La vi llorar tras los cristales, como un sueño azul que recorría eternos anaqueles. Miré esos ojos atrapados en el vidrio silencioso, mientras la amaba a escondidas. Bajo aquel soplido de los Dioses descendí en el ámbar de su rostro; cristal; roca líquida; espectro de pupilas; vida de otras vidas. Como un ave emergiendo te apropiaste de mi ser, para llevarlo hacia ese verdadero mundo. Ahora estoy junto a ti bajo el espejismo de la piel; enredado en tu sonrisa; dentro; plateado; inmóvil; bajo el imaginario de los rostros; ondulado; etéreo; absoluto. Mientras, mi respiración se une al desafío de tus lágrimas, como un tibio silogismo de miradas que se esfuma en el correr de otros espejos...