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“De repente, escuché un ruido… tenía los minutos contados...”

Había salido de una audición por la que tenía muchas expectativas. Me había preparado especialmente para aquella ocasión… pero mis esfuerzos no alcanzaron para demostrar mis habilidades. Mi familia me veía feliz, eufórica y ansiosa antes de salir de mi casa, mas ahora solo era una pobre infeliz, que sumaba un nuevo rechazo a su diario. Quizá éste no era el papel indicado para mí. Decidí no deprimirme, y seguir intentando.
Ya eran más de las 8 de la noche, pues había estado bebiendo varias horas en un viejo bar. Después de tomar un par de copas y ya cuando el monedero no daba más, partí hacia mi casa.
Llegué a la estación del tren: no había un alma. Era raro, yo no acostumbraba a ver vacío aquel lugar. Pero en ese momento no le presté atención, y me senté a esperar. El tren no llegaba. Luego de 3 o 4 horas de completo silencio, alcancé a ver una luz a varios metros de donde me encontraba yo. En ese momento no tenía la menor idea de lo que estaba a punto de descubrir.
El tren llegó. Parecía estar vacío, pero en el vagón donde yo me subí, había 3 personas. La luz titilaba, y no iluminaba demasiado. Entré lentamente y miré hacia ambas direcciones. Indudablemente, las copas habían hecho efecto, así que no reaccionaba bien.
Pero las puertas se cerraron a los pocos segundos, así que ya me encontraba dentro. Ya era tarde para arrepentimientos: acababa de emprender el viaje hacia la más terrorífica de mis pesadillas. Al punto que las puertas se cerraron, el vagón comenzó a trepidar intensamente. Tanto, que no pude mantenerme en pie. Comencé a marearme, al tiempo que las otras personas se levantaron y se cambiaron de vagón. Una de ellas me miró detenidamente por varios segundos, para luego desaparecer en la oscuridad. Y es que la luz que titilaba, se apagó completamente, y el vagón estaba a oscuras.
Traté de mantenerme conciente. Me levanté como pude, ayudándome con los asientos, y fui directamente hacia el siguiente vagón. También estaba vacío. Mi celular comenzó a sonar, así que lo atendí.
“¿Quién es?”, pregunté.
“Martina, ¿Eres tú? ¿Estás bien? ¿Dónde estás?”
“Tranquila Isabel, estoy bien. Ahora me encuentro en el tren, ya estoy viajando hacia casa.”
Mientras mi hermana me estaba hablando, alcancé a ver a otra persona en el suelo, escondida detrás de los asientos.
“Isabel, tengo que cortar: en un par de horas estoy allá”
“Pero…”
No la dejé terminar y corté la comunicación. Corrí hacia donde se encontraba la otra persona. Tenía un gran tajo en el rostro, una herida en el cuello y varios dedos quebrados. Estaba llorando. No podía hablar: al parecer, le habían cortado la lengua. No paraba de sangrar.
Solo me tomó la mano bien fuerte y no me la soltó, hasta que finalmente murió, con los ojos llenos de miedo, fijos en mí. No pude detenerme a analizar la situación, porque las luces de aquel vagón también se apagaron… y divisé, a pocos metros de donde me encontraba, la sombra de una persona, en dirección hacia mí. Me estremecí de angustia, pero por más que intentaba, no podía reaccionar. Sentía mucho sueño, pues estaba muerta de cansancio, después de un largo día de trabajo en vano. Lenta, pero segura, hice un giro de 180º y caminé hasta la puerta que daba hacia el siguiente vagón.
No me animé a mirar hacia atrás. Todavía sentía la mirada de aquella persona en mí. Me pasé al otro vagón, solo para descubrir otras 3 personas en el suelo, al parecer, muertas. No quise pararme para comprobarlo, solo caminé recto hasta el otro vagón. El tren aumentó la velocidad… y comenzó a trepidar nuevamente, esta vez de una manera más intensa. Poco a poco, todo el transporte iba quedando a oscuras. Traté de no desesperarme.
En aquel momento, recordé haber comprado una botella de agua antes de entrar en la estación. La saqué de mi bolso y me mojé el rostro. Ahora me encontraba un poco más despierta.
Habré hecho varios pasos, y el taco del zapato se me rompió, por lo que caí al suelo y me di un fuerte golpe en la frente. Cerré los ojos unos segundos, en los que me sentí completamente tranquila… y ya no tuve miedo.
El tren se detuvo. Las luces volvieron a encenderse. Al abrir los ojos y encontrarme nuevamente con un profundo silencio, creí estar a salvo, pero aún faltaba lo peor. Me saqué el zapato roto y observé por la ventana que el tren se había detenido antes de llegar a la estación. Dudé por un instante, pero no encontraba otra solución.
La puerta estaba sellada, así que salí por la ventana. Afuera había una oscuridad aterradora… y un profundo silencio, pero que levantaba sospechas. No me detuve a analizar el por qué de esta confusa y peligrosa situación… solo me preocupé en salir de ese espantoso lugar. Caminé durante varios segundos, sin llegar a ningún lugar. Y ya me encontraba lejos del tren. Ya no sabía si me estaba alejando o acercando, estaba completamente perdida. Solo caminaba y caminaba, hasta que comencé a oír pasos. Al principio, apenas se oían, esforzándose demasiado. Pero se iban acercando, oyéndose cada vez más y más fuertes. Una extraña sensación me invadió.
Miré hacia todos lados, pero obviamente no divisé nada. Usé el celular para iluminar, pues tenía linterna incorporada. Sentí una presencia amenazante cerca de mí. Sentí que me observaban. Llamé, pero nadie me respondió. Intenté avisar a la policía, pero el celular no tenía señal en los túneles. Así que solo seguí caminando, aumentando la velocidad poco a poco.
Pero algo (o alguien) me seguía. Continué con mis pasos hasta que pisé una botella de vidrio rota. Al estar descalza, el vidrio me traspasó la piel. Luego me golpearon fuertemente en la cabeza. No recuerdo qué sucedió después.

Estoy bien

Desperté en una pequeña sala, que al parecer, estaba escondida. Había una cama, una silla, un pequeño closet y varios monitores, por los cuales podía observar todo el circuito de la estación. Había una sola puerta de metal, muy fuerte, y completamente sellada. Traté de mantener la calma y metí las manos en mi bolsillo. El celular no estaba.
No puedo decirles cuánto tiempo estuve desmayada, porque no lo supe. Solo sabía que me encontraba sin un rasguño. Me habían colocado una venda en el pie para que no se me infecte la herida. “Estoy bien”, me dije a mí misma, en un momento de auto confianza. Estaba tranquila. Ya me había olvidado del terror y la desesperación que había sentido momentos antes cuando me encontraba en el túnel. Por lo menos ahora la sala estaba iluminada y no me encontraba caminando sola, en medio de una oscuridad aterradora. Mas sin embargo, un silencio inquietante y la constante sensación de que estaba siendo observada, no me dejaron recuperar completamente la calma en ningún segundo. En ese momento, descubrí un teléfono. Comprobé que había tono, así que no perdí tiempo y llamé a mi casa.
“¿Qué crees que estás haciendo?”, dijo una macabra voz por el teléfono.
“¿Quién habla?”¸pregunté.
“Cuelga ese teléfono ahora mismo, ¡Ahora!”
Si pensarlo dos veces, dejé el teléfono y la tranquilidad se vio afectada gravemente. ¿Quién habría sido el que me amenazó por el teléfono? Por unos instantes me sentí perdido… y creí estar en una pesadilla. Un terrible sueño producto de haber bebido varias copas por la decepción de no haber sido elegida. Creí estar sentada en el bar y que nadie se percataba de mi presencia. Pero luego llegué a la conclusión de que era imposible tener estar conciente en un sueño.
Traté de tirar la puerta abajo, pero fue inútil, pues solo conseguía lastimarme las manos y los brazos. Sin duda se necesitaba un cuerpo mucho más fuerte y grande. En la búsqueda de otra salida, noté una pequeña cámara en la esquina superior derecha: Me estaban observando. En ese momento no supe muy bien en qué pensar… parecía no haber una forma de salir. Pero al menos ya me encontraba completamente conciente. La cámara me ponía nerviosa. ¿Qué clase de pervertido aguardaba detrás de ella? ¿Será una sola persona o habrá varias observándome? ¿Se estará divirtiendo viéndome de esa manera? Por momentos creí ser víctima de una broma pesada de algún pariente o amigo… pero luego me dije a mi misma: “No seas estúpida Martina, esto ya se fue demasiado lejos”. Ya me había cruzado con cadáveres, había estado en un túnel oscuro, había viajado en un tren que luego se detuvo al parecer por un fallo, y luego había despertado encerrada en una habitación… ¿Qué más? Pero intenté no desesperar… pensando de aquella forma, creí estar volviéndome loca. ¿O acaso ya lo estaba?…

El muerto y las ratas

Por varios minutos me mantuve paralizada junto a la cama. Observando todos los rincones de la habitación, con la mente en blanco y la mirada fija en la puerta, como esperando a que alguien llegue y la abra. ¡Ja! Que ingenua, pensando que vendrían a rescatarme así de fácil, de un momento a otro.
El tic-tac del reloj empezaba a aturdirme y a desesperarme cada vez más. Varios minutos más tarde, un olor desagradable comenzó a invadir la habitación. Poco a poco, hasta transformarse en una peste, a tal punto que se tornaba imposible respirar en aquella pequeña sala. Traté de descubrir de dónde provenía. Me puse de pie y miré hacia ambos lados del lugar. El olor era insoportable, empezaba a marearme. Intuye que venía desde dentro del closet, pero me equivoqué.
Luego miré debajo de la cama, y descubrí algo que nunca hubiera imagino encontrar allí. Había (no sé desde cuándo) un cadáver. Al verlo grité angustiada, pero me tranquilicé enseguida. No lo conocía, pero me dio mucha pena la tristeza reflejada en sus ojos. Había estado sentada por varios minutos junto a un muerto, y ni siquiera me había percatado de ello. De solo pensar que ese hombre terminó así por esperar mucho tiempo en esa habitación, y nadie vino a ayudarlo… sentí que yo ya no tendría salvación. Comenzó a dificultarme la respiración y sentí que no podía pensar con claridad. ¿Terminaría yo así? Pero luego me di cuenta de que ese hombre no había muerto de hambre o de asfixia… había sido asesinado. Toda su ropa estaba manchada en sangre su rostro tenía pequeños cortes, pero al parecer profundos.
Miré de reojo la cámara que me estaba vigilando De solo pensar qué clase de pervertido me estaba observando,… así que comencé a pensar maneras de escapar, y dejé de lado el muerto. No había ninguna ventana, ninguna ventilación y al parecer tampoco pasadizos secretos. Pues seguramente, iba a salir de ahí cuando la/s persona/s que me estaba/n observando lo decidiera/n. Miré nuevamente el cadáver de debajo de la cama y descubrí que llevaba puesto el uniforme del personal que trabajaba en esta estación. Este hombre seguro trabajaba aquí. Sin saber bien lo que hacía, tomé el cuerpo y lo saqué de allí abajo.
Debo confesar que dudé un instante y hasta me arrepentí de antemano de lo que se me había pasado por la cabeza hacer… pero al parecer, era la única salida. Y tuve la sensación de que la persona que me tenía allí encerrada, quería que haga eso. Así que, sin titubear, le revisé todos los bolsillos de su ropa, pero, para desgracia mía, no encontré nada. En ese momento, descubrí algo amarillo en el interior de su boca… Una llave. No quedaba otra, así que introduje lentamente mi mano y saqué cuidadosamente la llave. Definitivamente, con esto saldría de aquella habitación. Antes de hacerlo, no sé por qué, pero miré a la cámara e hice un gesto de agradecimiento.
Abrí la puerta, y al salir, encontré mi celular en el suelo. Lo tomé y al instante, sonó. Al atender, la misma voz que me había amenazado antes me dijo:
“La siguiente puerta está sellada. Usa la llave… te darás cuenta dónde está”
Continué caminando por un largo y oscuro pasillo, hasta llegar a otra puerta. Junto a ella, había una caja de cristal con varias ratas dentro. Aquello me asustó y me provocó mucha repugnancia. En total, había 11 roedores. No tuve que pensar demasiado, la llave estaba allí dentro. No había guantes, ni ningún tipo de ayuda. Debía tocar a los pequeños animales. La llave estaba escondida entre su excremento y ellos mismos. Aquel pervertido me estaba poniendo a prueba. Yo estaba segura de que se trataba de un hombre…
Al parecer no había muchas opciones para elegir, así que no tuve otro remedio y preparé mi mano derecha.
No es necesario detallar lo que sentí al meter la mano allí, ustedes se imaginarán. Desesperadamente, tomé la llave y sin perder tiempo, intenté abrir la puerta. Me costó embocar la llave en la cerradura, porque mis manos temblaban. Tal vez de los nervios, tal vez de la repugnancia… no lo sé. Pero intenté; porque la llave no era la correcta. ¿Era posible? No creo que se haya confundido. Sin duda se estaba divirtiendo al verme hacer el ridículo. Aquello desató mi furia.
“¡Estás jugando conmigo!”, le grité enfurecida.
Permanecí varios segundos en silencio. Iba a tirar la llave que había recogido de la caja, pero vacilé un instante, y cambié de idea. La guardé cuidadosamente en el bolsillo de atrás de mi pantalón. Traté inútilmente de limpiarme las manos con la ropa, pues sentía todavía a los roedores caminándome por todo el brazo. De solo ver a los animales, me provocaban náuseas. Me había jugado una broma que estaba segura de vengarme. Al mirar la puerta nuevamente, tuve una idea.
Saqué la llave que había tomado del cadáver e intenté abrir la puerta: tuve éxito. Una de las ratas me mordió el dedo pulgar, pero no parecía una herida grave. Pero en fin, la puerta abrió…y continué con mi camino… Seguro me esperaban más pistas falsas como ésta. Me sentía preparada para enfrentar lo que estaba por venir.

Al final del túnel

Al salir, me encontraba nuevamente en el túnel, junto a los pedazos de vidrio que antes había pisado. No había avanzado nada, quizá llevaba horas en el mismo lugar. Miré a ambos lados del túnel y adquirí una expresión seria, como haciendo de cuenta de que veía algo, mas era totalmente falso: no alcanzaba a ver más lejos que de 3 metros, pues todo estaba oscuro. Dudé un instante, pero comencé a caminar hacia la derecha. Había un silencio inquietante y de repente, una leve corriente de aire hizo que se me helara la piel. Sentí la presencia de alguien más cercano a mí… pero no oía pasos ni murmullos. Sentí el peso de las miradas observándome, con ansias de abalanzarse sobre mí… ¿O era mi imaginación? Me estaba volviendo muy paranoica. Todavía no entendí cómo había llegado allí. Me acordé cómo había despertado esa mañana, con la radio encendida en mi estación favorita, escuchando el tema “You’re beatiful” y ansiosa por mi presentación en el casting de la película. El horóscopo me había aconsejado no salir de mi casa… desearía haberle hecho caso… Era obvio que si salía con vida, iba a prestarle más atención a esas cosas, pues me había ido mal desobedeciéndolas. Tratando de mantener un tono relajado, dije mis primeras palabras en unos largos minutos.
“¿Hay alguien?”, grité, pero nadie respondió.
La batería del celular estaba muy baja, por lo que la linterna ya casi no iluminaba. Habré caminado durante treinta minutos, hasta que me topé con otro cadáver. Me había dado cuenta de lo que vendría por el olor que esta vez se había esparcido por todo el lugar, a diferencia del anterior, que no me había percatado de su existencia hasta haber pasado varios minutos sentado a su lado. Lo reconocí al instante: era el hombre que me miró detenidamente cuando el tren comenzó a trepidar. Sentí una rara sensación y no me detuve a examinarlo, continué con mi camino. En ese momento no me di cuenta, pero el hombre que no me había detenido a examinarlo, no estaba muerto y comenzó a levantarse lentamente.
Al escuchar los pasos, miré hacia atrás, pro ya no había nadie. Al ver que el cadáver había desaparecido, no lo dude ni un segundo y comencé a correr.
Corrí varios metros, durante varios segundos, hasta que me encontré bien lejos de él. Este túnel parecía no tener final. Poco a poco, me iba quedando sin fuerzas, pero de solo pensar en que podría terminar como todos los demás…
Continué así por varios minutos, hasta que encontré una nota en la pared, al parecer, escrita con sangre:
“8 Izq”
Lo memoricé y seguí caminando, esta vez prestando atención en todo. ¿Quién habrá dejado estos mensajes? Llegué a la conclusión de que yo no había sido la única desafortunada en caer en las garras de ese loco. Pero, no podía evitar pensar… ¿Alguien habrá sobrevivido? ¿O todos ellos terminaron muertos? Desde que entré al tren hasta aquí, habré visto como mínimo 7 muertos. Y yo no quería acabar así. Pero este parecía ser el final.
Luego pensé que quizá estas señales no servirían para nada, solo para atrasarnos o confundirnos. Aquí ya no hay coincidencias, todo está planeado de antemano. ¿Qué clase de pervertido disfruta viendo a estas personas sufrir de esta manera?
De repente, escuché un ruido… tenía los minutos contados…

La luz

Era obvio. Apenas escuché ese sonido familiar y el piso empezó a temblar. El túnel era angosto, si me quedaba quieta, iba a desaparecer. Así es. A pocos metros de mí, descubrí la luz del tren.
Ya no había tiempo para pensar… solo correr. Correr a toda velocidad… Pero antes recordé el mensaje. Y no sé por qué pensé de esa manera, pero corrí 8 pasos y miré a la izquierda. Había una puerta… pero estaba cerrada. Comencé a golpearla con todas mis fuerzas, mas era inútil. Por un instante pensé en seguir corriendo, pero las probabilidades de encontrar otro pasadizo eran muy pocas.
El tren se aproximaba a toda velocidad… y su bocina por primera vez me provocó escalofríos en todo el cuerpo. Para ese entonces, con las manos temblorosas, seguía intentando abrir la puerta, pero no había caso. Fue entonces que (segundos antes que me atropelle el tren) recordé que tenía la llave del cadáver, y la usé, pero no era la correcta.
Cuando ya me daba por muerta, usé la llave que había recogido de la caja de las ratas (todavía con esperanzas), y para suerte mía, era la correcta.
El tren pasó a toda velocidad. Por unos segundos, quedé sentada en el suelo, llorando en silencio, ignorando que una cámara captaba todos mis movimientos.

Detrás de mí

“¡Bastardo! ¿Qué le encuentras de divertido a esto?”
Sabía que él me estaba escuchando, pero no pude evitar sentirme una estúpida gritándole a una cámara. Me encontraba en una habitación llena de cables y botones. Junto a mí, había un armario, que arriba tenía un reloj. Observé que eran las 6:30 de la mañana. Si estuviera en mi casa, me estaría despertando para llevar a mi hermana al colegio. Seguro que hoy no iría, estarían desesperados tratando de encontrarme.
“¿Por qué yo? ¡¿Por qué yo?! ¿Qué te hice?”
Ni bien terminé de decir aquellas palabras, el sonido de mi celular llamó mi atención. Estaba recibiendo una llamada de un “desconocido”.
“No es algo que hiciste, sino algo que no hiciste”, dijo.
“¿A qué te refieres?”, quise saber.
“¿De verdad piensas que esto es una venganza? ¿Crees que me divierto viendo morir a estos infelices?”
“Entonces, ¿por qué lo haces?”
“Porque él me obliga”
“¿Quién? ¿Quién te obliga?”
“No sé quién es. No sé de dónde vino. Encontró la manera de traerme aquí... Me obliga a observarlos a ustedes por las cámaras y ayudarlos a salir de esa habitación.”
“Pero, ¿Para qué nos encierra… si luego quiere que salgamos?”
Tardó unos segundos en responder, y luego me dijo:
“Para matarlos él mismo.”
Se hizo un silencio profundo, que rápidamente fue interrumpido porque alguien golpeó la puerta bruscamente.
“Está ahí contigo… ¡va a matarte!”
Casi la abre, pero reaccioné rápidamente y la cerré.
“¿Puedes Ayudarme?”, le pregunté.
“No. Si te ayudo, él me matará a mí.”
“Si me ayudas, yo te ayudaré a ti.”
“¡No! Él vendrá antes que tú y me castigará. Ya me castigó una vez por ayudar a una chica. No quiero que lo haga de nuevo”
“¡Por favor! Tengo una familia… ¡Ayúdame y verás que te salvaré a ti!
“Pero, es que…”
“¡Ahora! ¡Dime cómo salir de aquí!”
El chico estuvo unos segundos en silencio, sufriendo por la desesperación de no saber qué hacer. Gritó, y luego lloró de tal manera, que parecía que le estaban golpeando.
“Está bien. ¿Ves el armario que hay ahí? Muévelo y encontrarás una puerta.”
El sujeto comenzó a golpear fuertemente la entrada de madera y poco a poco la iba destrozando. Corrí el armario con todas mis fuerzas, pero la puerta estaba trabada.
“El pomo está duro, no gira”
“Usa todas tus fuerzas”
Quedaban pocos segundos hasta que el pervertido irrumpa en la habitación. Desesperada, puse toma mi voluntad y fuerza y pude girar el pomo y abrir la puerta. Había un largo pasillo y una escalera.
“¡Corre!”, me dijo el chico.
Y no lo dudé. La puerta cayó al suelo y el sujeto ya estaba detrás de mí.
“¡Te está alcanzando! ¡No te detengas! ¡Te alcanza!”
Como tenía el zapato muy flojo, me lo saqué rápidamente y se lo tiré. Corrí hasta que finalmente llegué a otra puerta y me tiré encima porque intuí que estaría cerrada. Como se trataba de una débil puerta de madera fina, la rompí en el primer intento.
Pero para ese entonces… el sujeto ya no me seguía.
“Se ha ido…”, le dije al muchacho.
“No sé donde está, no lo veo por ninguna cáma...”.
La comunicación se cortó. Mi celular decía: “Batería descargada”. Había llegado a la estación. Pero las luces se cortaron, y quedó una completa oscuridad. Caminé prestando atención a todos los sonidos, hasta que llegué a un teléfono público. Tenía tono. Obviamente, yo no tenía dinero, así que llamé al número de emergencias.
“Deja ese teléfono”, dijo alguien.

Confesiones

Supe de dónde vino la voz, pero no podía verle el rostro. Sin dudarlo, colgué el teléfono. Comenzó a acercarse a mí lentamente. Muerta de miedo, di un paso hacia atrás.
“¿Tienes miedo?”, me preguntó.
“¿Qué… qué quiere us-usted de mí?”, le dije tartamudeando.
“Yo no quiero nada de ti. ¿Creíste que aquel niño podría ayudarte? ¿Crees que soy estúpido?”
“No. Yo creo, que estás loco. Y que eres un bastardo, infeliz y estás mal de la cabeza”
“Me emociona tu sinceridad. Ya me encargaré de aquel niño, es la segunda vez que me desobedece, esta vez no le daré otra oportunidad.”
“¿Por qué yo?”
“¿Por qué tú? ¿Y por qué no tú? ¿O tu hermana Isabel? Sí, ya la he conocido y después me encargaré de ella. Y sé que no la ves desde hace 3 años. Pero lo que debes saber, es que puede ser cualquiera. Pues una de las dos, debe morir. La pregunta no es por qué; la pregunta es cuándo.”
“¿Cuándo?”
“Sí. Cuándo aprenderán, para ser más exactos. Ustedes creen que conocen el lado malo de la vida. Creen que tienen una vida miserable, y no valoran las cosas buenas que tienen. ¡Yo perdí a mis padres y a mis hermanos a los 7 años! Desde entonces, he vivido muchos años en la calle, alimentándome de las sobras de otros y muriéndome de frío. Y solo porque no te aceptan en un casting para una película, ¿crees que tu vida es una miseria? ¡Pues no lo es! Al menos tienes una casa y vives con tu familia… He pasado mi vida en ese túnel. No es tan cómodo como tu casa… pero se duerme bien aquí. Nadie te molesta… a veces te despiertan los ruidos del tren… pero te acostumbras con el tiempo.”
“Si de verdad lo hubieras deseado… podrías haber hecho algo con tu vida. Pero elegiste el lado más fácil: robarles las cosas a los demás.”
“Te equivocas. Yo nunca robé. ¡A mí me han robado! Me han robado el amor de mi familia… Y tú tuviste mucho que ver en eso.”
“¿A qué te refieres?”
“¿No te parecían conocidos los cadáveres? Año 1969, 10 de Octubre. Hay un gran incendio en el Hospital. Minutos antes de eso, la familia Guerriero había tenido un accidente. Cuando el Hospital se incendió, todos corrieron y avisaron a los demás para que se salven. Yo me encontraba en la entrada y me di cuenta de lo que sucedía. Quise avisarles a mis padres, pero tu padre me agarró del brazo, y me dijo que no vaya, que era peligroso, y me llevó hacia fuera ¿Tiene sentido seguir viviendo, si has perdido a toda tu familia, y solo tienes 7 años? Tu padre me dijo que iba a hacer todo lo posible para que yo no me quedara en la calle y que siga estudiando, pero luego se olvidó de mí. ¿Y sabes por qué se olvidó? ¡Porque naciste tú! Y tu hermana melliza Isabel…Ambas parecían ponerse de acuerdo para arruinar. Pero decidí atraparte a ti, porque tú fuiste la más involucrada en mi perdición. Tenías un problema respiratorio, y solo podían operarte yéndote a otro país. Así que toda tu familia se fue, y yo me quedé en la calle. Todas las personas que ves muertas aquí abajo, son personas que no valoran lo que tienen… y eso, es lo que más odio de los humanos. Al igual que tú. Pero contigo, es personal.”
Como se podrán imaginar, yo no presté atención a ninguno de sus comentarios. Había visto estas situaciones en infinita cantidad de películas, así que sabía cómo actuar. Si bien nunca había estado frente a un asesino, y no había nada de luz en el lugar como para buscar posibles soluciones… me las arreglé para encontrar una salida. Pero mi principal preocupación era, para sorpresa mía, el futuro del muchacho que me habló por teléfono. No lo conocía, seguramente él tampoco, pero me había ayudado. De no haber sido por él, ahora estaría muerta, en algún rincón de las vías. Pero… ¡Qué tonta fui! Andaba haciendo planes como si ya estuviera a salvo.
“Entonces… no eres más que un pobre infeliz que sufre por no haber tenido una vida mejor. Las personas como tú me desagradan por completo. En lugar de tratar de arreglar sus vidas… se encargan de arruinar las de otros. Eres un insecto, y piensas que así estás haciendo algo útil… pero todo lo contrario.”
“¡Cállate, insolente! El único insecto aquí eres tú. Y yo seré el encargado de aplastarte. Tu cuerpo yacerá en el oscuro fondo del túnel como los otros… y nunca nadie te encontrará…”
Luego de decir eso se abalanzó sobre mí gritando, enfurecido. Pude esquivarlo, pero me hizo un fuerte corte en la frente.

Un grito en el oscuro túnel

Mientras me limpiaba la sangre que chorreaba de mi herida y trataba de soportar el dolor, me alejaba lentamente de él, buscando una salida.
“¿Cómo te llamas?”, le pregunté de modo desafiante.
Él sonrió y parecía no querer responder, pero lo hizo en un tono burlón.
“Ja, mi nombre es Ernesto, pero ¿qué lograras con saberlo? Nunca tuve casa… ni tarjetas de crédito… mi nombre no está registrado en ningún lugar. Así que nadie me encontrará.”
“¿Estás seguro?”
Ernesto cambió su cara. Al parecer, ya estaba cansado de esperar… y se preparó para dar el golpe final. Comenzó a acercarse lentamente, mientras movía su cortante cuchillo de un lado para el otro con inquietante anhelo de atravesarlo en “algo”. Comencé a tener frío, y la oscuridad cada vez era más tenebrosa.
Cuando Ernesto se encontraba a solo centímetros de mí, se oyó un grito que provenía desde el túnel.
“No intenten nada… tenemos todo el lugar rodeado… ¡Aparezcan con las manos arriba!”
Él me miró furioso y desesperado al mismo tiempo. Cuando miró hacia atrás para ver las luces de las linternas que los policías traían, aproveché para salir corriendo hacia ellos, pero él me atrapó. Me agarró de un brazo y me tiró al suelo.
“No huirás tan fácil”, me dijo, mientras me clavaba su potente arma mortal en la pierna.
Yo grité de dolor, pero él continuó sin prestar atención, haciéndome cortes en todas partes del cuerpo. Los policías ya estaban encima de nosotros, pero a él parecía no importante. Por un momento creí que no le importaba ser detenido y encerrado, solo quería vengarse de mí. Pero no fue así, estaba equivocada.
“Creo que ya es hora de volver hacia mi antigua casa, la que vivía antes de que mis padres mueran en el incendio del Hospital donde habían permanecido 3 semanas. Ahora sabes por qué no me he ido nunca de esta ciudad… yo solo buscaba… venganza. Pero no me olvides… porque puedo jurarte… que volveré…”
Después de decir eso, desapareció como por arte de magia entre la oscuridad. Yo no paraba de sangrar… y sentía que me iba durmiendo, aunque no quería, pero ya no tenía fuerzas para seguir.
“Señora… ¿Puede oírme? Descuide, ya se encuentra a salvo.”
Aquellas palabras fueron muy aliviantes, pero por un instante creí que me moría… porque las heridas… ya no me dolían en absoluto…
Mientras esperaba a que me recogieran… oí que los oficiales hablaban entre ellos:
“Ha huido. No sabemos nada de él… ni siquiera su nombre.”
“Oficial”, le dije, tratando de no quedarme dormida en el intento, “Se llama Ernesto Guerriero, tiene 43 años y encontrarán su dirección registrada en el Hospital Central de la ciudad. Él volvió a su casa de la infancia.”
El oficial anotó todo sorprendido y se acercó a mí.
“¿Cómo sabe todo esto, señora?”
“Porque mi padre ya me habló de él.”

Después de eso, solo recuerdo la expresión de incertidumbre del oficial viéndome, hasta que por fin me quedé dormida. Varias horas después, me despertó el sonido de la voz de mi sobrina Micaela, hija de mi hermana Isabel, a quien no veía hace 3 años. Solo nos hablábamos por teléfono.
Micaela tenía 7 años, y había perdido a su padre hace 2 semanas, solo tenía a Isabel. Y me habrían propuesto ir a vivir con ellos, sin duda, aceptaría.
“¿Te recuperarás tía?”, quiso saber Micaela.
“Claro. No me ha hecho mucho daño. Soy una chica fuerte.”
Ella sonrió contenta y siguió coloreando un libro que había traído.
“¿Dónde está Isabel?”, le pregunté.
“¡Ah, casi me olvido! Hace 3 meses que está de novia con un hombre. Se llama Ernesto, y aunque es un poco viejo para ella (tiene 43 años), lo quiere mucho. Estuvo aquí conmigo, pero recibió un llamado urgente de él para encontrarse en su nido de amor: un lugar que solo ellos conocen.”
Al oír eso, sentí una rara sensación. Comencé a desesperarme lentamente… Micaela obviamente no tenía ni la menor idea de lo que estaba ocurriendo.
“Pero, ahora que lo pienso, mi mamá ya salió hace 3 horas… me dijo que volvería en media hora. ¿Le habrá pasado algo? Si supiera cuál es nido de amor, iría a buscarla, pero nunca me ha contado. No le gusta que hable de él.”
Yo ignoraba que, a varios kilómetros de donde me encontraba, Isabel estaba atada bruscamente a una cama, amordazada y brutalmente golpeada, mientras un hombre daba vueltas a su alrededor con una sonrisa malévola, esperando a dar el gran movimiento que yo misma había resistido. Ese hombre era el que varias horas atrás yo misma había tenido en frente mío… y había sobrevivido, sin saber que aquí no terminaba la historia. Isabel, segundos antes de morir, había descubierto el cuerpo de su marido, padre de Micaela, asesinado a pocos metros de ella. Ernesto había planeado todo para que mi pequeña sobrina reviva la pesadilla que él mismo sufrió.
Micaela se levantó deprisa y salió corriendo de la habitación, no sin antes despedirse rápidamente. Yo intenté detenerla, pero ella no me escuchó. Y quedé sola.
“Tu hija vivirá lo que yo viví. A los 7 años, perderá a sus padres.”
Y a varios kilómetros de donde yo me encontraba, lo único que se escuchó, fue el grito de Isabel en un oscuro túnel…

Texto agregado el 24-01-2006, y leído por 98 visitantes. (0 votos)


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