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Inicio / Cuenteros Locales / Birrico_Bellaco / Albertito es una Larva

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Enredar las piernas de Albertito fue lo más fácil, porque había soga de sobra y porque además era un pibe fácil de atar. Descendimos junto al lago, por una ladera empinada, forrada de un verde pulposo, un verde carnoso que por momentos nos ocultaba a Geraldin y mí de las miradas invisibles que los dioses lanzaban desde el azul eterno. Yo cargaba en mis hombros a Albertito, el cual ya fajado y maniatado apenas podía moverse dentro del costal marrón que lo envolvía.
El lago estaba tranquilo. La abundante alfombra vegetal, peinada por el viento en olas desparejas, dejaba ver entre cada vaivén de sus verdes cabellos el saco marrón que iba a devolver a Albertito a su estado larvario. Era necesario que ese pibe volviera a ser una larva,... por que si, por que había crecido demasiado, había probado cosas que marcan para siempre y ahora era necesario contraerse,... única solución, retraerse, retornar a su estado de Larva.
Geraldin, astuta monja de los Alpes durante el día y puta congénita de noche, era una mujer de una bonhomía y una calidez que solo podrían encontrarse en un ser que concentrase en si mismo la sed mística de absoluto y la sed absoluta de un hombre que apagara el pandemonium instintivo que la invadía todas las noches. Geraldin, buena mujer, calida, dulce. La recuerdo hoy, apoyada en el alfeizar de la ventana, mirando alucinada la profundidad del lago, y con un gesto petrificado me dijo estas palabras:
_Salvemos a Albertito.- Su mirada se clavó en el lago con mas intensidad. Luego deformó todos los pliegues de su frente y con una mueca bizarrísima agregó:
_ Larvaaaaaa... (la ultima “a” se suspendió casi eternamente, mientras sus ojos se hacían cada vez mas grandes y su boca se deformaba hasta la locura).

No me pude negar. Esa misma tarde Albertito caía en mi trampa para osos y dos horas después parecía un enorme habano cubano surcando carnosas pulpas verdosas en dirección al lago.
Albertito y su envoltura habanera surcaron toda la profundidad del lago mientras las finísimas burbujas que se desprendían de la arpillera iban dejando una estela efervescente, plateada y rezagada.
Cuando el saco marrón, ahora gris negro en la oscuridad, toco el fondo del lago, sus ansias calmaron, su pecho sanó de toda herida y la belleza líquida del amor materno lo acogió para siempre en su seno.

- FIN -

Texto agregado el 20-01-2006, y leído por 143 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
20-01-2006 Buen texto de las alineaciones de una monja me gusto muchisimo mis felicitaciones. atte: el_salmOn
 
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