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Inicio / Cuenteros Locales / cala / La conmovedora historia del Osos que soñó con ser mariposa

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Era una zona de colinas silenciosas, cubiertas con la selva más espesa y alta que uno pueda imaginar. Hacia el norte se divisaban las cumbres nevadas de los andes y la bruma que traían las nubes desde el lejano mar, penetraba entre los inmensos árboles cubriendo de humedad y tristeza el lugar.

Desde una oscura cueva, un gran oso negro observaba las tardes, silencioso. Sólo el brillo de sus ojos se advertía en el fondo negro de la caverna. Las noches eran suyas. Caminaba lentamente hasta alejarse de su morada y, de pronto, emprendía una feroz carrera atropellando la frágil floresta. Al retorno a su casa, los gruesos pelos negros que cubrían su pecho, generalmente chorreaban la sangre arrebatada a algún inocente animal, cuya carne yacía convertida en proteína dentro del cuerpo del implacable oso. Satisfecho y orgulloso, de pie a la luz de la luna se rascaba la mejilla con su temible garra asesina y miraba hacia las estrellas con desprecio.

Cierta vez casualmente atacó a un descuidado recolector de plantas medicinales que no pudo regresar antes del atardecer a la otra orilla del río, territorio que como todos sabemos, pertenece ahora a los seres humanos. Esa fama cundió y el miedo fue paralelo. Los hombres acudían en partidas armadas que el oso contemplaba desde la parte alta de las colinas, inmutable. Cuando la tarde declinaba alzaba los brazos y emitía un grito desgarrador, que estremecía la selva y las montañas, señal clara y fuerte para que salgan los intrusos de su territorio. Pero, un atardecer lo encontraron y la batalla fue sorda y brutal en medio la penumbra del bosque. Eran demasiados y lo dejaron tendido en el suelo con demasiadas heridas en el cuerpo como para que sobreviva, pero sobrevivió.

Se arrastró hacia el río y luego de largas y doloras horas de llevar su cuerpo herido por el suelo, llegó a un pequeño manantial de aguas claras que saltaba algunos metros para sumarse al río que pasaba por ahí abajo. Tendido quedó en el lodo de la orilla y durmió tres días. Al abrir con mucho dolor un párpado, por la sangre seca que le cubría casi todo el cuerpo, vio un hombre apacible sentado en una piedra a la otra orilla del manantial. No tuvo fuerzas ni siquiera para pensar en la probabilidad de un ataque definitivo y volvió a cerrar el ojo. Sintió los pasos del individúo cruzando el charco. Esperó sin sentimientos el rudo golpe final, que no llegó nunca. Una mano suave y amable comenzó a lavar su inmenso cuerpo, retirando con dolor el barro y la sangre que cubrían las profundas heridas.

Las hojas del urundel y otras desconocidas cubrieron el cuerpo del Oso negro por varios días mientras dormía sobresaltado y despertaba apenas para tomar algo del agua que tenía en su costado.

Cuando las heridas dolían apenas, pero el Oso egro no podía ponerse de pie por la debilidad, volvió el hombre ese, el que le salvó la vida. Lo miró desde lejos. El animal estaba recostado en una piedra enorme y negra con parte del cuerpo dentro del agua del manantial. Y se acercó con precaución, mientras el Oso contemplaba sus pasos en el agua clara y sus ojos tenebrosos trataban de mostrar agradecimiento. El pequeño hombre era hermano del recolector de plantas medicinales, a quien él había asesinado brutalmente un atardecer lejano. Dejó una bolsa de frutas secas cerca del animal y se alejó lentamente mientras decía: aprende a comer y a vivir sin matar.

Así fue. El Oso comió las frutas y pudo recuperar parte de sus antiguas fuerzas. Pudo arrastrarse hacia unos helechos gigantes y recostarse escondido bajo sus sombras; aun temía la probabilidad de un ataque humano.

Allí estuvo varios días. Algunas tardes llegaba el extraño hombrecito, con su manojo de plantas medicinales en una bolsa y le lanzaba unas frutas secas que lo mantenían vivo. Pronto aprendió a recogerlas él y pudo alimentarse sólo. Aprendió a sentarse a orillas del río y jugar con sus aguas. Aprendió lamerse sus pelos limpios y mirar el sol a la hora en que mueren las tardes. Le gustaba mirar las mariposas anaranjadas que por las mañanas revolotean entre las flores pequeñas a orillas del río. Allí se dio cuenta que él vivía sólo, mientras todos los demás seres vivos tenía la compañía de sus iguales. Que nadie pasaba cerca de esa zona del río, por miedo a él. Que sólo las mariposas, ignorantes del peligro y la presencia del criminal, jugueteaban inocentes a su alrededor, llegando incluso a posarse encima de él y llenar de colores el negro pelaje de la bestia. El las contemplaba durante horas y llegó a sentir esa sensación extraña de quien ejercita por primera vez el corazón y quiso ser parte de ese cariñoso grupo de seres diminutos capaces de volar y vivir sin joder a nadie y sin temor de tener que matar o morir en manos de las personas.

Una tarde se sintió fuerte y fue a beber agua al centro del manantial y al levantar los ojos al cielo para tragar el líquido fresco, divisó una bandada de tordos y supo que no sólo las mariposas son libres. Distraído con el vuelo elegante de los pájaros, sintió la frescura del viento del verano. Una mariposa alegre deambulaba vacilante lejos de sus compañeras y se acercó al Oso buscando refugiarse de la imperceptible lluvia que provocaba la caída del agua en esa pequeña cascada. El asesino elevó lentamente su temible mano y en la punta de su gruesa garra amarillenta se posó con delicadeza y elegancia ese anaranjado y minúsculo animal que parpadeaba y batía sus alas ajeno a todo sentimiento de temor. Sintió la paz de las tardes en el cielo y supo que amaba a esa mariposa, que amaba la libertad y que existía el viento y no sintió el zumbido leve de la dura flecha de guayacán, que en implacable vuelo mortal alcanzó su pecho con un golpe seco y sordo. Cayó de espaldas al agua y mientras se hundía lentamente, sus ojos plomos ya por la visita de la muerte, quisieron mirar por última vez una mariposa, pero era tarde…

Texto agregado el 20-01-2006, y leído por 1312 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
06-02-2009 Cala amigo: un relato lleno de sentimiento, de ferocidad y paz y ternura sentimientos que viven en el humano también, mas tus letras son suaves en un relato por demás conmovedor un abrazo gloria nito
20-08-2008 Precioso, una muestra de la ferocidad del animal, que sin perder su calidad de tal, es capaz de vislumbrar otros sentimientos, como la belleza y la libertad...tan similar a cualquier ser humano, que sin ser bestia, se niega el placer de las bellezas que nos rodean. Saludos meci
22-11-2006 Muy bueno. Me gusta el giro que toman los acontecimientos, desde la ferocidad del oso hasta el sentimiento de paz y armonía con el mundo. Un final que cierra muy bien el relato. Felicidades. Un abrazo pedromarca
01-03-2006 Yo creo que para disfrutar las descripciones hay que tener algo del sentimiento de ese oso, para poder apreciar el mensaje de la fábula, creo que ahí está lo conmovedor del cuento que nos permite ingresar a la mente del Oso. Estrellas! Quilapan
20-01-2006 Ojalá nos permitieras a los lectores darle el adjetivo de "Conmovedora". Buen texto aunque a veces creo que tratas de ocultar el verdadero contenido en amplias descripciones, para mi gusto, innecesarias. Saludos**** mosco
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