Nadie sabe de dónde viene, ni adónde va, pero allí está, recostado en el banco de una plaza, durmiendo bajo el tibio sol de la mañana.
Sus ropas sucias, maltrechas de tanto vagar por las calles de esta caótica ciudad, todas sus pertenencias parecen estar dentro de esa bolsa de basura que utiliza como almohada, para soportar la dureza el banco. ¿Qué tendrá ahí dentro?, será otra camisa, algún pantalón, o sus sueños de gran poeta, actor, músico o un simple abogado, ahogándose ahí dentro.
A veces se despierta, se levanta mira hacia todos lados, parece buscar algo, pero al no encontrarlo se recuesta nuevamente, tapando con una mano su rostro apuntado por el sol.
La gente lo mira al pasar, se preguntarán algunos, ¿qué hace en ese lugar?, si podrán ayudarlo o al menos darle un pedazo de pan. Igualmente todos lo ven pero nadie se le acerca por miedo, por desconfianza o por el simple hecho de que descubran de que él también es persona y tiene derechos.
Él continúa allí, tan inmóvil, solo y tranquilo, su rostro demuestra eso y quizás algo de esperanza.
De pronto, se vuelve a levantar, sale corriendo por toda la plaza, mira a la gente, un perro lo sigue, las palomas dejan el pavimento para volver a volar, pero luego todo se calma, ve para un lado, para el otro, se sienta, abre una bolsa, la observa, hace como que cuenta y se recuesta.
La plaza sigue igual, llena de gente que lo mira, ellos vienen y van, el sol alumbrando a cada rincón y una suave brisa rozando cada piel, cada cosa que allí este.
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