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Fue así de simple, como lo cuento, les pegué dos tiros en la cabeza, en realidad uno a cada uno. Sentía un poco de lastima pero que tanto hay tanta mugre en la calle, junto a los cordones, en la vereda, entre los árboles, en las villas, en los fonavis, que pobre gente, les hice un favor pensándolo de otro modo si no creo que llegarían un poco mas lejos que al 2007, por lo menos ven el mundial.

Bueno, es mi responsabilidad publica y moral, que intente hablarles prevenirles de que eso no se tocaba así que una mañana mientras ellos retiraban una coca de la exhibidora les dije, chicos, miren que la cosa no es así, en realidad no les dije eso literalmente pero fue mas o menos eso pero con otras palabras mas adecuadas al momento y a la clase de intercomunicación que se podía establecer entre ellos y yo. Desde mi percepción, había yo pasado a ser una especie de padre adoptivo y mi novia, ni siquiera mi mujer o mi esposa o mi fiancé, una madre adoptiva. Asï que una mañana apenas abría las cortinas del negocio pasé a ser de repente y sin tramites ni mas burocracia que la misma simpatía con que trato al resto de los clientes: PADRE ADOPTIVO. Padre ADOPTIVO de los pintores de al lado, uno inclusive tres años mas grande que yo.

Mañana esperaran que llore, o que me enoje, que los rete o algo por el estilo porque los niños se han portado mal, han hecho lo que no debían pero no lo haré, abriré el local como quién abre un día domingo y listo, a barrer, a acomodar la caja, a recibir la maquina de café, a tomarme algunas gaseosas, a leer y con suerte gracias a esta necesidad de catarsis que me producen ciertos injertos humanos que aún circulan alguna vez ganaré el nobel de literatura o mejor publicaré algún librito que lo veo mas posible.

Esa tarde se sentaron los dos en la mesa junto al vidrio. Junto a la puerta de entrada. La mesa es una mesa especial. Está hecha con un block de ford falcon. Hasta el mismo día en que compre ese pedazo casi macizo de seis agujeros en los cuales van los pistones, o mejor dicho bombean los pistones, no sabia que eso era un block. Con muy poco trabajo, casi con nada de trabajo, mas que el de trasladarlo a mi casa, manguerearlo un poco y haciendo uso de lo que la gente llama imaginación lo pintarrajeé y lo transformé en una mesa redonda que puse junto a la puerta para atraer clientes. Atrajo muchos clientes y otras cosas también. Ellos dos se sentaron en la mesa, con los banquitos nuevos de plástico negro. Son bueno pibes, ellos no tienen la culpa de haber nacido en la historia y en el lugar que nacieron, y haber pasado todas las cosas que pasaron. Dan lástima, tienen una sonrisa mas dulce que la dulzura misma y hablan con una suavidad y un cariño que uno no puede hacer otra cosa que quererlos. Pero los tuve que matar. Yo tampoco tengo la culpa de su historia, sus tejes y manejes y demás garabatos por el estilo como para hacerme cargo con su angustia, esto y lo otro. Comían sus sándwiches, la cerveza morbosa con la coca de dos pesos setenta. Cada dos minutos, cada tres, cada uno, con una frecuencia irregular me pedían de todo, es decir que les alcance una rejilla, mas servilletas, si podían sacar otra coca, esto y lo otro, cosas por el estilo, y la verdad que te enervaban, y era dónde entraba en juego la ética del comerciante, hasta que punto la simpatía con el cliente, cuando uno estaba atendiendo y cuando lo estaban manipulando o cagándose de la risa sin cagarse de la risa o simplemente rompiendo los huevos. Empecé a pensar fumando cigarrillos colorados, no colorados por lo colorado en sí, si no colorados por el simple hecho de que la marca se llamaba Colorados. Y eran asquerosos. Y ellos iban y venían, que el balde con agua, que la gaseosa, que un papel higiénico, que esto y que lo otro, hasta el punto inclusive que uno llegó a lavarse las patas en el baño, lo que no tiene nada de malo pero es medio extremo ya de por si en si mismo. Las manos me temblaban y estaba pensado que debería hacer otra cosa, no lo que venia carburando con un odio profético de carburador atascado de marihuana rancia, en realidad no fumo marihuana ni se lo que es un carburador, pero supongo que el odio tenía esa incoherencia demencial que lo hacía realmente aterrador. Me dije:

Dibuja muertos

Pero no

Escribí un cuento

Pero no

El revólver calibre veintidós se encontraba bajo la caja, justo al lado del pote de dulce de leche. Lo miré. Estaba como dormido. Como si esperara algo que nunca iba a suceder pero iba a suceder al fin y al cabo, de alguna u otra manera. Uno no lleva un revolver a ningún lugar solo para que duerma. Puse mi mano a su lado. Y los miré. NO me importó si eran tal para cual la cuestión es que lo tomé de un sacudón y casi al instante, en la misma fracción de milisegundo, en el tiempo que toma a un momento ser otro momento, estaban los pedazos de sus cerebros esparcidos contra el vidrio. Como en una mariposa roja de sangre chorreante. Lo peor de todo es que la mesita del vidrio y el motor se había salpicado, mi trabajito artístico, ahora tenía unos pedazos de no se qué eran, cerebro, piel, pegados como incrustados contra su superficie y los agujeros. Que cagada, pensaba yo, ahora capaz que le queda olor. Agarré los cuerpos de las patas y los tiré a un lado, junto a las mesas del bar. Me adelanto a decir que después al otro día les di santa sepultura, en realidad los cremé, me pareció mas decente, lo indecente lo hizo la mujer que limpia mi casa que sin saber arrojó la cajita de las cenizas al inodoro. Yo se que fue al inodoro aunque ella dice que fue a la vereda porque pensaba que eran de mis cigarros. Y como yo le había prometido a mi novia que ya no fumaría mas no quiso dejar huellas del delito en ningún lado. Me confesó que tenían un olor raro y yo le dije que estaba fumando unos cigarrillos efectivamente raros que se llamaban colorados.

A lo mejor debería haber esperado un poco más, escrito un cuento, o dibujado muertos pero no, les volé los sesos. Debería haber esperado, debería no haberles dicho nada de nada, dejado que el mutismo se haga cargo de la situación, ignorarlos como dicen algunos si al fin y al cabo solo querían atención, inclusive si los hubiera denunciado a la policía o los hubiera hecho golpear por mis amigotes se hubieran salido con la suya porque querían atención. Y a lo mejor les di demasiada atención. Fueron un par de balazos maravillosos y me averguenzo por el sadismo pero me enorgullesco de la sinceridad porque fueron dos gavilladas suaves, candentes, deslumbrantes, liberadoras, pacificantes, hermosas. SUBLIMES y listo. Cualquier otra persona hubiera hecho lo mismo, al ver su amistad no correspondida habían decidido hurtarme dos sándwiches de milanesa y se los comieron en frente mío, sobre mi mesa, obra magistral de arte. A lo mejor debería haber dejado el tiempo correr ellos habrían reflexionado que los primeros equivocados fueron ellos, que no cualquier persona les habría dejado lavar las patas en el baño de su local o usar cuatrocientos pedazos de servilletas o cosas por el estilo. A lo mejor alguna vez me arrepienta, a lo mejor no.

Texto agregado el 23-01-2006, y leído por 245 visitantes. (0 votos)


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