(Continuacion del relato: "Puerto Pelotonel")
Plomastelmundo vivía en aquella ciudad o comarca a la cual se entra pero no se sale: Puerto Pelotonel. Y el hecho es que Plomy (como lo llamaban sus amigos) recreaba a la perfección la imagen del tipo que si fracasa en el amor fracasa en todo, se le viene abajo todo y en piltrafa se transforma. Plomastelmundo el trotamundos, el que todas se la sabe, sin embargo termino en Puerto Pelotonel, es decir, en esa trampa para el alma que solo los viajeros más osados y experimentados saben evitar.
Eligió llegar a pelo de pollo.
Ya con el primer destello ocular del Ídolo, las palabras de aquel loco viajero que hubo de aconsejarlo, rápidamente abandonaron su cabeza, se esfumaron y en pleno PP empezó a moverse sin precaución alguna. Con el segundo destello del Ídolo toda la plaza se tiño de blanco, repentinamente las estatuas y las columnas adquirieron una apariencia grotesca, configuraron en una fracción de segundo un infierno, un infierno de locura, no de terror, no había ni fuego ni rojo ni calor, era un infierno instantáneo en blanco y negro, y ardía la llama de la locura. Plomastelmundo se perdió, su alma se perdió, en las calles de PP, nunca más encontró la salida. Camina por las calles y por las plazas, alienado, con una sonrisa floja y aletargada, ignorando toda la libertad del espíritu y toda la nobleza del alma que fluye en las afueras de P.P. A veces toma una calle larga de casas prolijas y edificios de ladrillos muy vistosos, la camina largo rato, la observa como si todo fuera de juguete, y así camina, camina hasta que la calle se termina topándose con “Il Muro”, que es precisamente el limite extremo de PP. Allí se detiene un momento, mira “Il Muro” y sus detalles como en un estado de suspensión, de ensueño. Observa los detalles de los ladrillos y su mente comienza a encontrar patrones. Algunos rectangulitos rojos se desfasan un poco hacia adelante, otros hacia atrás, otros pierden algo de consistencia y se tornan ligeramente transparentes. Y así, en ese trance, observando las formas y los patrones increíbles, los ladrillitos comienzan a agruparse y le revelan un mensaje casi olvidado:
“La trampa esta en el alma,... este muro no existe”
Firmado: El Sabio Melchor Infame (el loco viajero que no supo aconsejar bien a Plomastelmundo).
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