Martina estaba ahogando sus penas en un vaso de whisky con hielo, mientras tanto, sonaban piezas de violín, piano y una voz masculina con letras de desamores, allá en el fondo del local.
Su mirada estaba perdida en aquella mesa redondita, entre la ténue luz de la vela y el humo de sus cigarrillos, que formaba una estela a cada bocanada
Sus ojos eran cómo el cristal, brillantes, vidriosos por las lágrimas que de ellos brotaban y resbalaban por sus mejillas, estaba inmersa en un profundo dolor, por el adiós de su amado Javier,había sido un adiós sin fundamento y ella no paraba de darle vueltas al porqué.
Javier la amaba, pero no podía corresponderla, estaba enfermo (ella no lo sabía) y el no quería hacerle daño, (...no pensaba que así la estaba dañando mucho más), mientras tanto Martina le daba vueltas y vueltas a su cabeza , ese adiós... ¿Por qué?, ahora que habían encontrado ambos la felicidad...
Habían transcurrido cómo un par de horas de aquella despedida, y ella estaba sentada en la misma mesita que tantas horas habían compartido.
De pronto notó unas manos heladas, era Javier, a Martina se le iluminó el rostro al verlo, tomó asiento.La tomó por las manos y se las besó con toda la ternura del mundo, le susurró al oido que lo sentía mucho que él estaba peor que ella, que lo perdonara y la fundió en un inmenso y profundo abrazo, notó su calor, sus lágrimas, su amor.
Era dichosa, él le secó aquellas lágrimas que bañaban su cara y mirando esos ojos llorones le dijo:
-Martina...Júro no volverte a dejar jamás.
a lo que Martina respondió:
-Hasta que la muerte nos separe.
-Jamás te dejaré amor (replicó él)
Se fundieron entonces en un cálido abrazo de amor, hasta que Martina notó que Javier no la apretaba junto así, el abrazo fué flaqueando, hasta caer su brazo hacia el suelo...
Fué el peor momento de su vida...
Les sorprendió la muerte y les quiso separar para siempre y romper aquel bello amor. |