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Cuando hacía el amor con Marta, siempre se escuchaba de fondo a Coldplay. Nos encantaba ese ritmo lento a juego con el que envolvía las sábanas. Sin prisas, sin más objeto que el enredo de estrofas y besos, de versos y labios hasta apagar la melodía de voces y cuerpos.
Sí, era nuestro momento, pero como dice otra canción “Ángeles que te pinte demonios se tienen que volver” y cuando me dejó Marta, no podía soportar el nombre de Coldplay. Lo malo es que aquel año se pusieron de moda y sonaban por todas partes. Recuerdo un día, en unos grandes almacenes. Estaba comprando ropa en la 5ª planta y de repente adivino la melodía de “In my place”. Salí del probador donde me miraba unos vaqueros disparado. Tenía que huir de aquella música que se me clavaba en el costado. Como una bala tomé las escaleras mecánicas, el problema es que en sentido contrario, y no saben los tropezones y la gente que tienes que apartar, empujar o saltar si bajas 5 plantas al revés. Me paró el guardia de seguridad cuando salía por la puerta con los pantalones que me estaba probando puestos. No le convenció mi excusa de que no podía soportar a “Coldplay”. Por lo menos la alarma tapó la canción.
Con Sonia tuve la precaución de no poner música cuando hacíamos el amor. No quería repetir la experiencia de Marta. A los dos nos gustaban “Los Planetas”, pero los ponía en el coche y los cantábamos voz en grito. Recuerdo el viaje que hicimos a Cadaqués, si hubiese tenido una banda sonora sería “Una semana en el motor de un autobús”, que nos acompaño desde el primer kilómetros, hasta los acantilados del Cap de Creus. Después de aquella semana que pasamos en Cadaqués, que por otro lado fue terrible, estuvimos juntos un mes más. Por lo menos en esta ocasión estaba a salvo de corcheas y semicorcheas agresivas, que se clavasen en mi cabeza provocando el llanto. La noche que estaba en “El Alarido” y fui a pedirle un Cutty Sharp con cola a la camarera más atractiva que estaba detrás de la barra, empezó a sonar “Sentado esperando a que llames, rezando por que dés una señal...”. Hice honor al nombre del local y después me puse a llorar con la cara arrugada, la boca torcida y muchas lágrimas y mocos. La camarera se dio un susto por el grito inicial, pero después, no sé si por el gesto, o tal vez por las lágrimas o los mocos, desperté en ella cierta ternura que terminó en una conversación cuando empezaron a cerrar explicándole el por qué de mi berrinche. Finalmente me invitó a su casa y mientras charlábamos quiso poner algo de música, pero antes me tranquilizó con una risa y diciendo que no iba a poner a los planetas. Puso a Coldplay. No pudo aguantar un segundo alarido y me echó.
Ha pasado el tiempo, pero una cosa me ha quedado muy clara de todas estas experiencias. A la próxima pareja que tenga le pondré, tarantelas, jotas y marchas militare. Seguramente la relación será más corta, pero por lo menos mi música será mía.

Texto agregado el 26-01-2006, y leído por 454 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
13-09-2006 No sé si es autobiográfico, pero a mí tb. me pasa. Las canciones que más me gustan me recuerdan a personas, momentos. Soy totalmente parcial y me gusta serlo, a pesar de lo que diga David Summers. onassis
16-02-2006 Nooooooo, tú sigue con Coldplay. Don´t panic!!!!!!!!! entrelineas
06-02-2006 Buenísimo! A veces es mejor irse con la música a otra parte! jajaja! Felicidades y 5* a todo volumen. jau
02-02-2006 jaja!ay, que razón llevas...nuestra música es nuestra hala..no la compartas...me encnató. un saludo adnara
02-02-2006 Eso eso, joticas, que no veas como animan... saludos. Nomecreona
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