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¿ VAMOS DE CAMPAMENTO?

A lo largo de mi vida ir de campamento, era algo que nunca se me habrìa ocurrido. Si, conocìa las bondades de la vida al aire libre, el despertar al amanecer con el canto de los pàjaros, acampar cerca de un rìo para que el rumor de sus aguas corrientes arrulle tu sueño, caminar en una playa en una noche estrellada con luna llena, ver un ocaso en una llanura o el sol ocultàndose tras las montañas, pero solo de oìdas. De oìdas de mis hijos que eran fanàticos de ese tipo de vida y tan fanàticos eran que mi casa estaba llena de mochilas, carpas, linternas, palas, varillas para armar carpas, colchonetas y hasta un inodoro quìmico tenìan y no solamente eso.
-¡ No sabès lo que te perdès!
-¡El lugar es fantàstico, toda la naturaleza para uno!
-¡Lo pasamos bàrbaro!
En fin, ellos no se cansaban de hacerme notar las ventajas del campamento en toda ocasiòn que se presentara, aun cuando recibìan revistas dedicadas al tema.
Pero no, yo era una persona ya muy madura con sus sesenta años vividos entre papeles, oficinas, màquinas de escribir y nùmeros, asì que, cuando decidìa mis vacaciones con mi mujer, siempre lo hacìamos en confortables hoteles en donde el comer solo llevaba el trabajo de leer el menù, conocer los lugares solo era leer atentamente las ofertas de excursiones con un guìa de turismo a cargo y si el tiempo no era el adecuado me aseguraba siempre que el medio de transporte estuviera a la altura de las circunstancias con calefacciòn o aire acondicionado, segùn la època.
Pero ese año hubo un cambio, vaya uno a saber porquè, ¿la luna? ¿las manchas
solares? ¿los ovnis? ¿la vejèz? ¡Que sè yo!
-¿Este año podìamos ir de campamento?
Estas palabras pronunciadas por mi mujer a mi regreso de un arduo y complicado dìa de trabajo, fueron las desencadenantes.
-¿Te parece?
-A mí me gustarìa probar, los chicos dicen que es hermoso.
Probar, fatìdica palabra por la cual muchos se hundieron en la desgracia màs terrible que uno pueda imaginar.
Asì que comencè a ilustrarme sobre la vida de campamento. Como armar una carpa, yo que no sabìa colocar un tornillo. Como hacer una zanja, yo que la ùnica pala que conocìa era la de basura. Como colocar las colchonetas en la carpa para dormir, yo que toda la vida dormì en colchones mullidos. En fìn todo lo relacionado a la vida de un acampista.
Cuando solemnemente comuniquè la novedad a mis hijos esta fue su reacciòn.
-¡¡JUUUAAAJAJAAAAAA!¡ja,j,ja,a,ja!
-¿De campamento? ¿Ustedes? ¿Se han vuelto locos? ¿Nos estàn tomando el pelo?
Eso me indignò. Decidì entonces que ahora sí irìa, y lo pasarìa bien
Una mañana de verano salì con el automòvil rumbo a la aventura. Mi destino una playa cercana a una gran ciudad turìstica. En el automòvil viajaban todos los elementos necesarios, segùn mis pobres conocimientos y los de mis hijos, para pasarla muy bien en un camping cercano a la playa.
-¡Y allà fuì!
El primer inconveniente se presentò con la ubicaciòn del camping. Segùn el mapa que figuraba en la revista especializada debìa encontrarse muy cerca de la playa, apenas cincuenta metros. Vaya a saber que sistema mètrico se empleò cuando se tomò la distancia, pero en realidad estaba màs de veinte cuadras por un camino de tierra muy polvoriento.
Luego fue el horario de llegada. Al llegar ya estaba anocheciendo, asì que luego que me adjudicaron el lote, comprobè con estupor que era uno de los màs alejados y no tenìa ese sector servicio elèctrico como se anunciaba en el aviso, asì que, luego de algunos cabildeos decidimos con mi mujer esa noche dormir en el automòvil y a la mañana emprender la tarea de instalarnos, cuando ella hizo un terrible descubrimiento.
-¿Y el baño, donde està?
-Debe ser ese.
En la lejanìa se divisaba un edificio iluminado con una luz mortecina. Era el baño, lo comprobamos luego de cinco minutos de caminata. Algunos pensaràn que cinco minutos no es nada, pero si consideramos el valor agregado de mi edad con principio de prostatitis y la de mi mujer con osteoporosis y prolapso era muy importante.
Esa noche dormimos tan mal como nunca lo habìamos hecho. A la mañana salì del automòvil cuando el sol despuntaba. Si cantaban los pàjaros confieso que no los escuchè, o si lo hice creo haber dicho -¡Malditos pajarracos!.
MI dolor de cintura, en el cuello y en las piernas no era tan grave como la imperiosa necesidad de batir el record de distancia de forma tal que lo que llevaba cinco minutos en hacer debìa realizarlo en uno. Es el dìa de hoy que no sè como lleguè sin cagarme encima.
Aliviado volvì al automòvil para ver a mi mujer salir corriendo como estampida de animales con el mismo destino que lo fuera el mìo.
Luego comencè la tarea de armar la carpa.
-¿Y este fierrito para què serà?
-¿Esta soga serà para èsto?
-¿Y esta lona, dònde carajo la pongo?
-¡Este viento de mierda!
-¡La puta, se cayò todo!
-¡Oiga Don! ¿Quiere que le ayude?
-¿Y a este pelotudo quièn lo mandò?
-Le agradezco, lo que pasa que hace mucho que no salgo de campamento y este modelo de carpa es nuevo.
Menos mal que el comedido sabìa, ahora a colocar las colchonetas.
-¡La puta, acà hay que entrar agachado!
Si coloco las mochilas y todo lo que mi mujer trajo, nosotros no entramos en la carpa- ¡Bah, lo dejo en el automòvil!
-¡Querido que bien te quedò!
Mi mujer que regresaba de hacer algunas compras de la proveedurìa del camping, menos mal que no estaba presente cuando luchaba contra el demonio de la carpa.
-¡Ejem!
-¡Desayunamos algo y vamos a la playa!
Fuimos y volvimos caminando. Nunca habìa caminado tanto en mi vida y por esa calle polvorienta se hacìa más difícil bajo un tòrrido sol y una temperatura agobiante. Cuando lleguè mi ùnico deseo era tirarme en la colchoneta en el fresco de la carpa.
-¿Fresco? ¿Què fresco? ¡Era un baño turco!
-¡El guacho hijo de mala madre que me armò la carpa lo hizo fuera de la sombra de los àrboles! ¡Hijo de puta! ¡Debe hacer como sesenta grados aquì! ¡Saco la colchoneta afuera y me acuesto bajo la sombra!.
-¿Còmo de dìa tambièn andan los mosquitos, no salìan de noche ùnicamente?
Menos mal que el calor està amainando, ya viene la noche màs fresca, ¿Mi cuerpo?, Parece el de una persona con sarampiòn por el festival que hicieron los mosquitos con èl.
Llegò la noche, luego de cenar, ahora sí a dormir.
-¡Ahhh! ¡Què cansado estoy! ¡Apenas entro en la bolsa de dormir! ¡Cómo voy a dormir esta noche!
-¿Y eso que silba? Algo de viento, ¡Pero sopla cada vez màs fuerte! ¡La carpa se mueve! ¿Aguantarà? ¿Y lluvia tambièn? ¡Epa, se mueve mucho! ¡Entra agua! ¡Me estoy mojando, la puta que lo pariò!
Acà estoy en el baño refugiado junto con mi mujer y otros acampantes con toda la ropa mojada, si escuchan ese ruido son mis dientes que castañetean, la temperatura ha tenido un brusco descenso.
A la mañana todo era un pandemonio, carpas, barro, ropa barro, sogas, barro, fierritos, barro.
¡Me voy! ¡Si quieres quedarte en el camping hazlo tù! Le dije a mi mujer.
Carguè todo como pude y salì
Patinando, luego de haberme caìdo tres veces a la banquina, embarrado hasta las bolas por esa calle otrora polvorienta, ahora un verdadero lodazal lleguè a la ruta pavimentada, frente a la playa que disfrutamos el dìa anterior.
A la noche, afeitado, bañado, perfumado, sentado a la mesa del restaurante del hotel cinco estrellas en la ciudad costera cercana al camping, me dijeron...
-¡La verdad que èstas son vacaciones!
Era mi mujer, la que nunca pude entender.



Tortuga




Texto agregado el 17-11-2003, y leído por 582 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
17-11-2003 Excelente, cada dìa escribes mejor! espejo
 
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