Las princesas
a veces, quieren ser simples mujeres
y descalzas salen a recorrer el mundo,
ellas, refinadas y cultas,
se atoran comiendo harina tostada,
se embriagan con una copa de buen licor,
nadan en los estanques desnudas
y un raposo les roba sus vestidos de seda.

Las princesas
se visten entonces de popelina
o de tela rasa, el sol broncea sus pieles de porcelana
y euforicas se confunden con los plebeyos,
tratan de vivir sus vidas, de entender sus angustias
y entonces se atoran de pena.

Las princesas regresan apresuradas
a sus regios castillos pero les niegan el paso,
no son reconocidas y se las expulsa
y entonces caminan descalzas por el limbo,
ignoradas por su familia y despreciadas por el vulgo,
nada ni nadie podrá comprenderlas
y vagarán por el mundo
hasta que príncipes, tan huérfanos como ellas
les ofrezcan su humilde morada.

Las princesas, a veces
no deben jugar…