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Sabían que aquella podía ser la última tarde
que regresasen juntos;
pero ninguno hacía comentario alguno
que lo recordase;
las miradas de soslayo hacia las manos
delatan que sólo piensan
en los instantes que se están perdiendo
antes de llegar.

Ella sonríe;
en esa dulzura él entiende que las semillas
brotan como estrellas,
cual témpanos de hielo derritiéndose en hogueras.
Él gesticula
mientras explica alguna historia mirándola;
y ella se gusta
en esa mirada atenta de sueño detenido.

Mientras él desgrana ideas sobre el futuro
ella imagina
los campos con las flores mecidas a la mañana,
y descubre
que en ese amanecer de sueño
él aparece,
como ella en las ensoñaciones que él narra
cual luz bailarina.

Los pasillos del tren son un jolgorio
dilatado de estrés;
tras las ventanas atardece con suavidad,
símil perfecto
de esos instantes compartidos desde la nada
revertida
en una compañía magnificadora de tiempo
enraizante.

Detenido mar
el corazón atenazado por el temor en la duda;
la estación,
destino inexorable, se acerca con ojos cerrados
-no habrá cómplices-;
el primer silencio en muchas horas de viaje,
…diatriba…
“¿quieres que vayamos a tomar algo juntos?”

las aljabas
serán vaciadas de saetas buscando rocío
u olvido
eterno de recuerdos que quizá hubiesen podido ser…
la noche
puede cantar o ser desgarrado grito de dolor;
pestañeo…
miradas, silencio, dudas, intenciones, ¿respuestas?

“bajo aquí”
se contemplan con temblorosos iris bajo párpados
estáticos
enmarcados en labios que desean hablar.
Ella
ademanea levantarse sin perderlo del horizonte
y él
encierra entre las suyas una de sus manos.

De pie detenida sabiendo que su estación se acerca;
sentado
con su mano cogida como un amuleto
la observa;
ella se gira para recoger sus alforjas,
los ojos
sin desviarse de él ni sus suplicantes pupilas, pestañas
ni sus labios.

Recorre
sus brazos en una ascensión hacia los altares;
su mano
se detiene en la curva del cuello blanco
y ella
se gira sabiendo que quiere acercarse;
…beso…
él la ha fundido en un solo beso;

ella
ha querido ser fundida en ese beso;
confesión
de los silencios eternos precedentes,
declaración
de intenciones cuando acecha la noche;
tras el beso,
las miradas placenteras detenidas…

el tren frena paulatino al entrar en la estación,
ellos
permanecen contemplándose en un diálogo
de sonrisas
y miradas que se esconden y se buscan,
caricias etéreas
diluidas en un silencio a gritos
casi abrazados.

Las puertas se abren en abandono de la fe;
“debo bajar aquí”;
gira sobre su eje reencontrado de golpe
y camina,
corre alejándose de él y abandonándolo ahí.
Su mirada
desea regresar hacia atrás donde espera lo encontraría
buscándola…

El tren
circula hacia la siguiente estación,
ella
lo espía plantada por la ventana
y él
permanece estático dentro del viaje…
¿Entenderían
que aquella podía ser la última noche?

Texto agregado el 27-01-2006, y leído por 120 visitantes. (0 votos)


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