Busco admiradora

Mi cabeza estaba rayada, como cuando hablas por teléfono y coges un papel para entretenerte. Estaba sentado en un café, tomando agua embotellada, vestía mas elegante que de costumbre. De manera narcisa coqueteaba con un espejo gigante, me estaba ahogando, asfixiando con palabras indecisas que dramatizaban mi impaciencia.

Una admiradora, me había escrito, decía que admiraba todo lo que yo hacia, no era muy especifica, pero por sus palabras había seguido mis pasos muy de cerca y no podía disimular la emoción de un encuentro conmigo, pero bueno ¡solo era una carta!. Si solo una carta a la cual yo respondí de inmediato con una carta mucho mas breve, no quise ser tan evidente, así que aplace tres meses la cita que ella había propuesto, argumentando que estaba ocupado, escribiendo mis memorias. En los siguientes tres meses mi carta no encontró respuesta alguna.

Acepto todos los cargos, fui un mentiroso, mis memorias se hubiesen podido escribir sin vanidades en un par de horas. Era el precio de la admiración, pues creo que mi emoción era mas grande que la de ella misma, hay, en su presencia pudo haber concluido mi vida, pero no, aplace el éxtasis de entregármele en cuerpo y alma, por el miedo a verme como un humano desesperado. En los días en que no tuve respuesta, solo me quedo el fetiche de imaginarme suyo.

Estaba lleno de optimismo, de absoluciones propias, de excusas consoladoras, que remediaban por instantes mi tristesa. Así, que aun sin respuesta asistí a la cita que yo mismo habia hecho y de alguna manera había llegado mas de tres meses tarde, yo diría que años. Pensaba en lo que pudo haber pensado ella para no escribirme, y todo concluía en mis propias palabras, -Soy un imbecil-.

Estuve esperando tres largos meses por ese momento, así que había ideado, las proporciones exactas de espera, la iba a esperar veinte minutos máximo.

Ella se sentó en mi mesa dos horas después, Lo que era increíble, era que había llegado a tiempo, solo que se había sentado en otra mesa, Y yo en mi escena estaba sentado en una silla, una mesa para dos, rodeado de telones negros, en mi enclaustrado mundo no me había percatado que ella miraba desde la minima distancia con un gozo incomparable, mi desesperación. Ella llevaba la cuenta de las botellas de agua que me habia tomado, y por lo tanto de las veces que había tenido que ir al baño.

En los sueños que podía controlar, yo le hacia siempre la misma pregunta, a diferencia de lo que pasaba en ellos, tuve que actuar por unos minutos en el papel del hombre de hielo, le salude como le hubiese saludado dos horas atrás, frío y controlando que de mi boca salieran la mínima cantidad de palabras, decidido a que se notara que realmente ella era la admiradora, y nunca, óigase bien, Yo el admirador. Pero ha diferencia de mis sueños, tuve que hacer las preguntas por ella, preguntas como: "y que es lo que mas admiras en mi...", a lo cual me respondía no solo con evasivas, sino con datos de su vida, que lamentablemente, eran mas interesantes que mi vida misma. En el colmo de mi cita, ella dijo que se tenia que ir, y en mi papel de “admirado” frío y calculador no podía detenerla, pero hice algo que evidencio mi derrota, le pedí su numero, por que ella jamás pidió el mío, y le pedí una ultima cosa, le pedí que me respondiera lo que aun no me quedaba muy claro, y le hice una ultima pregunta: -¿Qué es en realidd lo que admiras de mi?- y ella respondió: -Tu capacidad para mentir-.