Resulta que Bronachón, el Gorrión Celeste, se acercó a su amigo, el “Zorzal Azul y Boludo”, para contarle sus sueños y sus fantasías de Tigre. Y lo hizo con un poco de vergüenza y timidez, era normal: estaba a punto de abrirse por entero a su amigo, se iba a rajar las entrañas de punta a punta para mostrarse tal cual era,... o tal cual quería ser.
Bronachon comenzó a contarle todas sus fantasías al “Zorzal Azul y Boludo”, y mientras lo hacia, iba entrando en una especie de trance, en un éxtasis vibrante que le hacia brillar el celeste de sus plumas como nunca antes, parecía lucir un celeste fantástico e irreal.
Una vez que Bronachon terminó de hablar, el “Zorzal Azul y Boludo” comenzó a desplegar su discurso de reprobacion:
- ...Y tercero que no tenés pasta para tigre...
... mirá, Bronachón, sos un Gorrión Celeste,... que se te dió por esto de ser Tigre?...
... pensás que es fácil?... sabés el cuerpo que hay que ganar? los colores que hay que cambiar? ...hay que conseguir los dientes y los colmillos y tenes que estar practicando movimientos lindos para que cuando los habitantes de la selva te miren, digan:
“si! es un Tigre!, ...y que flor de Tigre!”
Ahh! Bronachón! Sos un Gorrión!,... uno pequeñito,... y con una cabecita que piensa por tres leones.
El “Zorzal Azul y Boludo” hizo una pausa, luego, alzando sus alas y dibujando en el aire un cartel invisible, continuó:
- “Bronachón quiere ser Tigre”
...Que ideas locas que tenés? Se te rajó la razón al medio! Se te ampolló el juicio! Un Gorrión Celeste con el pico chiquitito queriendo ser Tigre Macho y Cazador! Por favor!
Las palabras del zorzal iban entrando en el corazón de Bronachon, una por una, como flechas heladas, mientras su hermoso celeste fosforescente se iba desluciendo, poco a poco.
Cuando Bronachoncito, el gorrioncito, finalmente terminó de escuchar estas palabras, se retiró cabizbajo, mirando el suelo.
Su amigo, el “Zorzal Azul y Boludo”, lo miraba desde atrás, invadido por una rara mezcla de compasión y una extraña sensación de triunfo.
Y Bronichin se iba caminando, despacito,...ya ni volar quería. Caminaba lento y con la cabeza examinando el piso, su hermoso color celeste se había apagado por completo.
Ya no lucia la “Potencia del Celeste”, sino el atuendo gris de la desilusión.
El Zorzal continuaba mirando la espalda abatida de su amigo el gorrión, lo observaba alejarse de a poco. Y mientras lo miraba pensaba,...pensaba muchísimo. Miraba el cielo, miraba el suelo, miraba las copas de los árboles que cobijaban a todas las aves del bosque... y pensaba, pensaba en la seguridad de los nidos y en las locuras de Bronachón.
En el corazón del Zorzal comenzaron a agitarse los fuegos tranquilos de la compasión. Había despertado en él una emoción de falso amor, de falsa conmiseración.
De repente, fijando su mirada de zorzal boludo en las ramas de los árboles y en los nidos pomposos... abrió sus alas como pidiendo clemencia y gritó:
- Por dios Bronachon! ...que cabecita!
Luego retorció un poco su cuerpo y adoptando una posición de fiera salvaje, exclamó:
- Bronachón... el tigre terrible! ...grraaau!– y con su ala tiró un zarpazo al aire.
Una vez que terminó de burlarse, el zorzal se sentó en la tierra húmeda de la noche. Dejó caer su cabeza hacia atrás y su mirada se perdió en las estrellas. Su figura de pájaro se recortaba sobre el horizonte. Estaba completamente solo, contemplando el cielo majestuoso.
Y así sentado y tranquilo, con la paz del héroe que ha vencido, susurró bajito en la oscuridad:
- ... de todos modos el naranja de tigre no le quedaba bien.
De repente, el silencio oscuro de la noche se interrumpió. Unos pasos pesados se dirigían hacia el. Un par de ojos se encendieron en las tinieblas... y una voz omnipresente que retumbaba en el bosque, le dijo:
- ... amigo zorzal... y este color?... me queda bien?
Y la luz pálida de la luna proyectó la imagen del tigre mas hermoso que se haya visto,...
era un “Terrible Tigre Celeste”, que con su cuerpo iluminó fugazmente todo el bosque... para luego desaparecer... como un relámpago.
Inmediatamente después, la noche volvió a hundirse en la más negra oscuridad y, de lo más profundo del bosque, comenzó a brotar un murmullo envolvente:
- Pude haber sido... y no me dejaste. – susurraron los ecos de la noche.
Entonces el Zorzal comprendió que su discurso había sido un crimen.
- FIN -
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