Sentadas bajo una sombrilla te desnudaste, mientras yo te observaba perpleja. Gracias a tu transparencia me diste confianza para empezar tímidamente a quitarme la ropa. No fui capaz de removerla toda. Tal vez no tengo la sabiduría y experiencia que tú tienes, pues has aprendido a llevar prendas ligeras y a eliminar las innecesarias. Yo todavía, en tan corto tiempo, he comprado y recibido demasiadas prendas. He sido torpe y he decido vestirme con todas ellas al mismo tiempo. Y peor aún he olvidado el orden en que las empecé a vestir. Como consecuencia, tengo que pedirte ayuda para intentar descifrar cual de ellas viene primero y como tengo que removerlas. He tenido que re-empezar como un niño pequeño ha aprender ha abotonar y desabotonar, a subir y bajar la cremallera, y ha amarrar y desamarrar.
Ha pasado mucho tiempo sin practicar como desvestirme. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que me vi desnuda; ha pasado mucho tiempo desde que alguien me vio sin cubrirme.
Pero sé que quiero sentir sólo el peso de mi cuerpo. Quiero respirar y sentirme ligera. Deseo que llegue el momento en que solo use una liviana túnica blanca y que pueda aprender a vestirme y desvestirme de acuerdo a la estación.
Tú has sido una maestra genial, has sido paciente conmigo, has sido delicada al aproximarte y has sido prudente de no herirme. Gracias por enseñarme cosas tan básicas, por darme la confianza de preguntar a cerca de situaciones de la vida que vengo pensando y tengo curiosidad hace mucho tiempo, pero no he tenido con quien conversar; gracias por enseñarme como desvestirme sin hacerme tanto daño y por permitirme ser vulnerable bajo tu sombrilla.
2005