Todas sus armas están colocadas sobre la mesa. Los pequeños destornilladores encolumnados en orden decreciente, las mínimas pinzas dispuestas, coronas y engranajes, aceite especial que destella bajo la lámpara de sodio. El monóculo de aumento aguarda en su caja pronto a ocupar su ojo izquierdo. Frente a él su rival, un mecanismo de dudoso origen helvético despanzurrado en agonía. Resortes y piezas metálicas lo circundan sin saber si serán útiles o descansarán para siempre en el cesto de la deshonra. La implacable luz intenta una vana confesión. La terquedad de la víctima es inexpugnable. Sus brazos exánimes caen hacia las seis y media y su corazón no late como en sus minutos de gloria. Y sin embargo, en ese estado tan deteriorado y casi sin esperanzas de recuperación, ofrece la más dura de las batallas al solitario guerrero.

La noche lo sorprenderá con el punzón de la desesperación inserto en su muñeca. También para él el tiempo se ha detenido.



© Rocco. MMV.