Un amigo llamado Maestro
Con éste, su nombre más permanente, lo identificábamos, cuando nos iba dejando –sin proponérselo- una visión diferente de los hechos que, en forma cotidiana nos acompañan. Él podía embellecer las cosas simples y, con cierta irreverencia, descomponer lo trascendental y hacerlo accesible.
Por supuesto, su aguda personalidad, conjunto de mucha vida (84 años) y estudio no le aseguraban un buen pasar, ser original en algunos casos margina.
Maestro en todos los campos, el conocimiento, las anécdotas y los oficios formaban en él un solo cuerpo. Jugador impenitente, acompañaba sus amanecidas por último... con un solitario.
Lleno de males los combatía con humor, menos fácil le resultaba aceptar la paulatina, pero inexorable, desaparición de sus amigos: “ya no hay tiempo para reemplazarlos –no se consolaba-.
Irrespetuoso de lo establecido y adelantado para todo, no espero el día del Maestro para alejarse; pero sí, fue la fecha de su despedida.
Ausente ese día en Iquique, querido Maestro, y consecuente contigo, quisiera haber conocido, y saludado, al improvisado jugador que puso en tu vida el último dominó.
|