Dambrosio, el delicado colibrí, fanático de las flores con polen amarillo y pulposo, le dijo a Guantermin, el ave de plumaje cremoso, que se fuera del árbol.
Le dijo:

_ Mira Guantermin,... andáte,... hoy viene Juampi, el hornero de rojas zapatillas, mi primo. No hay lugar para los dos en el hueco del tronco.

Guantermin se sintió un poco molesto, se estremeció y se sacudió descontroladamente el plumaje, dando la impresión a quien lo mirase, de que una ameba de crema espesa estaba teniendo una convulsión. Cuando las plumas pastosas dejaron de agitarse entre las ramas, Guantermin entró en razón, miró el piso, miró el cielo, se dió media vuelta y se fue.
Voló por los cielos durante más de una hora. Ya Dambrosio le parecía un recuerdo muy lejano, casi como si no hubiera existido.
El viento iba tallando sus plumas, las iba acariciando entre las nubes y el sol. Pronto esa crema espesa, esa pomada blanca que tenia como cuerpo, comenzó a transformarse en detalles delicados, en motivos tribales, en figuras de hongos, de plumas, de hombres y de fuegos sagrados.
El sol lo encegueció de repente, cerró los ojos y su vuelo fue automático, guiado por el instinto y aconsejado por el viento.
En ese instante, se dijo a si mismo:
“El Cambio no cuesta, lo que cuesta es vencer el Miedo al Cambio”.