Afortunada, o desafortunadamente como se quiera, estoy ya seguro de mi decisión. Cuando tienes cuarenta años y una vida por detrás (no por delante), no puedes ser tan orgulloso. Esto, por supuesto, incluye al amor. Cabe pensar en escoger cuando aún estás joven, cuando tienes una vida (aún por delante) y no incontables años de soledad que se confunden en tu memoria.
Claro, no pretendo convencerlos de que he estado completamente solo durante veinte años; por supuesto que no. He tenido muchos amigos, un par de novias y alguna aventurilla ocasional. No, no he estado solo pero es como si lo hubiese estado.
Recuerdo haberla visto en... una reunión. De qué sé yo grupo juvenil o quizá una fiesta, o en un bar cualquiera. Todo lo que sé es que no éramos los únicos allí pero para mí era como si así hubiera sido. No era, en verdad, una mujer hermosa, pero a mi juicio era excepcionalmente bella.
Sí, eran sus ojos, aquella indefinible expresión de miedo que clareaba sus pupilas, era su rostro crispado en un éxtasis de casi palpable feminidad, era toda ella y su inédita presencia que nunca había soñado ni querido, nunca hasta ése instante.
Doctísimas plumas y geniales pinceles si hubiesen necesitado para describir y pintar su imperfecto cuerpo. Sordos y algo rudos eran los ademanes en sus primorosas manos; verbo indelicado y poco florido léxico era su común lenguaje, mas con él estremecía a la vez la virtud y la intemperancia. Lenguaje angélico no hubiese precisado con mayor gracia las vicisitudes de la existencia.
Cuál había dicho que era su nombre?, sí, era . Dichosos aquellos seres que hubiesen podido escucharlo de sus propios labios, que parecían convertir en sueño cuanto tocaban, cual si fuesen una paradoja de Midas.
Del saludo al comentario, del comentario a la charla y de allí un salto mortal a la confidencia. Una semana bastó para que nacieran rumores de idilio y otra eterna semana para que éstos se convirtieran en verdades.
Con verdadera ansiedad esperaba sus ocasionales llamadas, vigilaba su menor aliento, buscaba su más leve rastro en los sitios que nos resultaban comunes. Nunca tal hiciera, en tan sólo dos semanas más asfixié sus amorosas intenciones. Dos días más tarde de cumplir nuestro primer mes, se fue y nadie volvió a saber de ella. Nadie, excepto yo...
Han pasado veinte años. Hace tan solo tres meses que conocí a Bibiana y vamos a casarnos esta tarde. He venido a visitar el sepulcro de mi eterno amor y a pesar de que ustedes puedan juzgarme impío o demente, sólo Dios sabe cuanto me ha costado su ausencia que yo mismo he causado miserablemente, sólo Él puede juzgarme y perdonarme y sólo Él, sabe cuánto cansancio y tristeza me embargan ahora, después de veinte años de su... ausencia.
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