Tarde, pero lo conocí.

En la actualidad, nadie de mí generación sabe quién es Eduardo Campos, qué hizo o qué hace, pero fue “alguien” y por eso lo elegí para esta nota.
Cuando me lo señalaron y me contaron su historia era de noche. Campos se encontraba detrás de la barra de un bar llamado “Entre Canelos” cerca de la plaza principal del puerto de San Antonio. Alto, mirada perdida, alrededor de los 65 años, su atuendo evidenciaba que era el mozo principal del local. Su gordura denostaba una vida sin disciplina. Me era difícil creer que fue el centro delantero estrella del San Antonio Unido en su época de gloria.
-¿Qué desea?... una cerveza, por favor.
El “cogote” Campos, como se le conoció, era un joven y espigado atacante de un perdido club de barrio, en los cerros de San Antonio. En la semana, un aprendiz de estibador; de noche un empedernido vividor y los domingos El más sagaz y potente jugador de fútbol que haya nacido en ese puerto. Sus goles podían ser de diferente factura, siendo su principal cualidad el disparo de distancia, pero fue por su cabezazo que lo bautizaron con el apodo de “cogote”. “-El balón podía venir muy “bombeado”, pero cogote estiraba su cuello y siempre la agarraba-” me comentó alguien que lo vio jugar y vibró con él.
-¡Hola “ cogote”! ¿comó te va?... Bien gracias ¿qué se van a servir?
Fue en unos de esos domingos, en la vieja y polvorienta cancha del cerro La Viuda, que lo llamaron para formar parte del San Antonio Unido, el primer club profesional de la zona que militaría en segunda división del fútbol nacional. Con una emoción que no hizo amago en disimular se puso a disposición del técnico.
Transcurría el año 1961, la primera temporada del S.A.U en la segunda división, y el equipo mantenía una campaña sorprendente. Peleaba el campeonato con Coquimbo Unido. Los goles de “cogote” Campos eran el aval vital para un equipo que se hizo imbatible en el puerto. A pesar de su vida nocturna, Campos era figura.
En la última fecha el S.A.U se encontraba a un punto del puntero e imperiosamente, necesitaba el triunfo para sustentar la esperanza. El rival era Ñublense de Chillan, de visita.
“Cogote” estaba motivado. Antes de partir a la tierra de O’Higgins el técnico le dijo escuetamente: “Te van a ir a ver de la Unión Española”. Campos no se amilanó ante aquella responsabilidad, marcÓ dos goles, pero no fueron suficientes para campeonar y subir a primera, en aquel entonces sólo ascendía el campeón.
Los dirigentes españoles quedaron impactados con las cualidades de este jugador y le ofrecieron un contrato espectacular para ese tiempo. En un mes le pagaban lo que él ganaba trabajando seis de estibador en el puerto. Así pasó a jugar en uno de los clubes más importantes de Chile.
-Cogote haznos una rebaja po´h...- no puedo el negocio no es mío.
No duró mucho en la Unión. A los dos meces estaba devuelta en su querido puerto, no soportó la severidad de un club que peleaba el titulo y la imposibilidad de escaparse en las noches a algún local nocturno. El S.A.U lo recibió con los brazos abiertos y volvió a sentirse cómodo con su rebelde rutina.
Cuando lo conocí, ya no metía goles, sino que limpiaba vasos en un bar viciado por el humo del tabaco. Su gran humanidad se deslizaba por las mesas con ínfima agilidad, difícilmente se elevaría para agarrar una pelota bombeada que llegue al área. Cuando pagaba la cuenta estuve apunto de mirarlo a la cara y preguntarle... ¿Cogote se acuerda del gol que le hizo a Colo-Colo en el 62?..., pero ya era demasiado tarde, para que hacerlo sufrir con épocas ilustres. Le dejé una buena propina y me fui a mi casa, la brisa marina estaba helada.