No estoy acostumbrado a escribir. Nunca me he sentido comprometido a llevar un diario, a mandar una carta, o a expresar por escrito cualquier tipo de sentimiento. Comienzo hoy por las ircunstancias. He sido arrastrado hacia la locura, y como siempre en este tipo de historias, la responsable es una mujer.
Qué hace diferente ésta historia del resto? Es una sirena. Una hermosa mujer de mar, que me ha embrujado, y aquí, en este oscuro lugar con visitas
restringidas la sacaré a la luz.
Nunca había salido de mi tierra natal, y era primera vez que iba a la costa. La ví de inmediato, su canto me llevó a la orilla, y ahí, logré enamorarme por primera vez. Empalagado por lo que veía, seguí recorriendo la orilla, escuchando su canto y viéndola mecer sus largos cabellos. Me invitó a acompañarla, a escuchar sus melodías, a sentir su piel cerca mío...
Me juró amor eterno, felicidad imperecedera y todo lo que un hombre podría querer ante tal imagen.
Un tatuaje al final de su espalda era recorrido por mis labios, mientras le aceptaba todo, mientras me dejaba llevar por mis instintos; y ella, coqueta, se dejaba hacer. Primera vez que me ocurría algo así,
y Dios sabía que sería la última. Finalmente, después de minutos y horas eternas, me separó de su lado, me sonrió, me besó suavemente, se sumergió en aguas escondidas, llevándose mi amor, mi felicidad, sus besos y su cuerpo. Aquella
entrega había sido única...
Al parecer, no soy el único... el encanto de las sirenas no tiene límites, nadie se les puede resistir.
Aquella mujer sureña, de bellos ojos, sonrisa perfecta, y melodía sin igual, me llevó a la locura me han dicho... por eso estoy aquí. No estoy
loco, ella fue mía... O yo fuí suyo... Pero fue real, lo puedo asegurar. Ese tatuaje al final de su espalda aún lo recuerdo, está grabado en mi memoria.
Nadie me puede arrebatar eso... Es la maldición de las sirenas.
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