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La noche en que murió toño, yo estaba en mi casa viendo la novela de las ocho y ni me acordaba del viejito, más bien de su hija que ese día estaba celebrando que por fin había conseguido trabajo.
Con hambre y cansado llego ese día a la piecita de alquiler, esperando como siempre entre sumiso y humillado que su hija le sirviera lo que ese día en su majestuosa voluntad le había dado la gana de prepararle, era día de changua: leche, huevo, unos pedacitos de cebolla, sal y otros ingredientes.
La vecina de al frente chismoseaba por la ventana y dijo que había visto a la hija con una sonrisa amorosa sirviéndole la comida a su padre, el de la tienda dijo que la había visto escoger los mejores huevos y la mejor leche, par la comidita de su papá, pero el de la droguería dijo: que muy temprano la señorita había comprado el veneno más fuerte, diciendo que quería matar ratas y una que otra alimaña.
La llovizna que cayo después no fue ni presagio, ni anuncio de nada, mas bien refrescó la noche calorosa por el día de verano pero eso si, fue cómplice del asesinato, por que cuando el asesino se rió tan fuerte, el tejado y el eco de la lluvia oculto su maldad.
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Texto agregado el 25-01-2006, y leído por 87
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