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Era la primera vez que tuve a Ogun, y yo nunca tuve, nunca tuve a ninguno, nunca me tocó ninguno, y tampoco entendía bien aquello, yo venía acostumbrado a la capilla porque siempre acompañaba a la ama Graciela a la capilla y yo seguía todo lo que hacían los blancos.
Me arrodillaba, me paraba, cantaba, me arrodillaba de nuevo y me paraba, cruzaba los dedos así y bajaba la cabeza y repetía todo, pero la ama Graciela era la que se ponía en la fila y llegaba hasta el cura y el cura le daba el cuerpo de Cristo ¿cómo hacía el cura para meter el cuerpo de Cristo ahí? pero así hacía la ama Graciela y así lo hacían el amo, el capataz y los niños.
Después de tanto tiempo, ya sabía cuando tenía que pararme, cuando sentarme, cuando arrodillarme y cuando cruzar los dedos. Era como si los blancos también bailaran y cantaran como nosotros bailábamos y cantábamos en las fiestas de San Baltasar, pero mucho más despacio, era como un baile lento.

[esclavos]

Y ahí estaba siempre Cristo mirando, mirando, mirándome, con los ojos cerrados. todo lleno de sangre y de tajos, igualito a como quedó Ricardo, cuando cayó en la tumba que él mismo cavó llorando y temblando, y cuando cayó en el pozo me miraba con los mismos ojos cerrados que el Cristo jadeando despacio, y el amo enojado y nosotros tapando el pozo, y no se escuchaba más Ricardo, y Manuela llorando callada porque el amo se iba poniendo peor, el amo mirando todo con ojos grandes y apretando el látigo con la piel de Ricardo como si quisiera romperlo con la mano y mirándolo feo al Ernestito que seguía llorando y llorando, yo no sé qué hubiera sido capaz de hacer el amo.
Y después vino Manuel, que tenía esa manera tan rara de hablar y empezó con el candomblé, que se parecía tanto a lo que contaba el abuelo, que se parecía a lo que a veces hacían los de afuera, y él hablando, hablando y ya nos juntábamos de noche con los de afuera, cuando el amo se fue para la guerra, para la guerra de los blancos decía Manuel, pero yo no entendía nada con tanto ruido de tambor y tantos gritos y tanto ruido que me mareaba y me atontaba.

[esclavos]

A Manuela a veces le llegaba Yemayá y hablaba y se reía feo y escupía y tomaba y fumaba y bailaba, pero ella siempre llorando después debajo del ombú donde estaban enterrados Ernestito y Ricardo. Pero repetía que el amo hizo todo lo que pudo por Ernestito, que hasta vino el médico y no pudo, no pudo y que el amo ya se iba para la guerra.
Y a todos, a todos menos a mí, le llegaban los orishás, pero yo pensaba que a algunos se hacían para fumarse los habanos que robó Manuel y tomarse la ginebra, pero otros me daban miedo con los ojos tan grandes y gimiendo cosas que no entendía. Era como si nos adviertieran de algo, como si nos dijeran que algo estaba mal, algo que estaba en nosotros y en el amo y en la casa.
Pero cuando el amo se entere, yo le voy a contar, porque yo la acompañaba a la ama a la capilla, y seguía el baile de los blancos, pero venía sintiendo que algo no estaba bien ahí, porque Obatalá me seguía mirando con los ojos cerrados desde la cruz.
Y aquella noche me vino Ogun, yo giraba y giraba viendo las caras que me pedían la palabra y babeaba y tomaba y fumaba y los ojos grandes de los otros pidiendo la palabra, el ruido de los tambores y el ruido del látigo y los quejidos de Ricardo, Ogun que hablaba y no quería callarse, y me dolía el cogote, porque no era bueno lo que decía, no era bueno, no sé si era Ogun de verdad, no era bueno, pero yo no podía callarlo por más que quisiera, cómo era eso de matar a los amos, que era el momento, que había que matar a la ama Graciela y a la niña Verónica y al niño Matías y al capataz y escapar, escapar, liberarse.

[cristo negro]

Y me desperté y los ví a todos ensangrentados como el Cristo que me miraba y se quemaba en la capilla, mientras los otros huían y yo me quedaba esperando a los milicos que me llevaban atado.
Veo en la pared a Obatalá clavado en la cruz y lo veo oscuro, y se pone cada vez más negro, cada vez más igualito a Ricardo que tiembla y llora en la cruz, ahora que los soldados están abriendo mi celda, que me estan llevando con los blancos y con los míos que sigo llorando.

Texto agregado el 22-01-2006, y leído por 236 visitantes. (0 votos)


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