Esbelto era un hombre de estatura humorística. Retacón y algo macizo. Mamá apenas lo vió, dictaminó: “Te llamaras Esbelto”. ¿Qué la llevó a Mamá a llamarlo así? ¿Quería hundirlo para toda la vida?
La cosa es que Esbelto surcaba las noches de la ciudad con su vicio inédito: Quería que todas las chicas le dijeran que era esbelto y estilizado y bonito. Quería convencerse. A veces pagaba, a veces extorsionaba a punta de pistola, otras chantajeaba, pero de una manera u otra se las arreglaba para llevarse a casa, todas las noches, unos cinco o seis:

_ Oh! que esbelto eres... oh!!!

Difícil que hiciera el amor: su placer radicaba en el halago, falso y forzado, una mentira.
Así era él.
Un día pasó esto:
A una señorita no le creyó nada, porque ella se lo dijo tan pero tan convencida, que de repente cayó en la cuenta de la abominable mentira que cultivaba todas las noches.
Esbelto curó, sanó, renació,... todo bien Esbelto, todo bien,... no hay mas lastre que cargar.

- FIN -