Quiero que te vayas, le decía con gran soltura,
dormía él, cerrados los ojos, pensando que ella
le acariciaba el pelo, se apretaba suave.
Susurrando que le amaba…

Quedó sólo el silencio bajo los árboles
la casa y los patios seguían vacíos
cuando ayer estuvieron llenos de ella,
de su dulce presencia omnipotente.

Tomó su mano… ella no estaba
se fue fácil y disipada como llegó
cumplió su promesa al revés.

Yo no quiero que te vayas…

Amanece de ojos abiertos en el cielo,
mirando su figura que no esta,
sudando el sexo que no fue,
jugando el juego que ya murió.

¡No me mires más! Ya no más
ámame despacio… como la primera vez
entregame un trozo de tu piel,
que me quema el alma,
que me ahogo en tu frío,
que me asfixia tu ausencia,
que me muero en tu vacío y en tus amores futuros.

¡Despiértame ahora!