LA DRAMATICA BODA DE DON JUAN Y DOÑA CARMEN
Jacinto, el hijo mayor de Doña María Montes salió muy temprano por la mañana a matar a su hermano Juan. Cuando estuvo en la calle con el pueblo solo, a las 4:37 de la madrugada cuando apenas los gallos empiezan a cantar, todavía con luna y estrellas en el cielo, el arma cargada y la lucidez mental que confiere un delicioso baño de agua fría del aljibe bajo la claridad del firmamento, Jacinto comprendió que cometer su crimen no iba a ser cosa fácil. Bajó por la calle de la iglesia y pasó por la casita de Juan, miró las flores de siempreviva y las maticas de culantro sembradas en el frente, mientras trataba de percibir la presencia durmiente de su víctima en el interior.
Jacinto y Juan crecieron juntos, como sólo se llevaban 10 meses y medio fueron compañeros de curso hasta octavo grado de bachiderato, cuando Jacinto se aburrió de sacar factor común y de los trinomios cuadrados perfectos. Fué el día en que le dijo al profesor Molina que (a+b) se metían un tabaco de marihuana a la orilla del río, se ponían a escuchar salsa de Héctor Lavoe y Rubén Blades hasta que quedaban cuadrados y por eso se podía ver a a cuadrado y a b cuadrado y como eran tan maricas cuando se trababan, se ponían dos veces a con b, finalmente remató con un “ y yo me voy porque me harté ya de esta vaina..”
Jacinto se convirtió en ayudante de tractomulas, viajaba de Sincelejo a Barranquilla y de allí al resto del país. Volvió como a los seis años, lleno de resabios y más marihuanero que nunca.
Cuando Jacinto fumaba marihuana le daba sueño, la última vez que lo hizo durmió en una de las bancas del parque al frente de la iglesia bajo un aguacero que duró toda la tarde, despertó ensopado y con calambres, la lluvia o tal vez la marihuana le habían dejado una sensación de hambre tan impresionante que tuvo que dejar de lado su orgullo y llegar a la casa familiar, donde aún vivía Juan. Fué en ese momento que se enteró del noviazgo entre su hermano y Carmen, su novia de siempre.
Esa noche Juan, al verlo reaparecer después de tanto tiempo, se llenó de mucha alegría y se apresuró a recibir a su hermano con un gran abrazo, enseguida mandó a uno de los niños a comprar una pipona de Tres Esquinas y bastante chicharrón pelú en la fritanga de la gorda Saray. Se pusieron entonces a tomar y a recordar como eran las cosas cuando eran niños, cuando jugaban en un potrero donde había tubos para alcantarillado, traídos por algún político tramoyero que nunca los instaló. Los niños eran felices en esos tubos, se metían dentro y jugaban a la nave espacial, tenían como cuatro años. Un día Juan le pidió a Jacinto que le dejara chupar el pene y así comenzó su mutua historia erótica de machos: Se lo chupaban mutuamente, también intentaban tener sexo anal. Su idilio sexual carente de malicia y hasta de sentimentalismo, terminó por pena el día que los descubrieron. Creo que nunca más volvieron a ser maricas.
A los quince años, Jacinto conoció a Carmen Desnuda, o debo decir a Carmen Orinando. Fué en la casa de la abuela. Jacinto estaba subido en un palo de naranjo, con todas las espinosas circunstancias que eso implica. Carmen se bajó los calzones y con las piernas flexionadas empezó a orinar. A jacinto le excitó aquel chorro de orín, le pareció cargado de fuerza y de vigor, así que se tiró del arbol, se sacó su pene y empezó el también a orinar. Ese día Jacinto comenzó a perder la virginidad. Carmen era la mata del deseo, de ella emanaba el sexo, lo hacían al derecho y al revés, en la cama, los rincones, en el baño, , en el monte, en el confesionario de la iglesia; lo hicieron por dos años hasta el dìa en que Carmen conociò a Juan Desnudo, o mejor dicho a Juan Orinando y le excitò su chorro, lleno de fuerza y determinaciòn; desde ese dìa Carmen volviò a perder la virginidad.
Dos años màs tarde Juan y Carmen resolvieron casarse porque en uno de esos arrebatos mìsticos del sexo desenfrenado, ella quedò embarazada. Fuè entonces cuando Jacinto que acababa de regresar al pueblo, decidiò matar a Juan. El dìa de la boda fuè largamente recordado porque capturaron a Jacinto, quien vìctima de la impaciencia de esperar a su vìctima, se puso a matar siete burras que estaban amarradas en el mercado; las matò una a una con su revòlver, de un tiro de gracia en la cabeza.
Ese dìa, en la misa antes de la boda, el Cura pàrroco con mucho dolor, injuriò a aquel que atentò canallamente contra el equilibrio sexual de los hombres del pueblo. |