La máquina de escribir traquetea sobre el improvisado soporte del hongo gigante, no tan desproporcionado si se compara con la figura del oficial sentado frente a él, con la pipa colgando despreocupadamente de la boca y los dedos índices aporreando velozmente el teclado del viejo aparato.
A unos metros, la silueta de tiza sobre las piedras, dibuja el contorno del cuchillo gigantesco, a su lado, otra silueta enmarca un cuerpo diminuto. El rocío de la mañana cae sobre la escena del crimen, empapando a los oficiales que toman café comentando el hallazgo y bromeando con el oficial que labra el acta:
"El occiso fue hallado a las 15:00 del día Domingo. Según informe preliminar de forense actuante en el caso, Dr Capitán Lólindir Alcarin, presenta múltiples heridas causadas por arma blanca con hoja de hierro forjado o plata. El cuerpo fue trasladado a la morgue judicial para realización de autopsia. No se encuentran testigos en el lugar del hecho. Jefe de peritos Subcomisario Huor Anárion procedió a incautar elementos relevantes encontrados en el lugar, consistentes en: bolsa de arpillera conteniendo 20 tréboles, cada uno con 4 hojas, y gorro de lana color verde tamaño mediano, ambos presuntamente de propiedad del occiso. No se encontró documentación identificatoria, por características de vestimenta, podría ser de nacionalidad irlandesa"
-¿Algún sospechoso?
Las puntas encorvadas de los largos sombreros azules se mueven de derecha a izquierda. El Inspector Puck ya sabía que no encontraría sospechosos ni testigos, como en ninguno de los otro cuatro crimenes anteriores.
-¿Huellas?
-Las de siempre, ahí las tiene...
Las pequeñas pisadas marcadas con tiza blanca no ayudan mucho. Los peritos comprobarían una vez más su falsedad. El asesino se burlaba de ellos dejando esas pisadas hechas con un vulgar enano de jardín.
Una de las pocas certidumbres que tiene el Inspector Puck, es que solamente alguien con mucha fuerza (física o mágica) hubiera sido capaz de mover una de esas estatuas de yeso para hacer las huellas. Quizás se tratara de un humano que habría sido convencido para colaborar con el crimen a cambio de promesas de protección y de abundancia, mas no se encontró evidencia de invocaciones hechas desde la casa cercana, ni tampoco huellas de humanos, trolls ni orcos.
En estas cosas piensa el Inspector , escrutando el césped, mientras ve acercarse una tormenta, que pronto comienza a caer sobre el caserío de hongos, y que ahora mira desde la ventana ovalada de su oficina, desde la cual se refleja el revolotear de la teniente hada Ferrishyn sobre el escritorio.
El diario "Actualidad feérica" proclama sus títulos catástrofe bajo los pies de la teniente: "Terror en los countrys: ya son cuatros los duendes asesinados en la zona norte", más abajo: "Contínua el drama de los guardianes de la naturaleza en las plazas de la ciudad: patotas de adictos al crack siguen causando destrozos en el césped y en los árboles...", "Sigue la deforestación en el Amazonas, la raza humana se encamina a la destrucción..."
[gnomo]
El humo gris sube de la pipa, ennegrenciendo el techo del hongo, y tornándose verde desciende sobre el caldero del druida que revuelve la inmensa olla de caldo fosforecente. Quizás el sabio tenga la respuesta dentro de su cabeza oculta tras largas canas que llegan hasta el piso de tierra.
El viejo hechicero comienza a buscar entre sus libros sagrados, luego de haber tomado conocimiento del caso. Inmensos volúmenes de magia de todos los colores reciben su mirada, hasta que uno de ellos sale aleteando hasta posarse suavamente en sus manos, abierto en una página escrita en el idioma primigenio de los elfos.
Las frases fulguran rojizamente y comienzan a despegarse de la página, formando una serpentina de letras que va rodeando al mago. El cilindro de palabras mágicas hace lentas revoluciones a su alrededor y la luz de las signos mágicos tiñe la cueva con los misterios escritos hace milenios y ahora revividos para revelar lo oculto.
El Inspector Puck no sabe cuál frase desconocida señalar, debe relajarse y dejarse llevar, tal como le indicó el mago, pero no puede dominar el miedo a equivocarse, o tal vez el miedo a encontrarse con algo que no pueda enfrentar, como la búsqueda de la llave de la verdad que acaba de tocar con su dedo, frase que queda levitante en el aire mientras las otras se desvanecen.
Desde la página de un libro mágico vuela el Inspector Puck, el aire frío azota su cara y las nubes esponjosas se deshacen con el aletear del dragón que lo lleva hacia las montañas de la oscuridad. Deberá cumplir con la epopeya imposible de enfrentarse a los elementos oscuros para así obtener el objeto mágico que desentrañará el misterio.
La sonrisa irónica del druida ahora se aleja de las páginas del libro, sin poder ver cómo el Inspector Puck cambia el curso del dragón, para dirigirse al destacamento central y allí reunir al ejército de hadas, elfos y gnomos que deberá arrestar al mago.
Demasiado se confió el druida corrupto en sus poderes, ya que no pudo reparar en el ojo agudo del Inspector, que pudo divisar, iluminado por las letras sagradas, al enano de jardín en un rincón de su cueva, y al cuchillo forjado en plata colgando sobre la olla.
La batalla comienza.
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