El silencio antecede a la caída, y el vacío espantoso parece llenarse de muerte, muerte espesa e infranqueable, que extiende su mano leprosa hasta tocar la mejilla blanca de tu rostro impoluto
El espectro susurra en tu oído, palabras de fuego y condena, el secreto de la luz bella y terrible que te quema, que te hiela, que llena tus ojos de horror antes de cegarlos por siempre.
Caes, caes con la lentitud de un sueño, desde lo alto de tu torre de orgullo, aferrado a tu rebelión ahora estéril, tu cuerpo frágil flagelado por el aire frío, que corta tu piel, que atraviesa tu carne, que trae a tus oídos el eco sombrío de la sentencia inapelable
Te rodean las tinieblas, la sombra que ahora es tu hermana, la noche perpetua donde la luz es quimera, mientras tus labios emiten un grito terrible, un postrero llamado que se pierde en las arenas espesas del tiempo
La venganza de los cielos te aplasta en la tierra seca, hasta hundirte en la roca, un rey esclavo en un trono ardiente de vigilia, vigilia del castigo verdadero, la caída eterna en tierras yermas donde sólo el dolor será fecundo
En aguas negras se consume tu espera sin descanso, siglos incontables para tocar con tus manos torpes tu cuerpo lacerado y tus rasgos destrozados, la añoranza del exilio y la belleza perdida
Así aguardas aquel día en que tus ojos volverán a abrirse para ver la luz temida, y te atreves a soñar, aunque sea un momento, que en tu corazón negro aún vive la esperanza, y que alguien más grande que el tiempo vertió una lágrima por aquel que desafió su nombre.
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