UNA HISTORIA
Una historia que acabó mal, un rostro que yo no vi ni veré jamás, y todo por culpa de su final. Tal vez canciones traerán de vuelta la maldición que cargó con su muerte; en una nota cualquiera, tal vez, pueda estar el lamento que no se escuchó, la última mirada que nadie, nadie vio. Y allí está su historia, bien o mal contada, mas ahí está. Llorada, narrada y manejada, sin detalles que lo describan bien, mas muchos inventados para exagerar. El aire, el cielo, las paredes, el cuadro antiguo que quieren sacar, el reloj caído por descuido, los ratones de arriba zapateando sus miserias, todo… todo parece ser él que lo viene a contar otra vez. Todo dice su nombre (que no sabemos cuál es) y se le llama, sí, algunos le llaman sin respeto y sin querer, pero le llaman, como conectados secreta y automáticamente a su alma. Le llaman para aclarar, para detallar, para preguntar, para saber… porque una historia siempre debe saberse, conocerse, explorarse, descascararse, entregarse y nunca, pero nunca olvidarse.
Y él está. Sí, el puede venir después de tantos años. Puede venir ahora que tenemos su historia, porque fue eso mismo que se lo llevó. Está con las palabras de un narrador obsesivo que se apoderó una vez de ella y no quiso soltarla jamás, está en las conversaciones ajenas, de vecinos curiosos que nunca supieron con detalles cómo aconteció, pero bastó con saber apenas lo que aconteció, para comentarlo y recomentarlo hasta atraer a las mismos espíritus con la desgarradora crónica. Mienten algunos, mas ahí está… un personaje, un drama con sangre, amor y traición, una mujer a la que su propia víctima maldijo, y un hombre arrepentido pagando durante años la culpa de matar, de matar sin saber a quién ni por qué, tan sólo matar. Ahí está, archivada en el corazón de personas que lo amaron, y bien guardada por los que se asombraron. Ahí está su historia, él murió, dicen que nunca se muere de verdad cuando no se olvida, mas él murió, como todos mueren. Enterrado de boca abajo, en un cementerio general de la ciudad, con una lápida escrito su nombre y período de su tiempo aquí en la tierra, él murió. Algunos señalan que cuando son asesinados, nunca se van definitivamente del mundo y quedan vagando por los espacios vacíos, pero no… él se fue. Se fue porque apenas su historia quedó. No necesitó quedarse él. Su historia lo dejó para siempre aquí, entre nosotros, entre personas como yo, que por casualidad, una tarde cualquiera, de aburrimiento y sin saber qué hablar, una mujer me narró.
FIN
|