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Mamá dice que me pondré bien; pero yo no veo más allá de esa ventana pequeñita por la que entra una luz. Me pasa la mano por la frente y no deja de acariciarme. Sólo hace lo que a ella le apetece, porque yo le digo que apague mi reloj, y ella hace que no me oye porque yo sigo escuchando ese horrible pip. Pip. Pip. Pip.
No sé como llegue aquí. Sólo me acuerdo de que ayer, no sé si a esta hora - porque yo no sé que hora es -, mamá me estaba vistiendo. Me decía lo guapo que estaba, lo mucho que me parecía a papá… y sobre todo que me estuviera quieto, que iba a arrugar el traje de marinero. Y yo le decía que yo no era marinero, que era un capitán y que tenía que defender mi barco de los piratas. Y saltaba, y gritaba. Hasta que la abuela, que es muy mayor y está muy arrugada, me dijo con cara seria: “Nicolás, siéntate. Que hoy vas a hacer la primera comunión, y esa es una cosa muy seria. A partir de hoy tienes que ser un niño modelo”. ¿Modelo de qué, abuela?
Fuimos a la parroquia andando y el cura nos estaba esperando en la puerta; también estaban todos mis amigos, pero vestidos de una manera muy rara. Le pregunté a mi madre de que iban disfrazados y ella me contestó que me callara y no dijera tonterías, que todos estaban muy guapos y muy elegantes. Para mamá todos estábamos muy guapos, pero las niñas iban vestidas como la mujer de mi tío Antonio el día que se casó. Aunque había una, Amparito, que se parecía más a la hermana de mi abuela, la que se llama Monja. Le tenía que haber preguntado a Amparito si conocía a la hermana de mi abuela, pero eso también se me olvidó. Como todo.
Leímos y cantamos, y luego nos dieron la hostia, que a mí me hace mucha gracia la palabra, pero no voy a volver a comer más. Mis amigos dicen que ellos tampoco porque no sabe a nada, ni es dulce, y se te pega ahí arriba, encima de la lengua, y por mucho que lo intentas no puedes despegarla; y como te metas el dedo el cura se enfada mucho y te grita que no juegues con el cuerpo de Dios. Eso me dijo mi hermano, pero yo no me lo creo porque Dios no puede ser tan pequeño.
Luego me fui a comer a un restaurante muy bonito con toda la familia. Pero éramos pocos porque mi madre sólo tiene una hermana y con la familia de mi padre casi no hablamos. Desde que paso esa cosa muy triste de la que mamá nunca quiere hablar sólo llamamos a mi tío Antonio en Navidad, y no vamos a verle a Cáceres, donde él vive y donde nació mi padre.
Mis primos me regalaron un reloj, mi hermano una cámara de fotos, y mi tía me dio dinero, pero no sé cuanto porque mamá me lo quitó antes de que lo tocara con la mano y empezara a pensar cuantos cromos de fútbol me puedo comprar con eso. Mi abuela, que me quiere mucho aunque está tan arrugada por tanto gritarme, me regaló una bici. ¡Y como me gusta la bici! Pero casi no he podido jugar con ella y sólo me he tirado una vez por la carretera. Y mamá me regaló unas botas de futbolista, unas medias, y el pantalón y la camiseta del Madrid. ¡Hasta el abrigo me había comprado mamá! que para qué querré yo el abrigo, si ya no tengo ni frío ni calor.
Ahora mamá me está cogiendo la mano y me pone una medalla dorada. Me cierra el puño para que no se me caiga y todos lloran: la abuela, mamá, mi hermano…porque es la medalla de papá y dicen que soy como él, pero que yo no me vaya. ¿Pero adónde me voy a ir? Si yo les quiero mucho.
¡Ya me acuerdo! Para darles una sorpresa me colgué la cámara de fotos y me puse el reloj y el equipo del Madrid, con las botas de futbolista y todo. Cogí la bici y grité para que todos salieran a verme y entonces me tiré cuesta abajo. Iba muy deprisa y la bici no frenaba y mamá gritaba y mi hermano corría detrás y le escuchaba resoplar y el viento me daba tan fuerte que me tiró las gafas y algo me golpeo y escuché una sirena y vi la oscuridad.
Menos mal que siempre he sido un niño muy valiente porque ya no sé ni cuanto tiempo hace que es de noche - igual es que cuando uno se hace mayor como yo la noche dura siempre-. Y ahora veo a papá, ¡y que alegría me da! Él sí que esta guapo. Salgo corriendo hacia él porque de repente puedo correr con las piernas que antes no sentía, y aunque mamá me está agarrando de la mano, yo corro y corro porque hace mucho tiempo que no veo a papá. Y parece que mamá se pone celosa, porque ahora sí me hace caso y ya no se escucha el pip,pip,pip pip, piiiiiiiiiiiiiip…

Texto agregado el 20-01-2006, y leído por 105 visitantes. (0 votos)


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