La vida es una lata
Solemos estar enlatados; a veces prisioneros o, en otras, aburridos.
Y así resulta que esta gran prisión metálica, que nos rodea, consigue oprimirnos y quitarle sentido a nuestra vida. No hay prácticamente disciplina que se niegue a cooperar, manos ejecutoras se encargan de acomodar y controlar –cual sardinas- a los que asomen la cabeza. Las herramientas, simples: tapar la cabeza o decapitar. En caso contrario, sería imposible sellar la lata, encajar y, posteriormente, adocenar.
Pero no se crea que al interior de este tarro solamente hay quietud; por el contrario, todas las organizaciones externas –incluidas las internacionales- tienen sucursales, y en constante movimiento, así podemos encontrar representaciones del ámbito educacional, político, financiero, obviamente económico, muchas religiosas, pocas de salud, etc.
Es más, podríamos decir que si éstas no marcaran su presencia al interior del envase, casi, no tendrían razón de ser y, tampoco, utilidades. Estos aportes y otros (como los medios de comunicación masiva), sin duda, logran mantener la lata viva.
Tal parece que este envase no tan sólo está libre de abolladuras, sino que también tiene un muy atractivo envoltorio, pues resulta que por estos días, además... se exporta.
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