Nadie mira a nadie. Nadie habla con nadie. Nadie toca a nadie. Sólo silencio. Tensión. Miradas perdidas.
No pueden salir, las paredes son su cárcel, las ventanas cerradas con llave. El miedo, el nerviosismo se apodera de todos los rehénes.
Alguno se muerde las uñas, otro lágrimea, los más atrevidos descuelgan el telefono e intentan comunicarse.
Así van transcurriendo las horas, los minutos, los segundos... qué eternidad! La incertidumbre de no saber cuando podrán ser libres.
Y entonces el raptor anuncia que en breve podrán ir a sus casas, pero que mañana tienen que volver a su cautiverio.
No más de quince minutos y todos recogen sus cosas con rapidez. Con sonrisas en la cara se les oye comentar: ¡Por fin otro día de trabajo ha terminado!
Texto agregado el 24-01-2006, y leído por 272
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Lectores Opinan
25-01-2006
Pones un dardo en la médula neurálgica de la sociedad actual. Conciso y consistente. x*5 poenauta