también: ¡Cuántas veces intentamos explicar la existencia de Dios por matemáticas!. También. Sí. También nos equivocamos adrede. Mil defectos me inventaste y mil defectos te inventé. Mil errores se transformaban en millones de horrores si de sacarte de mi cabeza y mi corazón se trataba. Mi guitarra sonaba contigo en su caja de resonancia; la música acariciaba la paz, y, en épocas buenas, viajábamos en ella; en las malas, simplemente un apagón seco de la radio decía que así se apagaría el sentimiento. Ni siquiera pudimos darnos cuenta de que no se podía.
Hoy miro y recuerdo cuántas cosas dejaste por mí. Hoy valoro el lado lleno del vaso; antes miraba el vacío.
Vacío estoy hoy. Sólo, en éste lugar con muñecos caminando a mi alrededor. No puedo siquiera pasar por aquellos lugares donde como adolescentes, nos robamos un beso…
La vida te llevó. Toda la chance de la espera se fue en un instante. Te huelo en la primavera, vivo contigo en el verano, te extraño en el otoño y muero en el invierno. Contigo siempre era azul. Sin ti, el sol no brilla tanto, hasta demasiado calor me da en el verano; el otoño molesta por sus sucias hojas, la primavera es demasiado ventosa y el invierno deprimente y helado.
Si debo arrepentirme de algo, no lo sé. Si debo seguir en vigilia, no lo sé. Si camino pensándote aún pasados los años, y te extraño, sí lo sé.
Pero hoy ya no estás.
No.
Hoy no estás.

Texto agregado el 27-01-2006, y leído por 175 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
24-02-2007 si, suele ser más insoportable ser que estar, mucho más parecer, y cuánto más semejar.. semejar estar vivo sin esa parte esencial que nos permita seguir siendo. Esa que no está. Gracias por tanta belleza. ***** cromascape1963
09-02-2006 Noto en estas letras una afinidad que abruma, aún cuando el pesar de lo que describen dejan clara una ruptura, una distancia, algo acabado o simplemente, ausencia. es una pena que no nos demos cuenta de esas cosas hasta que es demasiado tarde para recuperarlas... Me ha gustado esta carta que quizás, ella nunca lea, de un futuro, que, quizás, no llegue. Ikalinen
31-01-2006 Siempre tenemos la manía de no valorar mas que lo que se pierde. Saludos. Nomecreona
27-01-2006 cómo explica la razón la ligas mecaspirituamáticas, los libros son optimismo y fuera de ellos, la realidad vonluthor
 
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