Sentado en el primer escaño de la escalera contemplo la casa vacía. Ya se fueron, en cajas, en bolsas y en maletines, loa utensilios, la ropa y los muebles, las añoranzas y los ecos de tantas jornadas. Ya la escalera no cruje ante las zancadas vigorosas de los muchachos, ni se escucha la música que tanto los identifica, todo huele a vacío y hasta las sombras se escabulleron enredadas entre los objetos.
Es el último alto antes de partir y empino una copa de vino tinto para brindar por la nostalgia que desde ahora comenzará a hacer escarnio de mi debilidad de espíritu. Un sucucho mínimo me espera, para que solitario, despliegue las postales renuentes que me harán saltar más de una lágrima, recordaré a los muchachos y sus risas grandilocuentes, echaré de menos sus confidencias y sus pequeñas angustias, sus bromas y sus enojos, regresaré cada día con la mente a esta casa que poco a poco se desdibujará hasta transformarse en una imagen imprecisa, con sus detalles feneciendo cada día hasta que el dolor de mi alma se transforme sólo en una ligera molestia.
-Esto está sucediendo- me digo y me bebo otro sorbo de ese néctar embriagador que me atenúa la creciente pena. Esto de irse a cada rato ya se está transformando en un devastador oficio y a cada despedida, más doloroso el recuerdo y la dolorosa certeza que se nos deshoja la vida en cada diáspora, en cada hogar desalojado, en cada nueva desesperanza para embalar en algún camión que cual furgón funerario, carga los despojos de una existencia.
Termino mi copa y contemplo por última vez esas aristas en las cuales cobijaba mis sueños, esos dibujos alocados que alguna gotera escribió con talento supino, las acogedoras penumbras que utilicé de ropaje ligero para mimetizar la tristeza, esos ventanales augustos por donde se filtraba a raudales la vida, los sonidos y el tibio sol que me hacía creer que era la felicidad la que me inundaba de una vez por todas.
Me voy, cierro otra puerta tras de mí y me quedo también adentro como un fantasma desencajado que hace un minucioso inventario, uno de los tantos desolados espectros que se negaron a despoblar las otras viviendas en las que se quedaron los rastros de esta existencia peregrina…
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