Algunas noches siento que la paranoia de dejar de ser lo que el delira
es la pesadilla que persigo cuando duermo,
el me miente y yo me río mientras sueña con palabras complicadas,
con deseos que están mojados por lágrimas viejas.
Se sirve otro vaso después de cien y no para de preguntarme como soy
y cuantas veces puedo gritar en una noche,
yo le miento y el se ríe babeando y diciendo que se lo imaginaba,
y entonces le pregunto si se imagina,
que si me sigue mirando no quiero verme más en un espejo,
que si mi destino fuera volar a él le faltarían las alas,
que el tiempo dentro de sus palabras camina cansado,
que mi piel nunca supo que el se moría en mi cuerpo (y yo escapaba),
que el sol inventa una sombra para mi casa cada vez que abre la puerta,(y vuelve y vuelve y vuelve)
que rozo sus manos y pienso en una celda en el aire,
que cuando está triste cuento las marcas en la pared de mi propia tristeza,
que es tan predecible como las lágrimas de un niño,
que si no sigo bebiendo es porque él me quita la sed.
Se sirve otro vaso y cuando me pide un beso siento que otra vez
confundió mi mirada...