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UNO

Ramón tenía norte, sur, este y oeste; arriba y abajo, y eras estas ultimas que parecían estar integradas a la pequeña maqueta del Monumento a la III Internacional que vio en su pequeño Larousse ilustrado del 2000.
—Pero qué pinches piensas, Ramón —dijo el mierda de Hans Sachs con el cigarro en la izquierda y la taza a medio camino de la mesa a su boca.
—Callate, mierda.
—Ora si que estas cabrón.
—Bofo, sólo estoy pensando, como para ti es normal, pinche intelectual de mierda.
—¡Ea! Calmado pues —y sorbió su café.
Ramón reaccionó a sus instintivas groserías en contra de Hans. Creía que por un momento había entrado a otro lugar donde no existían humanos, ni la razón, ni olores ni sabores ni colores, ni…
—¡Bah! Pues que tienes hoy, ¿eh? Te cité en los Frailes pa’ que hablaras, no para que tuvieras que reflexionar como si estuvieras en el techo del palacio municipal.
—Por cierto, donde siempre he querido estar.
—Sí, pero ¿por qué?
—¿Recuerdas la foto de aquella zapatería de la esquina en la Plaza de Armas? Ahí hay una foto con lente de ojo de pescado, inche toma mas increíble, carbón.
—Hey, ya eh, que no estoy para palabrotas, el café es sagrado para mi, no has de hacerme pasar malos tragos —tomó nuevamente su taza.
—Ya, ya, intelectualon de mi…
Corte.
Miró el cielo, libre, sin árboles a menos de diez metros, el cielo estaba limpio de nubes, parecía infinito a pesar de que era azul claro y no había oscuridad
(me parece que el cielo es mas…mas lejos de día que por las noches)
ni luna.
El suelo era un simple montón de piedras acomodadas estéticamente bajo sus pies. Limitantes dimensionales.
Corte.
—Bueno, ya di algo, ¿no? —contó sus pensamientos.
Ramón sintió una gota de café escupida por Hans en la frente. Después de limpiársela con cierto asco, dijo:
—¿Has pensado en…
(no no)
—… algunas vez has visto la maqueta del Monumento a la III Internacional?
—Recuerdo algo, sí, es aquella que es como un espiral que a simple vista parece una montaña rusa, creo que lo vi en un libro de cosas extrañas de un tal Octavio, amigo del Willie, pero creí que sí se había realizado, me hubiera gustado. Pero a ver, a ver ¿y qué con eso?
—Sólo que le hubiera llamado el quinto punto cardinal.
—El qui… estas loco —tomo un sorbo a tu taza y la acomodó en el mismo pequeño hueco del plato de toda la tarde— Pero viéndolo de esa manera creo que sería correcto.
—¿Por qué lo dices? —pregunta Ramón. Acaso has pensado en algún quinto punto cardinal.
—Porque eso es lo que se dice del quinto punto cardinal.
—¿Quién?
—Oh, vamos, qué no ves la tele.
—Me asusta —dijo Ramón, y era enserio.
—Jejeje —ríe Hans un poco indiferente—. Pues dicen que…


Revista “Inexplicable”
No. 11 Año 3 Noviembre/2004
El Quinto Punto Cardinal
… que es posible dar un paso dentro de una dirección totalmente diferente. Personas que lo han encontrado dicen que hay tiempo y no hay tiempo, es decir, que pasan muchas cosas ahí pero que simplemente nunca han ocurrido ni ocurrirán ni están ocurriendo. Llegan a ver miles de cosas que no vuelven a recordar por el exceso de información en el cerebro. Hay cosas que uno nunca ha visto dentro de los cuatro primeros puntos cardinales, seres extraños y lugares nunca vistos. Gente que afirma que de ahí provienen los monstruos de los libros de H. P. Lovecraft, que obviamente cree que existen y que Lovecraft sabía de el quinto punto. Otros afirman que los extraterrestres entran por ahí, que conocen todo lo que este punto contiene y las ventajas que tiene para viajar en el tiempo y espacio.
Las personas que lo han experimentado han dicho que es una ventaja mucho más funcional que los viajes astrales, aunque aun no hemos experimentado todas las ventajas de los viajes, todo parece indicar que el Quinto Punto Cardinal es un descubrimiento asombroso y a la vez bastante peligroso para…


Caminaba perdido en un bosque, North Conway, donde hacia siete años atrás se había perdido una pequeña niña de nueve años que amaba a un tal Tom Gordon. Apartaba algunas hojas secas del follaje, alrededor de dos metros cuadrados
(si no esta cosa no cabe)
para dibujar un pentágono con una bolsa llena de cal que llevaba en un morral. Esparció un poco con los dedos hasta terminar un pentágono irregular, pero servible. Después agregó unas líneas partiendo de cada ángulo de la figura hasta el centro de esta, como las primeras figuras que nos enseñan en la escuela cuando aprendemos a hacer fracciones. N… S…

—E… O… —abrió los ojos, no había hojas ni árboles ni pentágonos, pero sí algo de saliva en la comisura de su boca y la almohada— Demonios.
La revista había sido aplastada por su brazo y finalmente tirada al suelo después de un giro del cuerpo por la noche.
—No, maldita sea, con lo que odio doblar revistas y libros. Y no es mía.
Claro que no, jamás le había interesado lo paranormal tanto como su ¿novia?, cree que lo es, al menos ella esta enamorada de él, pero jamás se aparece por la casa de Rita, los papás de ella creen que es un vago que le da sexo, nada mas.
Él le llamó para pedirle la revista.
—Mmta, me pude haber encontrado a Trisha McFarland en el bosque y haberla salvado de perderse.
(el quinto punto cardinal)
Se levantó y se duchó
(mas paredes limitantes)
para ir con Rita y entregarle la revista y tal vez preguntarle algo mas sobre el tema.
Pasó antes por una caja de gises a la papelería grande, aquella a donde acude cuando tiene alguna entrega escolar durante los fines de semana. La empleada que le atendió casi le reconoció de inmediato, sino es porque aun traía la cara de mal sueño. Para ella parecía yonqui, como les dicen los americanos, aunque aun no reconociera una cara de yonqui verdadera, sólo lo había leído descrito en algunas novelas del norte.
Hey, ¿acaso se te acabó el polvo blanco y piensas machacar algunos gises para distraer tu mente?, pensó ella. Le había visto varias veces con su novia y pensaba que ella, con esa cara de ñoña estudiosa no le podía dar mejor placer sexual que ella, que era hermosa de rasgos negros pero con ojos verdes.
Rita y Ramón jamás habían tenido sexo. Él folla con su mano por las noches de aburrimiento y esta acostumbrado a ello, y ella, con su cara de ñoña, aun es virgen con un rango de dos a tres fajes con novios oportunistas.

—¿Y para que son los gises, Ramón? —Preguntó Rita— ¿Acaso nuevamente estas fingiendo que te drogas?
—Tu lo has dicho, sólo finjo.
Entraron a la cocina conducido por un pasillo pequeño hacia la izquierda. Dejó los gises en la mesa antes de sentarse frente a esta.
—Ah, toma tu revista. Gracias. —Metió su mano a la chaqueta beige que llevaba puesta y sacó un montón de hojas desechas en dobleces. No sentía pena frente a ella, sentía pena por la revista.
—¿Esto es mi revista? —Preguntó ella con un poco de ira.
—Ya, ya, te pareces a mí. Te la compro de nuevo.
—Salió hace un año, idiota —agitó la revista en la cara de Ramón. Le amaba, pero
(que no mame)
—Rita, lo siento —se levantó de la silla y miro a Rita a los ojos—, lo siento, amor. No peleemos por esta cosa.
—Creo que es inevitable para mi caer en tus trucos, jamás me dices amor.
Ramón le dio un beso en los labios, un poco seco pero con cariño. Sabia engañarle.
—¿Y finalmente que te interesaba de la revista?
—El quinto punto cardinal.


Revista “Paranormal”
No. 36 Año 1 Abril/2004
Un nuevo punto cardinal (tan viejo como los dinosaurios, tan nuevo como la Internet)
… este hombre dice que su padre, Louis Harris, encontró el camino por casualidad mientras atravesaba un lote baldío donde vio un pentágono sobre la arena, hecho por ramas secas. Un hombre apareció de la nada tremendamente asustado balbuceando cosas sin sentido. Cuando recobró la razón, el hombre le explicó como había descubierto el quinto punto cardinal (que por razones personales el hombre no quiso describir para Paranormal). El hombre había salido corriendo sin la menor explicación de su asombro, pues este no había dicho nada mas además de su descubrimiento. Michael Harris asegura que el hombre murió al poco tiempo, todo mundo en Inglaterra se enteró del suceso pues antes de ser atropellado por un auto corría como un loco gritando “Nos vigilan, todos moriremos”.
También el padre de Michael murió después de haber intentado entrar al quinto punto cardinal, o Fifth (quinto) como le han nombrado, pero con diferentes motivos.
Ahora Michael Harris es un experto investigador en casos…

—Bueno, aquí dice que este mentado Geoge Harrison…
—Michael Harris —rectifico Rita con burla.
—Ese, que ha sobrevivido al quinto punto.
—Diría que jamás ha entrado por miedo, el trauma de la muerte de su padre.
—Claro. Ha de ser todo un Carlos Trejo inglés.
(todo un puto carlostrejo inglés de mierda)

Rita y Ramón caminaban aprisa por el jardín San Francisco, llegaban tarde a la cita con Hans. Se habían detenido a buscar en la calle Hidalgo el nuevo número de Inexplicable y ver si de casualidad encontraban la revista que Ramón había doblado. A él le agradaba ir a buscar las revistas de Rita porque habría que encontrarse con Lázara, la del primer puesto de revistas,
(feo nombre bonita cara)
ya le conocía y le saludaba como a cualquier amiga, si sólo las tuviera. Ella le coqueteaba un poco, y Rita poco celosa e ingenua no se daba cuenta, pero no habría de que preocuparse porque ellos eran ¿pareja?

—Hola, hombre —dice Rita— cómo estas.
—Un poco desesperado, dónde estaban.
—Por ahí, ya cállate— dice Ramón mientras le ofrece una silla a Rita.
—¿Cómo vas con tu tema intrigante del quinto punto cardinal?
Ramón lo piensa un poco, no quiere parecer obsesionado con eso.
(sólo fifth wey)
—Leímos algo en la revista Paranormal.
(gracias Rita gracias por hacerme parecer un loco)
—Sí —continua Ramón, ya que—, habla de donde empezó todo, en Inglaterra, pero ya, hablemos de otra cosa.
—Yo podría decirte cual es el quinto punto cardinal —dijo Hans terminando esta frase con una sonrisa burlona—. Es mas, hay mas de cinco de esos.
—¿En serio? —preguntó Rita ingenuamente.
—Sí, por su puesto. —Y ahí viene la estupidez, pensó Ramón— ¿El noroeste te suena? ¿O acaso el sudoeste?
—Tonto —sonrió ella.
Ramón sólo le miraba sin nada que decir o expresar.
—No, ya, enserio, no recuerdo donde leí algo sobre ello, pero recuerdo que decían los que han vivido esto que lo recuerdan como un sueño, como un vago recuerdo, y que este acto de la mente lo atribuyen al efecto que provocan las imágenes del quinto punto —levantó su taza de café y sorbió un poco. Para Ramón parecía no haber pasado ningún día desde la última vez que le vio en el mismo lugar, creía que había sido exactamente hoy hace unos momentos— Esto, claro, antes de que murieran por locura.
—¿Cómo locura?
—Sí, Rita, bueno quiero decir, a causa de su locura se suicidan, creen que les vigilan, o que monstruos Lovecraftianos los van a matar, cosas por el estilo.
—¿Y crees en eso?
—Pregúntame mejor si creo en Dios —y sorbió su café.
¿Crees en Dios?, pensó ella.

(Hans hay algo que se llama libre albedrío)
Ruta 2.
Había esperado encontrar un terreno baldío pero todos aquellos terrenos que recordaba de su infancia habían sido invadidos por casas de personas que, como decía Ramón, tomaban su lugar en la sobrepoblación del mundo. Habían hecho (él y sus vecinos) una pista para bicicletas con rampas y caminos por entre las ramas secas y algunos trotamundos que aun no empezaban a viajar —algunos de ellos llegaban a quedarse en medio de las calles y a Ramón a sus doce años creía estar en una versión de alguna película del oeste donde había calles asfaltadas y carros en vez de carrozas. Pero pronto todo eso desapareció y llegaron vecinos antisociales, uno jamás llega a conocer realmente el número de habitantes en esas casas.
Pero para que hacerlo en un pequeño terreno donde puede ser visto por los vecinos cuando lo puede hacer en el terreno mas grande de la ciudad. Cinco kilómetros adelante por la misma avenida de Salvador Nava, y boila, el Parque Tangamanga I, con su árbol de Navidad que constituía en un poste de aluminio del cual partían de la cima varios alambres para sostener las series de luces. Bajó sobre la entrada del parque y caminó por su avenida principal para automóviles mientras pensaba en algún lugar a donde las personas no pudieran tener accesibilidad.
Recordó un día lejano de la preparatoria cuando unos amigos le invitaron a tomar unos tragos al parque, esos días de paranoia alta (por sentirse vigilado) por miedo a que les descubrieran con alcohol dentro del lugar. Pero jamás pasó nada, era un lugar alejado de los caminos. Además de otras veces años antes cuando su nueva pequeña generación de amigos lo invitaron a tomar en frente del camino sin que algún vigilante les advirtiera. Entre mas obvios mas difícil sería de descubrirles.
Caminó un rato por los caminos y cuando recordó el lugar exacto caminó por entre el follaje hacia el sudoeste hasta hallar una palapa.
Miró al cielo, un avión se acercaba muy bajo hacia él, pero aun lo suficientemente alto para no chocar con algún edificio. Espero que pasara —y que no cayera nadie de ahí y le dijera aléjate de ahí, hijo, esta prohibido caminar solo por el parque— y entró. Se sentó en una de las bancas del hexágono que consistía la palapa, estas, con respaldo de tronco. Y, reflexionó por un momento.
Seis de la tarde en su reloj, pronto cerrarían. Estaba oscureciendo y si no se apuraba vendría alguien a sacarle, si le encontraban.
Sacó una bolsa de plástico de la bolsa de su chaqueta. Contenía seis de los gises que había comprado. Se acercó a la entrada del lugar y midió de ahí a la mesa central mentalmente y con un gis trazó el pentágono que había visto en la revista. Como aquel para hacer fracciones en la primaria.
N, S, E, O, respectivamente en cuatro de las partes del lado izquierdo de la figura, dejando un quinto espacio entre Norte y Oeste. Le pasó por la mente a su maestro de coro trazando en el aire el tiempo y ritmo de la canción con el dedo índice: arriba abajo izquierda derecha.
Se paró al centró del pentágono y cerró los ojos como recordaba estaba escrito en la revista de Rita. Levantó la cabeza y extendió los brazos hasta un ángulo de 45 grados. Era un cristo recibiendo los rayos del sol de Dios. Al menos eso parecía bajo el techo de aquella palapa.
Se concentró un poco, respiró hondo y a continuación levantó el pie derecho sintiendo una leve atracción hacia donde él sabía que estaba aquel espacio en blanco.
(¿sugestión?)



DOS

La ventana del mensajero parpadea sobre la barra de tareas en el ordenador.
Ram dice:
acabo de despertar, perdona ke haya tardado.
Matilde dice:
no te preocupes, andaba ocupada mientras, jeje. Y has soñado algo?
Ram dice:
no, nada, pero tengo algo raro que contarte.
Matilde dice:
a ver, cuenta ya.
Ram dice:
bueno, recuerdas ke te he contado hacerca del quinto punto cardinal, el tal Quinto? Pues…
Matilde dice:
aja?
Ram dice:
ayer intenté entrar, y lo he hecho, ha sido bastante extraño.
Matilde dice:
sí, supongo, pero anda, cuenta que ha pasado.
Ram dice:
ammm, bueno, precisamente lo recuerdo como si hubiera sido un sueño, porque además no recuerdo haberlo hecho ayer. Estuve en el café con mi novia y un cuate. Total. Fui al parque y marque el pentagono donde nadie me pudiera ver, lo extraño es que mi pie fue jalado hacia el Quinto, no se si realmente he sido yo, pero podría asegurar que ha sido alguna energía, eso no lo he leído en las revistas. Inmediatamente a mi alrededor pasaban imágenes, me recordó al saloncito de cuentos de Timoteo, un programilla que hacia andres bustamante…
Ram dice:
pero tal vez nunca lo viste porque era de aquí de México. Bueno, eran imágenes rápidas pero al mismo tiempo podía contemplarlas una por una.
Matilde dice:
wow!!!!
(sí wow según tu
sólo escúchame y sígueme la corriente)
Ram dice:
sí, pude ver desde dinosaurios hasta pulpos gigantes de varios ojos al fondo del mar, no sé si existan pero ahí estaban. Miguel Angel, la batalla de independencia mexicana, extraños objetos voladores sobre las piramides de Palenque en Chiapas, jajaja, y algunas escenas de personas caminando por las calles con mascarillas
Matilde dice:
que???
Ram dice:
Así fue pero acabo de descubrir algo que me ha salido en mi brazo derecho, algo verde medio mohoso. crees que tenga que ver con eso? tampoco lo he leído en las revistas.
Matilde dice:
No lo sé, Ram, pero revisate
Ram dice:
espera, me han caído algunas bacterias mientras estaba dentro, eran gigantescas, eran de unos alienígenas que hablaron conmigo sobre nosotros
Matilde dice:
lo dices tan normal
Ram dice:
fe bastante normal, lo fue, créeme, pero eso no es lo malo, es que esas cosas me estan atacando ahorita
Matilde dice:
calma Ram

Después, había estado en la bañera por mas de dos horas, intentando hacer desaparecer esa mancha con el estropajo. Una hora mas tarde, había salido de casa con una chaqueta —que aunque fuera invierno el clima había estado caluroso, era una región seca— tan sospechoso como un joven con chaqueta en Paquistán con explosivos por debajo.
Se dirigió a una de las tantas farmacias Guadalajara, aquellas en las que pueden vender lo que sea menos condones en la esquina. Mientras algunas personas bajaban de sus autos para entrar al establecimiento, Ramón apuró el paso para preguntar sin tenían…
—… algún medicamento para quitar el moho de la piel.
—¿Disculpa? —Preguntó la farmacéutica. Se3 escucharon algunas risas detrás de él. O no ha entendido o se le hizo bastante extraño, pensó Ramón.
—A… a… algún medicamento —Ramón se arremangó la chaqueta y le mostró la mancha verdusca que tenía en la piel— Mire.
La mujer se acercó por sobre el mostrador para mirarle mejor, sus ojos se movían de un lado a otro buscándole algo.
—No veo nada, dónde exactamente.
—Ahí —dijo él con el dedo índice tambaleante, tenía miedo de tocarse e infectar otro lado de su cuerpo—, ahí mismo.
—Ammh, —dijo la mujer tras el mostrador, para trabajar ahí solo le tuvieron que enseñar a vender— creo que puedes usar la Vitacilina. Sirve para todo.
Uuuh, que acertada respuesta, pensó la cabeza confundida de Ramón, aunque un tanto decidido a usar lo que sea que una farmacéutica detrás de un mostrador le sugiriera ¿Quién habría de saber mas?
—Deme uno.
—Puedes tomarlo del mostrador.
Tomó uno y se lo dio a la mujer para que se lo cobrara.
Para la noche de ese día ya tenía una plasta de esa substancia espesa sobre la mancha verde y una banda encima. Habría crecido un poco la mancha hasta entonces pero lo que creció mas fue su frecuente paranoia de chico de diecinueve años con timidez extrema.

—Ramón, donde estas, te estoy esperando —decía Rita del otro lado de la línea.
—No puedo salir ahora, amor, estoy ocupado.
—¿Cómo ocupado? Ya habíamos quedado de vernos.
—Sí, pero…
Rita cuelga, Ramón se pone nervioso pues nunca ha quedado mal con ella y ahora le remuerde la conciencia. Regresa al baño donde ha pasado la última media hora de su vida viéndose al espejo el brazo derecho. Mira que ha crecido la mancha, la cosa espesa que compró en la farmacia no funcionó, ahora es más oscura y el moho parece crecer como bellos pequeños. Sale harto de ver esa
(guacala)
mancha, regresó a su habitación y se pone la chaqueta, sólo para cubrir su brazo. Cierra su habitación, tiene miedo de que su madre le vea y le pregunte si se siente bien, aunque nunca lo haga, o su padre, que sólo le dirá hola. Debe esconderse y guardar el secreto de que alguna vez estuvo en Quinto. Si existe.
—Ramón, ha llegado Rita. ¡Ven a recibirla! —grita su madre desde la planta baja.
Ramón no contestó. No quiere verla a ella ni a nadie, no quiere infectar, si es posible, a alguien mas y que se pueda sentir como ahora se siente él. Se ha olvidado completamente de Quinto y ahora sabe que por culpa de sus tonterías a contraído eso a lo que le llama simplemente pendejada.
—¡Ramón! Te esta esperando.
Inmediatamente se escuchan ruidos en la puerta, es Rita que ha subido y esta tocando a su habitación.
—Ramón, ¿estas ahí? ¿Qué te pasa?
—Nada, nada, estoy ocupado, no puedo verte ahora.
—Me voy a enojar, wey.
(esta enojada pendejo)
—No, no, espera, ya voy.
Abrió la puerta, pero…

… empujó a Rita con el brazo mientras trataba de equilibrarse para no caer y continuar por las escaleras, llegó a la puerta y esquivó a su mamá que regaba las plantas de la cochera.
—Ramón, ¿A dónde vas?
¡RAMÓN! Se escuchó gritar a lo lejos a Rita, mientras él corría por la acera hacia ningún lugar realmente.
Había sido algo inesperado para Rita y la madre de Ramón, jamás lo habrían intuido, pero no había alguna razón que alguna de ellas supiera. ¿Ahora a dónde iría?

Más que a la casa de Hans Sachs.
Pero Hans, no le creería que haya estado en Quinto o Fifth, y si lo creía, diría que esta loco, o se volvería loco, y su paranoia crecería, y su cosa verde le comería vivo.
Hans vivía en la colonia centro, sobre reforma (cerca de la casa extraña en medio de la calle), si no estaba ahí estaba en el café. Ramón había tomado el ruta 15 para llegar a él. Tenía miedo de la gente, cuando le dio el boleto de estudiante al chofer procuró hacerlo con la mano izquierda, la otra estaba en la bolsa de la chaqueta para que por alguna casualidad, alguna vellosidad del moho lograra asomarse. La gente le miró examinadora, ¿hacía tanto frío que no se habían dado cuenta?, ¿está loco ese muchacho?, ¿sí? Sólo un poco. Encontró un lugar vacío en el penúltimo asiento de la izquierda, alejado de las personas a dos asientos a su alrededor, asegurándose girando la cabeza como un búho con los mismos ojos de asombro. Se arremangó un poco el brazo derecho sin dejar de vigilar si alguien pretendía bajar y miró el moho
(oh dios que mierda tan grande)
que había crecido ya bastante. Se bajó la manga rápidamente. Sostuvo su mano izquierda con la otra, temblaba tanto como el parquinson del Papa Juan Pablo II pero acelerado.
Calma, calma, pensó para si, pero no había nada de
(pinche)
calma, sintió un casi imperceptible dolor en aquella zona. Podría ser su mente, o podía ser verdad pero ahí estaba y crecía poco a poco, y no pretendía hablar mas de ella por su nombre. Pronto llegaría con Hans.

Ya abajo del camión, le daba comezón la zona, trató de no rascarse por encima de la chaqueta por no infectarse los dedos de la mano, en ese mismo instante recordó los dedos de Owen Underhill en El Cazador de Sueños y pensó que tal vez podría generar telepatía.
Se desesperó y arremangó la chaqueta.
—La zona ha desaparecido —susurró.
—¿Qué dices? —preguntó un viejo que daba vuelta a la esquina— ¿Qué tienes ahí muchacho?
—¿Lo puede ver? —le sorprendió por un momento.
—¿Ver qué? Sólo pregunto si te pasa algo que te miras muy extraño.
Ramón no se había dado cuenta que estaba realmente hablando con un viejo al que no conocía, así eran todos los viejos en San Luis Potosí, creen que pueden hablarle a cualquiera como si no existiera ninguna barrera de intimidad o regla para conocer a alguien, o la amistad, pero ellos sólo son ellos, la gente joven de esa ciudad era la que se molestaba por esa confianza excesiva.
Continuó camino a casa de su amigo sin despedirse del viejo que había conocido, y ¿para que hacerlo?, pensó, he conocido a borrachos que jamás vuelvo a ver.
Se tranquilizó un poco. Llegó a la puerta de Hans, de madera con una pequeña gárgola a la que le colgaba un aro de metal para tocar la misma. Dudó un poco para que había venido y si él le creería.
Y se abrió la puerta.
Era Hans, le asustó ver a alguien parado frente a la casa.
—Eres tu, idiota—estaba acelerado su corazón—, me has asustado. Te anda buscando Rit…
—Cállate la boca. Si llama no le digas que he estado aquí.
—Oye, oye, pasa. (que estas loco o que)
—¿Qué dices? —preguntó Ramón mientras pasaba al pasillo oscuro de la casa.
—Que pases, wey.
—Si, pero después de eso.
—Mmmmh, ¿nada?
(¿nada?)
—(nada o qué es que me escuchas mis pensamientos)
—Sí.
Pasaron a la habitación de Hans, él directamente se sentó frente a la computadora, dándole la espalda a Ramón quien se sentó en la cama. La habitación era igual de oscura que el pasillo, la luz era opacada por una cortina color vino que daba un ambiente a la habitación de un lugar sensual y calido, y realmente lo era según Ramón y Rita en otras ocasiones.
—Y ¿a ti que te trae hasta aquí? (cualquier cosa que sea será por loco fugitivo)
Ramón se arremangó la chaqueta nuevamente y la zona había regresado. Se alteró su presión arterial, el parquinson había regresado.
—Hey. Estoy chateando con Maria, entró desde la mañana. (locolocolocoloco mira que chateo con la chica que me gusta y pienso fajarme locolocoloco) ¿Estas aquí? —a Hans le extraño la no respuesta y giró su cuerpo hacia…
… la botella de coca cola que se estrelló tras la sien del lado izquierdo de su cabeza. Perdió el equilibrio y calló de espaldas rompiendo una pata de la silla de jardín. Se golpeó la nuca sobre el suelo produciendo un sonido hueco y murió.
Que frágiles somos, pensó Ramón. Abrió los cajones del pequeño buró al ladote la cama sin saber que buscaba, aunque muy en el fondo lo sabía. Condones, lápices B y HB azules, algo de dinero que tomó sin dudar y algo mas, algo que brillaba y había tratado de robarle a su amigo varias veces, la pistola-pluma que le había regalado el padre de su amigo antes de morir por una bala perdida en el campo de un club de tiro. La tomó al igual que la cajita de municiones jamás utilizada.
Cuando este en problemas en mi propia casa y ustedes estén aquí, les había dicho Hans a sus dos amigos que eran una pareja tonta a su criterio, aquí esta ésta pequeña pluma por alguna emergencia. Y esto ¿era una emergencia?
Le dedico una ultima mirada al cuerpo de su amigo y sintió un escalofrío, había llegado algo de sangre hasta el converse de Ramón manchando la suela.
(todos usan converse aquí
nadie va a notar nada)
Salió caminando de la habitación y el pasillo.
—(pero claro déjame muerto y sangrado al cabo que jamás fui tu amigo locolocolocoloco)
Abrió la puerta y encontró del otro lado levantando la mano a Rita. Palideció al instante.
—¿Todos palidecen cuando se abre esta puerta o qué? —empujó a Rita que le estorbaba la entrada.
—¿De qué hablas? ¿A dónde vas?
Rita insistía una respuesta siguiendo a Ramón que cruzaba la calle.
—¿A dónde vas? Dime ya.
El semáforo de la esquina se puso en verde. El semáforo de peatón había cambiado a alto mientras Ramón ponía un pie sobre la acera siguiente. Su novia que venía atrás observó detenidamente una mancha roja en la calle con rombos dentro de rombos.
Es sangre, descubrió Rita, es sangre de Hans. Ramón ha matado a Hans.
Pero era tarde para alcanzar a Ramón que no miró a su espalda, porque pudo haber visto a Rita ser arrollada por un jetta plateado.
(¿y ahora que dios también va a morir?)


Alguien saltaba contra las paredes acolchonadas de la habitación y no era Daria. Trataba de zafarse de una camisa de fuerza blanca, y no era ningún mago en un acto frente a un público.
Algunos le vieron entrar al supermercado, un chico gordo y grande le empujó con el hombro porque le había estorbado el camino y este, el de los golpes a la pared, le había soltado algo de plomo en la cabeza con una especie de pluma, a otros les rozó con el brazo (algunos aseguran que tenía algo verde y peludo en él). Un guardia le agarró y le destrozaron el pene con un balazo de pluma. Habían llamado a su madre cuando le controlaron. Ella le identificó, pero no pudo hablar nada con él.
Tiempo después se le acusó de matar a Hans Sachs, pero el chico, Ramón, no entendía eso, entendía que había estado donde muchos no, que había visto extraterrestres que le estornudaron bacterias gigantescas como si todo fuera un sueño. Los dinosaurios, la batalla de independencia, todo parecía un sueño pero la zona, el moho, eso había sido bastante real. Aunque los médicos nunca le encontraron nada.
(eso quieren creer)
Al menos no había muerto como los otros de Quinto.


Guillermo Reyes y Reyes

Texto agregado el 26-01-2006, y leído por 131 visitantes. (0 votos)


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