Elpenor

Elpenor es un esclavo, él espera impaciente la llegada de la noche. Es el momento, el único momento, que tiene favorable para volar la ciudad y juntarse con la mujer que desea. Exclusiva forma de amarla, y única que le permite continuar viviendo.
Cuando llega la obscuridad, Elpenor arranca la cabeza que adorna sus hombros. Abstraído, logra realizar la hazaña de no ser visto, y así llega hasta el techo de la habitación donde ella se encuentra, se desliza al interior por el agujero de siempre.
Ahora, entrelazados, hilvanan el juego que tanto les atrae y necesitan. Él susurra, cuéntame la historia de la piel que hoy infiltraremos.
Ella, en su mejor forma de hechizar, ya ha escogido las sendas que los conducen a la cúspide de esa nueva noche y que a ella le renovará el brillo de su piel mulata.
La maga tiene dos hijas. Ellas están en la misma pieza, paralizadas (y tersas). La más grande, de manos gráciles, espera inquieta el momento que podrá mostrar su baile y el ritmo la convierta en la mujer más deseable de la isla (quizás pueda desplazar a su madre). Y la menor que, a pesar de su inmovilidad, identifica todas las ansias de Elpenor y esboza una sonrisa de futuro.
Hay sol, Elpenor debe volver a los obstáculos reales. Pasar de vuelta por la ciudad, pensar en usual, y, sobre todo, su trabajo: servir a un amo.
Este amo que, inquieto y temeroso, espera la claridad para recibir la visita de la misma maga. La que le hace beber el vino de los racimos negros, que ella destila en sus propias manos, mientras le va trocando seres encantados por guerreros personas, a cambio de disfrutar su amor de héroe indestructible.
El amo al fin rescata a todos sus guerreros, y sus naves, y zarpa.
A bordo, Elpenor prepara su viaje nocturno, cruza mares sin nadar, visita a su maga para descubrir una nueva piel que, a su manera, ama como ninguno.
Mientras tanto las niñas permanecen suspendidas.
Ella rutila.